LEYENDA Y TRADICIÓN
martes, 29 julio de 2014 | 10:21

Los ñoquis del 29, una costumbre que trasciende el espacio y el tiempo

El hábito de comer ñoquis todos los días 29 de cada mes es una tradición que ha trascendido a través de los siglos, convirtiéndose en un clásico. Aunque es una tradición que se cumple en la Argentina y en otro países, pocos saben que su origen se remonta al siglo VIII y encuentra en San Pantaleón a su protagonista.

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La tradición de servir ñoquis los días 29 nace de una leyenda que se remonta al siglo VIII. Vivía entonces en Nicosia (Asia Mayor) un joven médico llamado Pantaleón, quien, tras convertirse al cristianismo, peregrinó por el norte de Italia. Allí practicó milagrosas curaciones por las que fue canonizado. Cierta ocasión en que pidió pan a unos campesinos vénetos, éstos lo invitaron a compartir su pobre mesa. Agradecido, les anunció un año de pesca y cosechas excelentes. La profecía se cumplió y otros muchos milagros. San Pantaleón fue consagrado -a la par de San Marcos- patrono de Venecia. Aquel episodio ocurrió un 29, por tal razón se recuerda ese día con una comida sencilla representada por los ñoquis. El ritual que lo acompaña de poner dinero bajo el plato simboliza el deseo de nuevas dádivas. Es costumbre dejar un billete debajo del plato para (por un pensamiento de “magia contagiosa”) poder atraer de esta forma suerte y prosperidad al comensal.

Otra versión mucho más extendida de la historia de por qué se consumen los noquis de forma tradicional el día 29, hace referencia a que esa fecha, al ser uno de los últimos días del mes, las personas de pocos recursos (las que cobran a principios de mes su sueldo) no tenían dinero más que para comer lo que estuviera hecho de las materias primas más baratas. Así es que se consumía el conocido en Argentina como “ñoqui de pobre”, hecho a base de harina y huevo, o incluso harina y agua solamente, sin papa. Lo cual también se relacionaría con la costumbre de poner dinero abajo de la mesa, para empezar el mes siguiente con mejores posibilidades económicas.

La leyenda cuenta que un fraile llegó a una pequeña localidad italiana, un día 29, y tocó la puerta de una trattoria. Pidió un plato de comida y recibió el único alimento que había: ñoquis.

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Tiempo después, volvió al local y contó a los propietarios que, después de comer aquel plato, su vida había cambiado para mejor.

La costumbre de comer ñoquis los días 29 puede ser relativamente reciente, pero la historia del plato es bastante antigua. Fue el primer tipo de masa casera. Se supone que los ñoquis existen desde los tiempos de griegos y romanos. En Italia, los llamaron primeramente macarrones.

En la Edad Media ya eran conocidos con su nombre actual. Ñoqui significa algo así como “pelota”, ya que justamente son pelotitas de harina amasadas con agua.

Los ingredientes de la masa fueron variando con el tiempo; comenzaron a ser elaborados con varias harinas, en especial de trigo. Mezcladas con agua, condimentadas con sal y hervidas.  Años después, la masa fue enriquecida con espinaca, queso, castañas, carne o pescado.

Luego de la introducción del maíz en Italia, a mediados del siglo XVI, surgió el ñoqui de polenta. Pero la llegada de la papa, entre los siglos XVI y XVII, cambió la historia del plato.

Los sicilianos crearon su propia versión; son famosos sus ñoquis a base de harina de trigo, ricotta, pasas de uva y albahaca.

La receta de los romanos lleva semolín, se cocina en leche y va al horno con queso parmesano.

En el pasado, los ñoquis eran una preparación característica de la cocina del norte y centro de Italia. Hoy es un plato nacional.

Venció incluso la resistencia de los napolitanos, adeptos a los espaguettis y otras masas largas.

El éxito de los ñoquis llegó incluso a países vecinos. En Alemania y Hungría existe un plato similar, los “spätzle”, que se acompañan con carnes asadas, o gratinado y servido en sopas. Los húngaros repitieron la receta, cambiando el nombre a “galuska”, que se acompaña con el famoso “goulash”, un guiso de carne conocido.

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Traiga suerte o no, los ñoquis del 29 son un clásico y vale la pena disfrutarlos

Nota: Fernando Romero

Fuente y fotos: Web