PLAN DE INCLUSIÓN EDUCATIVA
Mirta y Rosa, dos madres y amas de casa que se animaron a anotarse en el PIE
Estas dos mujeres sanluiseñas todos los lunes, martes y miércoles se levantan temprano, preparan el desayuno a sus hijos, los llevan a la escuela y luego se van a clases. Las dos eligieron el Plan de Inclusión Educativa para terminar el secundario. “Sólo hay que animarse a aprender”, se anima Rosa con una mirada dulce que se desliza por su rostro. “El primer día que vine a clases me dije qué estoy haciendo acá, me quise ir. Hoy, no quiero faltar, vengo todos los días”, cuenta Mirta con una frescura y esperanza que salpica.
Afuera es junio, en las aulas del PIE, primavera. Los pasillos y aulas de la ex Casa de Gobierno están inundados de colores, sobresalen cartulinas con carteles donde se predica el compañerismo, el respeto, los desafíos. En algunos espacios incluso figuran los nombres de los que asisten en cada turno. Mapas y banderas completan el ambiente escolar.
Mirta Gerardo tiene 43 años, es ama de casa y a veces “hago trabajos de limpieza y costura”, cuenta con soltura, tiene la mirada brillosa y vivaz, como la de alguien que oculta un sueño. “Me pareció fácil, la estoy llevando bien. Ahora siento que soy un ejemplo para mi hijo, antes me sentía muy frustrada porque no lo podía ayudar en algunas tareas, gracias a Dios ellos pudieron estudiar, ahora me toca a mí”, proyecta esta mamá sanluiseña.
Rosa Molina tiene 54 años, hace diez años que está separada y tiene seis hijos: Mariangel, Matías, Sergio, Micaela, Karem y Franco. “Después de 41 años retomé los estudios, bastante tiempo, para mí fue muy importante. El sistema de estudio del PIE se adapta bastante a nuestra edad, la profesora, el compañerismo, todo hace que sea más fácil”, cuenta la ama de casa sobre los primeros días de clases.
Hace 30 años que Mirta dejó de estudiar. “Trabajaba y estudiaba y después me quedé embarazada y tuve que dejar”, evoca y recuerda el nacimiento de sus hijos. Cintia de 24, luego siguió Belén de 23 y el más pequeño de la familia es Lautaro de 9, que cuando se enteró que su madre terminaría el secundario le dijo: “Bueno mami si vos empezás a estudiar, yo te ayudo”.
Con cierta melancolía Rosa recuerda que debió dejar el secundario por la situación económica que se vivía en su casa, “mi madre no podía pagarme los estudios, éramos seis hermanos y bueno debí abandonar”.
“Volver a estudiar para mí fue algo muy raro porque no sabía qué hacer, pero a la vez fue muy lindo. Cuando llegué acá me dije qué estoy haciendo acá, qué hago, me vuelvo”, relata Mirta sin perder la sonrisa ni la esperanza, minutos después se explaya: “No sabía qué hacer, porque hace 30 años que no estudiaba. Pero una vez que empecé todo fue distinto, la profesora muy buena, entonces ya me sentí bien, dije, acá me quedo y ahora no quiero faltar, vengo todos los días”.
Rosa recuerda el día que contó en su casa que iba a volver a estudiar: “Mis hijos me escucharon y luego hasta me han aplaudido, tuve mucho apoyo de ellos, ya todos son grandes pero al más chico de 13 lo senté y le dije ‘voy a estudiar para poder ayudarte’ y se puso muy contento”.
Ambas alumnas del PIE imaginan y esperan el día de su egreso, con título en mano otras son las oportunidades que se abrirán ante ellas. “Me encantaría seguir una carrera y darle una buena imagen a mis hijos, quiero que ellos puedan reflejarse en mí”, sostiene con voz de madre orgullosa Rosa, después Mirta finaliza: “Yo siempre quise ser maestra jardinera, me encantan los chicos, ya estuve averiguando para hacer un curso de ayudante y después vemos, ¿por qué no?”, nos pregunta pero ella ya sabe la respuesta, ¿por qué no?.
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Nota: Cecilia Sosa.
Video: Sergio Nieto.
Fotos: Cristian Bastías.
Edición de video: Luciana Picca.
Corrección: Berenice Tello.
