PUNTANIDAD
Urbano Joaquín Núñez, el historiador poeta
La vasta producción de quien adoptó a la provincia para vivir e investigar está atravesada por una lírica aspiración. Su esposa, Nelly Álvarez, recuerda al enamorado de San Luis, cuyo natalicio cien se conmemora este año.
“Vos sabés viejita que pasó un viejito vendiendo y compré esto”, le dijo en broma Urbano Joaquín Núñez a su esposa Blanca Nelly Álvarez. En sus manos tenía el poema “Si yo fuera puntano”, humeando, recién escrito. En ocho estrofas el historiador nacido en Cabildo, Bahía Blanca, condensó el cariño que le profesó a la provincia donde, entre otras actividades, se desempeñó como director del Archivo Histórico por casi 20 años.
Urbano nació el 25 de mayo de 1916; Nelly, un 17 de agosto. Pero no sólo coinciden sus nacimientos bajo febos patrios; la comunicación y la pasión por hurgar el pasado los unieron apenas se conocieron en la radio LV 13 Radio Granaderos Puntanos de San Luis. Nelly es la primera locutora de la provincia y la primera directora de una emisora. Urbano, oriundo del sur de Buenos Aires, había viajado por Corrientes y Chaco antes de arraigarse en San Luis, y compartía luego sus investigaciones por la frecuencia puntana.
“Me gustó la forma en que él encaraba los trabajos. Estuvo recorriendo varios lugares porque desde muy joven le interesó la historia y los archivos. Tenía mucha comunicación con Uruguay y Chile”, cuenta la viuda de 93 años.
Es reconocida la talla de Urbano en la historia sanluiseña. “Desde un principio se enamoró del pueblo de San Luis. Porque era una provincia que se había destacado y estaba ignorada, y eso a él, le dolía”, subraya con emoción Álvarez, quien conoce la piedra filosofal de su esposo: “En todo momento salía el poeta, porque dentro de él, a pesar de ser el escritor, el historiador, el investigador, el poeta le saltaban en todos los párrafos de su obra. Siempre unía la poesía con la prosa, en todos los trabajos”.
Nelly recuerda que cuando el historiador Jesús Liberato Tobares estaba por publicar su poemario “Cerro Blanco”, se lo llevaba para que lo corrigiera Urbano. Entre datos y anécdotas, las charlas entre los dos grandes investigadores se extendían hasta altas horas.
“No hay carga más pesada que la del arte. Se siente, no en los hombros orgullosos ni en la espalda rebelde, sino en los empinados senderos del alma. Muerde, no la carne ansiosa, sino el cogollo azul del espíritu. Y en el oleaje de las olas, mientras albas y mediodías, crepúsculos y noches se tornan vano polvo de oro, ceniza sin memoria, el arte es fuego de amor, es comezón de cielo, es hambre y sed de Dios. Nada duele tanto como ese rumbo alto, esa obstinada fuga celeste, que vive de hundirse raigalmente en la tierra, de amar este barro y estas piedras, esta soledad espinosa, pan nuestro cotidiano…”, dijo Urbano en un texto donde presenta a Antonio Esteban Agüero.
En el prólogo del libro “Antología de historia”, Alfredo Saá Alric lo describe: “Los que lo conocimos de cerca no hemos podido sustraernos a su manso magnetismo. Su forma de vida, metódica, tranquila y extremadamente sensitiva atraía la mirada de propios y extraños, precisamente por la diversidad que representaba”.
Alric divide la obra de Núñez en cuatro vertientes: histórica – caracterizada por un escrupuloso tecnicismo-, literaria, científica y poética. “La sensibilidad creativa del artista se nutre en toda su plenitud, conmoviéndonos en profundidad (…) Estas cuatro nítidas modalidades del escritor fluyen coincidentes o alternativas durante sus treinta y seis años ininterrumpidos de producción”, apunta. Urbano, en tanto poeta, además sentía una obligación por cantarles a los pueblos del interior puntano.
Stella Maris (1944), Puerta del Cielo (1951), La Espada Rota (1974), De Adentro (1974) y el póstumo Lis de la Punta (1986) constituyen la cosecha lírica del historiador.
Hay una figura que dio cauce a la profusa obra del periodista, cronista o editorialista: Pringles. “Lo deslumbraba la honestidad que tuvo Pringles, la grandeza y la humildad”, considera su esposa.
En 1953, Urbano se radicó definitivamente en la ciudad de capital. Fue uno de los fundadores de Asociación Cultural Sanmartiniana, entidad que presidió hasta su muerte el 26 de enero de 1980. Se desempeñó como director del Museo de Bellas Artes y Ciencias Naturales y del Archivo Histórico Provincial. Fue miembro honorario y delegado regional de numerosas instituciones y comisiones de carácter histórico de la Capital Federal y de varias localidades del interior del país. Estuvo a cargo de la Cátedra de Estudios Sanluiseños de la Universidad Nacional de Cuyo. Fue periodista en el Diario de San Luis, La Opinión, Impulso, La Voz del Sur y en repetidas oportunidades en diarios de la Capital Federal, del interior del país y el exterior. Asimismo, dirigió el Diario Democracia y el informativo Mensaje de la Diócesis de San Luis.
“Con el profesor Fourcade se hicieron como hermanos y con Víctor Saá conversaban mucho”, agrega Nelly, quien todavía continúa escribiendo sobre historia y difundiendo la obra póstuma de su marido. Recientemente publicó “Algunas manifestaciones en el San Luis de antaño”.
“A veces tomo un libro de él y hasta siento su voz mientras lo leo. Y me acompañan siempre sus libros, me dan ganas de seguir viviendo”, expresa con los ojos vidriosos.
El historiador que eligió San Luis y donde hoy sus restos descansan, tenía una visión que ahondaba en sus cálidos y espirituales poemas. “La Puntanidad significó para Urbano y también para mí lo más importante de esta provincia. Es la raíz, lo que llevamos dentro del corazón”, indica Álvarez.
Ya han pasado más de tres décadas desde que Nelly se despidió de su esposo. A pesar del tiempo, ella intenta acercarlo con un poema. Pero se le hace un nudo en la garganta al primer verso: “Si yo fuera puntano, cantaría/ este cielo, este sol, estas mujeres/ y este embrujo de menta y serranía/ que me enamora en los amaneceres”.
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Nota: Matías Gómez.
Fotos y video: Juan Moyano.
Edición: Fernando Testi.
Corrección: Berenice Tello.