LITERATURA Y FÚTBOL
El fútbol, “pasión de multitudes” y de los escritores
Para Dolina es un juego perfecto y de caballeros; Fontanarrosa inmortalizó un triunfo de su querido “Canalla” sobre Newell´s; Roberto Arlt con tono arrabalero describió el primer gol que vio; Córtazar usó al fútbol para ambientar a sus personajes adolescentes; Borges reavivó una polémica; Ernesto Sábato fue hincha y ex jugador de Estudiantes de La Plata. Floridas plumas que se deslizaron por el césped, el “rrioba” y las tribunas.
Alejandro Dolina describe a través de los Hombres Sensibles de Flores, al fútbol como el juego perfecto. Arengaban a respetar a los cracks tanto como a los artistas o a los héroes. “En un partido de fútbol caben infinidad de novelescos episodios. Allí reconocemos la fuerza, la velocidad y la destreza del deportista. Pero también el engaño astuto del que amaga una conducta para decidirse por otra. Las sutiles intrigas que preceden al contragolpe. La nobleza y el coraje del que hincha sin renunciar. La lealtad del que socorre a un compañero en dificultades. La traición del que lo abandona. La avaricia de los que no sueltan la pelota. Y en cada jugada, la hidalguía, la soberbia, la inteligencia, la cobardía, la estupidez, la injusticia, la suerte, la burla, la risa o el llanto” (Apuntes del Fútbol en Flores, Crónicas del Ángel Gris).
Conocida era la pasión y fanatismo del “Negro” Roberto Fontanarrosa por Rosario Central, tanto que fue inmortalizado en el cuento 19 de diciembre de 1971, fecha en que “El Canalla” venciera a Newell’s por la semifinal del Nacional de aquel año con la “palomita” de Aldo Pedro Poy en el “Monumental” de River Plate. Fontanarrosa utilizó muchas veces el fútbol como recurso literario dedicándole la novela “Área 18”, los cuentos compilados en “Puro Fútbol” o las crónicas periodísticas realizadas en ocasión del Mundial de 1994 en Estados Unidos (Fontanarrosa es Mundial).
“Cuando leía a los norteamericanos me daba cuenta de que ellos escribían sobre deporte. Hemingway sobre boxeadores, sobre toreros. Mailer sobre Clay. Philip Roth describe en uno de sus libros la literatura norteamericana como si se tratara de un partido de baseball. Pero acá esto no pasaba. De acuerdo, Cortázar y algún otro más habían escrito sobre box, pero sobre fútbol, nadie. Y el fútbol era y es nuestro deporte nacional”, señalaba en un reportaje concedido a Página/12 en el 2005.
“Escribir sobre fútbol no es contar un partido, lo que pasa en la cancha, sino lo que está afuera, lo que rodea y hace a la cancha. Como hicieron los norteamericanos con sus boxeadores: la pelea es lo de menos. Y lo que interesa no es el combate en sí sino lo que hace a su esencia.” Y remataría diciendo: “En las ferias de libros, la gente que se me acerca no viene por la literatura. Se me acerca por el fútbol. Es el ADN de la vida”.
Allí entra el polifacético Roberto Arlt con sus “Aguafuertes Porteñas”, uno de sus artículos escritos en 1929 y publicado por el diario El Mundo (1928-1967) se llamó “Ayer vi ganar a los argentinos” donde comentaba un partido que Argentina le ganó a Uruguay 2-0 y, quien escribiera “El juguete rabioso”, describía las escenas como un espectador más.
“Una naranja podrida reventó en el cráneo de un lonyi (en lunfardo: “gil”, tonto, lelo); cuarenta mil pañuelos se agitaron en el aire, y Ferreyra de una magnífica patada hizo el primer goal. Ni un equipo de ametralladoras puede hacer más ruido que esas ochenta mil manos que aplaudían el éxito argentino. Tanta gente aplaudía tras mis orejas, que el viento desalojado por las manos zumbaba en mis mejillas”. Así describió el primer gol del partido alguien que veía fútbol por primera vez.
