Yohana Alfonzo y Soledad Frías
Dos mujeres y un camino: El boxeo
Yohana Alfonzo y Soledad Frías son profesionales del boxeo femenino en San Luis. El pugilismo, además de forjarles un destino deportivo, les aportó valores que terminaron de modelar la personalidad, al igual que la disciplina del gimnasio.
Yohana Alfonzo y Soledad Frías son las referentes del boxeo femenino en San Luis. La mercedina tiene una carrera encaminada hacia el plano internacional (poseedora del cetro OMB Latino del Consejo Mundial de Boxeo y con la posibilidad cierta de pelear por la corona del mundo), mientras que “La Sole” tiene la chance de ser campeona argentina el 20 de diciembre.
Ambas tienen asumido que este deporte, para ellas, no sólo es un medio para la autorrealización, sino que además es su trabajo, su profesión, su forma de ganarse la vida.
Hoy recorren un mismo camino, al que llegaron de formas distintas.
“Un día fui a verlo entrenar a mi novio -el ex boxeador profesional Marcelo “El Playboy” González- en Sociedad Española y me senté en la tribuna a mirar. También estaba entrenando Mara –Flores- y su técnico, Daniel Carriqueo, me preguntó si me animaba a guantear con ella, porque no tenía con quien. Le dije que sí, sin haberlo hecho nunca, hicimos dos rounds y ella no quiso más, contó entre risas, Soledad Frías. Era el año 2005 y no se imaginaba que su vida daría un vuelco de 180º a partir de ese momento.
Yohana Alfonzo tiene más trayecto recorrido en la actividad, porque los resultados y las oportunidades vinieron casi de la mano.
“Para mí el boxeo es todo: mi carrera, es una pasión y ha pasado de ‘un gusto’ a un estilo de vida”, dice Alfonzo y agrega: “Hoy es un trabajo para mí, porque tengo que sacrificarme todos los días, levantarme temprano y dividir el día en tres turnos”, para ratificar, por si a alguno le quedan dudas, que se lo toma en serio.
Aquí, otra vez los caminos se yuxtaponen entre las boxeadoras y las aseveraciones de sus dichos coinciden, como si las palabras para describir fueran las únicas para ambas.
“Nunca pensé que iba a llegar a ser boxeadora profesional. Pensaba que iba a ser un pasatiempo, pero estoy muy metida, hoy es una pasión para mí y me encanta”, dice “La Sole” Frías.
El presente de las boxeadoras puntanas, más allá de la diferencia de objetivos, marca un estado: una actitud madura, una disciplina mental que lograron trasladar del gimnasio hacia la concepción que tienen del boxeo y de la importancia que tiene en sus vidas.
Tras 40 peleas como amateur, en su mayoría fuera de la provincia, Soledad Frías dijo: “El camino recorrido hasta hoy, tras nueve años de carrera, fue todo un aprendizaje. Los resultados no miden lo que el boxeo marcó en mi vida”.
Con un récord de cinco ganadas, cinco perdidas y cuatro empates como profesional, el 20 de diciembre, Frías peleará por el título argentino de la categoría minimosca (48,900 kg), que ostenta la cordobesa Romina Alcantra.
“Creo que estar en condiciones para pelear un título argentino, lo demostré, vengo de ganar la última por KO a Marta Juncos, una chica de Córdoba que fue quien le duró a la campeona argentina los 10 rounds. Además, pelearon cuatro veces y siempre terminó en pie, y hasta le sacó un empate. Tengo una buena medida de lo que soy y puedo dar”, sentenció “La Playboy” (mote que adoptó de su pareja, Marcelo González)
Para “La Leona” Alfonzo, “pelear por el título del mundo es un paso muy importante en mi carrera, pero quiero perfeccionarme con dos o tres peleas antes, con rivales que me exijan y salgan a dar combate. Quiero saber dónde estoy parada y cómo reacciono ante la adversidad”, dijo, con aplomo, Yohana, para cerrar diciendo: “cuando uno pelea por algo tan grande, hay en juego muchas cosas y quiero estar bien, física y mentalmente preparada, más allá de tener la chance”.
Criterio, seguridad en ellas mismas, frases reflexivas y no de ocasión, demuestran que a estas chicas la escuela del boxeo les enseñó lecciones que otros encuentran en las bibliotecas de las universidades.
A juzgar por el presente de ambas, no está mal después de todo.
Nota y foto: Adolfo González