UNA PALABRA
“La ruralidad era mi gran sueño y hoy me siento muy orgullosa de donde estoy”
En el paraje Cabeza de Novillo, la maestra rural, Marta Liliana Ripari, transforma la vida de 17 alumnos y muchos miembros de la comunidad local, atravesando arroyos y caminos sinuosos para llegar cada día al aula. “Las horas se pasan volando por el disfrute de las actividades diarias”, confesó una de las seis docentes destacadas del año en el ciclo de entrevistas de la Agencia de Noticias.
En medio de la Sierra Chica puntana, donde los caminos desafían el tránsito diario, Marta Liliana Ripari encontró su verdadera vocación. Como directora de la Escuela N°254 ‘Granadero Domingo Lucero’, en el paraje Cabeza de Novillo, esta docente ejemplifica la dedicación y el amor por la educación rural, transformando cada obstáculo en una oportunidad para crecer.
“Para mí es una odisea todos los días salir de mi casa sabiendo que a lo mejor no voy a poder llegar a la escuela porque puedo reventar una cubierta”, relata Ripari en el ciclo ‘Una Palabra’, una serie de entrevistas intimistas de la Agencia de Noticias San Luis. Sin embargo, estos desafíos se desvanecen cuando llega al aula y recibe las sonrisas de sus estudiantes.
En esta escuela que alberga los niveles Inicial, Primario y Secundario, Liliana es personal única para los estudiantes de los dos primeros ciclos, porque el secundario tiene una modalidad generativa. Su rol trasciende lo pedagógico: es psicóloga, hermana, hija adoptiva del paraje y hasta médica cuando las circunstancias lo requieren. “El tiempo pasa volando, no nos alcanza, las horas se pasan por el disfrute de las actividades diarias“, expresó con entusiasmo.
Una historia que la conmueve especialmente es su relación con la abuela de uno de sus alumnos. “En estos casi cinco años que estoy en el paraje, la he visto cinco veces. Ella está alfabetizada, y no así sus hijos mayores. Nos comunicamos por carta. Me dice que me quiere como a una hija”, cuenta Ripari, evidenciando cómo estos vínculos refuerzan el valor de la educación en la comunidad.
Su misión es clara: formar personas de bien que puedan defenderse en la vida, ya sea continuando estudios superiores o desarrollándose en el paraje. Para ella, cada logro de sus alumnos representa “la mayor satisfacción”, especialmente cuando aprenden a leer y escribir.
A quienes consideran seguir sus pasos en la docencia rural, Ripari aconseja con sabiduría: “La ruralidad no es para todos, se tiene que tener vocación de servicio y amor por la profesión. Cuando uno va a la ruralidad entrega gran parte de su vida, pero si realmente tiene vocación, que lo haga sin pensar, porque va a ser inmensamente feliz”.
Tras casi cinco años en el cargo, Liliana se siente realizada. “Si bien he trabajado en varias escuelas de la provincia, escuelas urbanas, suburbanas, hogar-escuela en su momento, la ruralidad era mi gran sueño y hoy me siento muy orgullosa de donde estoy”, concluye con la satisfacción de quien ha encontrado su lugar en el mundo.