MALVINAS, EL LEGADO
Desayunar, almorzar, merendar y cenar Malvinas
Desde 1988, Nancy Romero acompaña a su esposo, el excombatiente Héctor Daniel Ponce, en cada paso de su vida post conflicto. “Regresó con su corazón dividido en dos: la mitad quedó en Malvinas y la otra está acá, con su familia”.
El rol de sus padres y posteriormente el de su propia familia, es un lugar común en el discurso de todos los excombatientes. En la mayoría de los casos los mencionan como el pilar central que los ayudó a recuperarse tras la guerra. Pero ser ese sostén es una tarea ardua, constante y con altibajos. Desde que se casaron en 1988, Nancy Romero acompaña a su esposo, el veterano Héctor Daniel Ponce, en su vida post conflicto y en lo que ella, sus hijos y sus nietos adoptaron como una misión propia: difundir la historia de la gesta de Malvinas para legarle a las generaciones futuras un sentido de unidad y patriotismo que parece diluido.
“Acompañando a mi esposo, que es una persona completamente intensa con el tema, en mi casa desayunamos, almorzamos, merendamos y cenamos Malvinas”, contó Nancy, que se dice contagiada de la idea de malvinizar pero que admite que la tarea no es fácil. “Daniel vino en el ‘82 con su corazón dividido en dos: la mitad quedó en Malvinas y la otra está acá, con su familia. Él dice que allá dejó a sus hermanas, Soledad y Gran Malvina”, una frase que selló con lágrimas.
Además de ser un sostén y de participar de cuanta actividad conmemorativa haya, Nancy también acompaña a las madres de combatientes que no regresaron de las islas, lo que casi termina de completar la idea de una vida consagrada a Malvinas. “Por respeto a esas madres que aún esperan, o de hijos que perdieron a sus padres, la causa tiene que seguir y no perder ese acompañamiento. Siempre que vean a un veterano de guerra no duden en ponerse a charlar, en saludarlo o tocarle la espalda, agradecerle, decirles ‘siento mucho lo que pasaron y que puedan salir adelante’”, pidió a la sociedad.