San Luis Cine recuerda a García Ferré
Su fue parte de nuestra infancia, la risa de Larguirucho, la valentía y nobleza de Superhijitus, nuestro más querido super héroe autóctono, la picardía de Oaky, las simpáticas maldades de Neurus y la bruja Cachavacha. Y la emoción grande, cuando mamá paraba en el Kiosko y nos compraba Anteojito para aprender las lecciones de la escuela y divertirnos Cuantas cosas salieron de la mano, de la cabeza y del corazón del maestro Manuel García Ferré. Lo conocimos; trabajamos con él, compartimos ideas y fuimos parte de su última aventura.
En su pequeña figura de viejito bueno había un genio, y para muchos de nosotros era la primera vez que estabamos con quién había creado parte los personajes que poblaron nuestros juegos de chicos. Podía hablarle a los niños, porque el; con más de ochenta años, seguía siendo uno. Apasionado por su trabajo, era un capitán de barco en la tormenta, no se rendía, y por eso este inmigrante que llegó a la Argentina escapando de la Guerra Civil Española, pudo hacer lo que algunos consideraban imposible crear una industria de la animación en nuestro país.
El representaba ese olvidado paradigma de los que vinieron a esta tierra buscando prosperidad y la encontraron a fuerza de esfuerzo y talento. Y no solo hablo de la prosperidad material, hablo de crecer, de formar compañeros para que siguieran su camino. De tener la palabra para convencer a los otros que un esfuerzo más valía la pena. Y hablo de muchos chicos riendo y emocionándose en una sala oscura mirando una pantalla. Y el eco de esas risas es lo más valioso que nos dejó, algo que supera los premios y los homenajes.
Nosotros vimos a sus personajes volando en una escoba por nuestro bellos paisajes, de sierras y autopistas, de campos verdes y la ciudad que no deja de crecer, a Larguirucho vestido de payador cantando en a la orilla de nuestros río. Lo tuvimos acá, tomó los lugares que recorremos todos los días los puntanos y les puso su encanto y para el que vió la película nunca serán los mismos. Uno casi espera pararse a la orilla de un lago de San Luis y encontrar el desvencijado trailler de esa pandilla de malévolos y tiernos personajes que intentaban boicotear sin suerte a Soledad Pastorutti.