LITERATURA
miércoles, 04 mayo de 2016 | 14:07

Poeta al fin

Carmela Quipildor esperó hasta la jubilación para dedicarse de lleno al arte. Nació en Catamarca pero vive hace varios años en Merlo, donde pule sus versos orquestados por la naturaleza y la pintura, otra de sus pasiones. Pronto publicará su quinto libro.

Además de poeta, Carmela ha sido docente, dibujante, pintora, fotógrafa y mimo.

Además de poeta, Carmela ha sido docente, dibujante, pintora, fotógrafa y mimo.

“El arte me dio el sentido de la vida y la poesía es una necesidad espiritual”, sentencia Carmela Quipildor, a los 78 años.

En su pequeño departamento en Merlo, donde vive desde 2001, tiene varios cuadros con diferentes técnicas que dan cuenta de su larga inquietud artística. Pero además de los pinceles y la pluma, Carmela ha trabajado con las tizas, los párpados y con guantes. Es que fue docente, fotógrafa y mimo.

En breve publicará su quinto libro que, a diferencia de los anteriores compuestos por versos al estilo haiku, ahora elabora un ensayo sobre educación, en base a su experiencia.

Quipildor nació en Tinogasta, provincia de Catamarca. “Desde pequeña buscaba cosas para hacer arte. A los siete años me fui a vivir a Córdoba con mi madrina, porque pertenecía a un hogar muy pobre y mi madre estaba muy enferma. Mis hermanos tuvieron que trabajar desde muy pequeños. En el 83, me reencontré con ellos en el sur del país”, cuenta.

“Una mañana me despierto y se me vino la palabra Merlo. ¡Ah! dije, debe ser el Merlo de San Luis, entonces me vine a averiguar”, agrega sonriendo.

Carmela trabajó doce años en el Instituto de Oncología “Ángel H. Roffo”, luego se desempeñó quince años en servicios sociales bancarios y posteriormente fue docente de dibujo en Buenos Aires, donde vivió por más de cuarenta años.

“Nunca viví del arte. Ahora que estoy jubilada, sí”, expresa. Durante su tiempo libre, Quipildor se dedicaba a su pasión. “Trabajé como técnica radióloga para trabajar menos horas y dedicarme al arte”, dice entre risas.

“Se ve que no nací para tener hijos. Mis hijos son todos estos”, reflexiona sonriente, mientras señala los cuadros en su hogar. El silencio hace que las cucharas del café suenen como martillazos. “En Catamarca no me conocen”, confiesa luego, seria.

Carmela Quipildor esperó hasta la jubilación para dedicarse de lleno al arte.

Carmela Quipildor esperó hasta la jubilación para dedicarse de lleno al arte.

Quipildor realizó exposiciones en Merlo y Buenos Aires. También escribe historietas, cuentos y ha participado en diversas antologías. En su biblioteca atesora obras de Roberto Juarroz, Vicente Huidobro, Santiago Kovadloff, entre algunos de sus preferidos.

Su tercer libro, titulado “Semillas”, va por la segunda edición. A menudo recibe cartas de puño y letra con cometarios desde otros países.

Agüero ha maravillado a la poeta. Lo relee siempre. Para el concurso “Agüero, poeta del arraigo”, le dedicó un poema que lee con resonante cadencia: “Salgamos vestidos de niebla/ con la ropa de los vagabundos y los humillados,/ para dar nuestro canto de viva voz, Antonio Esteban Agüero”.

En este poema, Carmela también parece presagiar su propio destino: “Ser polen que viaja/ meterse en la célula del canto/ armar y quebrar la vida/ ese es el destino del poeta/ y se entrega como niño/ y se sabe abandonado con la dulce y amarga sensación/ de un cantor prófugo que deja su nido cantando.”

Nota: Matías Gómez.

Fotos: Marcelo Lacerda.

Edición: Martín Micali.

Voz en off: Carmela Quipildor.

Corrección: Berenice Tello.

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