Roberto Arlt fue un escritor de los bordes, no solamente porque muchos de sus personajes eran habitantes marginales sino, también, hombres comunes. Ciudadanos de a pie, de clase media porteña, integrados al sistema. Tenía la intención de mostrar una realidad fragmentada y de reproducir, a modo fotográfico, un momento concreto. El fútbol tiene mucho de eso.
La falta de interés por los deportes colectivos en la obra de Julio Cortázar es porque consideraba que en ellos se diluía la responsabilidad de los actos individuales. Por eso centró su preferencia en deportes que enfrentaban destinos individuales del uno contra el otro, como el boxeo o el tenis. Pero había un componente lúdico en sus libros y utilizó al fútbol como elemento para expresar los recuerdos adolescentes o del pasado, como ocurre en las conversaciones de Oliveira y Remorino en “Rayuela” o para explicar diversas ideas en “Vuelta al Día en Ochenta Mundos”, como la permanente búsqueda de una forma de expresión gracias a la improvisación y la suficiencia.
“El fútbol es estúpido y popular porque la estupidez es popular” y en su argumento también quedaba de manifiesto la condición humana que justifica la existencia y la naturaleza irracional que el fútbol cobra en muchos de sus aspectos: “La idea que haya uno que gane y que el otro pierda me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible. La gente hace de un triunfo o una derrota una cuestión de vida o muerte”, sentenciaba el autor de “El Aleph” quien condenaba al nacionalismo porque “sólo permite afirmaciones y toda doctrina que descarte la duda, la negación, es una forma de fanatismo y estupidez” y eso veía en el fútbol, donde “lo único que interesa es el resultado final; yo creo que nadie disfruta con el juego en sí” eran las frases que Borges le dedicaba al deporte inventado por los ingleses.
Hay una leyenda urbana que dice que Borges odiaba al fútbol porque a raíz de él quedó ciego. Jugaba de 8 y era hincha de Newell´s: sólo un equipo con nombre inglés podía cautivarlo. Parece inverosímil pero vale la pena mencionarlo para darle mayor riqueza al relato y avivar la polémica acerca del pensamiento del escritor sobre el deporte rey.
Pero la estadística dice (algo que en el deporte se usa mucho, no así en el universo de las letras) que Borges y su amigo Adolfo Bioy Casares escribieron el cuento “Esse est percipi” (ser es percibido) en el año 1963. Con fina ironía e indudable cinismo, los escritores advierten sobre el avance del poder de las cadenas televisivas sobre el fútbol. Así que, mal que le pese a “don Jorge Luis”, lo incluimos en nuestro equipo, y de ahora en más “juega para nosotros”.
“No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del 37. Desde aquel preciso momento el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman”.
La realidad actual del fútbol y esta ficción es mera coincidencia, me atajo a decir.
Hincha y ex jugador de Estudiantes de La Plata, Ernesto Sábato tuvo al fútbol como una de sus principales pasiones. “He llegado a agarrarme a las trompadas por la pasión del fútbol”, recordó en 1998 en una charla con el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos. En su ensayo “Fobal del grande”, homenajeaba en su relato a legendarios futbolistas que lo marcaron en su infancia. Su obra más exitosa, la novela “Sobre héroes y tumbas”, los personajes manejan la jerga del balompié y los relatos se funden con pinceladas futbolísticas.
Para el periodista Hernán Brienza, “hay un romance intelectual entre la literatura y el fútbol más cerca de las pasiones que de la disciplina que ambas artes requieren”. Pero tanto las manos como los pies talentosos todo lo que tocan pasa a la historia. Un gran párrafo suena a grito de gol. Un gran partido es lírica pura.
Nota: Adolfo González.
Fuente y fotos: Internet.
Corrección: Mariano Pennisi.
Contenidista: Jorge Scivetti.