SANTO DE LA QUEBRADA

“Mi papá un día dijo que le preparemos la ropa, que lo vino a buscar el Cristo, y así murió en paz”


Mercedes Rodríguez recorre desde chiquita el trayecto que separa San Luis de Villa de la Quebrada, una tradición que le inculcó su padre, Juan, y que ahora comparte con sus propios hijos. “Él era un hombre muy devoto, cumplía sus promesas a rajatabla. Aún cuando sus rodillas no podían más, él tenía que subir igual”, recordó la vecina, quien ahora honra cada año el legado que le dejó.

Comenzó una de las celebraciones litúrgicas más importantes de San Luis, el peregrinaje hacia Villa de la Quebrada es una meta que comparten miles de comprovincianos y también turistas de todo el país y el mundo. Para Mercedes Rodríguez, nacida en San Rafael pero residente de San Luis desde hace varios años, el camino es familiar, conoce cada curva y árbol que forma parte del trayecto porque es un recorrido que realiza desde hace décadas. 

“Mis padres nos traían desde chicos, cuando la ruta todavía era de tierra. Veníamos en carpa, siempre la armábamos de noche frente al cementerio y nos despertábamos al ritmo de la música de la Iglesia”, rememoró Mercedes, quien ahora trasladó esa tradición al seno de su familia, compartiendo el camino con sus hijos, nueros y demás. “Todos los años lo hacemos y pensamos en cosas distintas, agradecimientos generales por tener salud, que es lo más importante”, contó Agustina, una de las hijas, quien indicó que este año la meta familiar es completar el viacrucis hasta el final.

El motor de la devoción religiosa en la familia Rodríguez nacía desde el padre, Juan, “un hombre muy admirador del Cristo de la Quebrada”, como lo define la propia Mercedes. Tal es así que tiene una anécdota casi surreal, un recuerdo que guarda la promesante entre sus más preciados. “El día antes de morir nos pide que le preparemos la ropa porque el Cristo le había avisado que lo venía a buscar. Quería su traje y que lo afeitaran, porque no sabía si podía ir barbudo. Mi mamá le decía que dejara de hablar pavadas, pero así fue. Murió en paz porque se lo llevó el Cristo, tal como él quería”, expresó, emocionada por los recuerdos que inundaban su mente.

Juan iba todos los años, sin interrupción o excusa que le valiera para faltar. “Cuando viajaba desde San Rafael no se iba sin ver al Cristo. Aún cuando sus rodillas no aguantaban, él subía igual, tenía que subir como sea. Era una persona muy devota, amaba ir a la Villa de la Quebrada”, concluyó Mercedes.


Agencia de Noticias San Luis

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