LITERATURA
domingo, 26 junio de 2016 | 18:54

Redefinir la mitología puntana

Guiada por Liliana Bodoc, autora de “La saga de los confines”, María Inés Lanfranchi escribe su tercer libro donde el mundo onírico aterriza en lo verosímil o impulsa búsquedas por mapas nuevos.

María Inés realiza una tutoría con Liliana Bodoc, autora de La saga de los confines.

María Inés realiza una tutoría con Liliana Bodoc, autora de “La saga de los confines”.

María Inés Lanfranchi vive hace siete años en Merlo. Hace tres publicó su primer libro. Actualmente prepara su tercer libro bajo tutorías de la escritora Liliana Bodoc quien saltó a la fama desde que publicó la trilogía “La saga de los confines”, el equivalente latinoamericano de “El señor de los anillos”.

María Inés se siente identificada con Liliana porque ambas empezaron a escribir de grandes e influenciadas por Tolkien.

En los giros narrativos de Lanfranchi se cuela el monólogo y el misticismo, ya que uno de sus autores preferidos es Carlos Castaneda.

“El tajo”, su primera obra, es un compilado de cuentos oníricos. En su segundo libro escribió sobre la violencia de género pero orientada por cuentos de Roberto Fontanarrosa. Y ahora explora la literatura fantástica.

_ ¿Qué autores de San Luis la inspiran?

_ De la obra del poeta Antonio Esteban Agüero me conmueven textos que no son muy conocidos como por ejemplo “El cristo negro”, “Poema de mi muerte en el campo”, “Destino gracias” o “Loa del vino”. En lo referente a la literatura fantástica soy ferviente admiradora de Berta Vidal de Battini. Transmito sus “Mitos Sanluiseños” en colegios cuando me convocan como narradora oral, otra vertiente de las palabras que llevo en mí. Puntualmente es ella quien me inspira porque en este momento estoy trabajando el proyecto de “Seres mitológicos de San Luis” y la obra de la señora Berta se me hace más que presente. Imagino escribir el camino inverso de sus historias. Para quienes no conocen su obra les cuento que en todas ellas el o la protagonista es una persona con “pecados” exacerbados y por ello recibe el castigo divino de convertirse en un animal o insecto. Dicho por ella misma en el prólogo confluye en su trabajo de investigación una comunión de los saberes ancestrales de nuestra región con impacto evangelizador. Bien, entonces me pregunto: ¿Quizás ya sea tiempo de sacar a esos seres del castigo? ¿Cómo sería una historia donde los animales e insectos, luego de haber purgado sus penas, vuelvan a convertirse en humanos? Ideológicamente deseo creer en un dios o, por qué no, varios dioses que no nos castigan sino que acompañan nuestro aprendizaje. Esas literaturas me inspiran, me dan ganas de crear dándoles una nueva vuelta fantástica. Por estos rumbos anda el proyecto de mi cuarto libro, que ya estoy escribiendo y contará con ilustraciones del Artista Plástico Fernando Molinari. Será un libro compartido por dos vertientes de la fantasía.

María Inés nació en 1967 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Trabaja en ANSES y tiene dos hijos adolescentes. Además de narrar dirige una editorial. Considera que el paisaje de las Sierras de los Comechingones es su refugio mediante el cual abreva también las experiencias precolombinas.

No tiene rutina de escritura pero insiste. “Cuando el momento de escribir es nocturno me encuentro muchas veces con la pantalla encendida y los ojos apagados. Por este motivo el lugar donde descansa mi computadora es debajo de la cama. Al menos mientras mis hijos sean chicos imagino que será así. Luego veremos”, cuenta.

_ ¿Qué consejos recibió de Liliana Bodoc para seguir en su sueño literario?

_ Desde el año pasado, 2015, estoy trabajando mi tercer libro en tutoría con ella, además viajo a Buenos Aires para tomar todos los cursos que me sean posibles. A todos los alumnos nos hace mucho hincapié en el verosímil de las historias por mas fantásticas que sean. ¿Qué significa esto? Que tenemos que ser honestos con el lector y ofrecerles una coherencia basada en el trabajo con la intertextualidad, entre otros aspectos. Por ejemplo, en el caso de su obra, al escribir sobre épica fantástica dedica mucho tiempo a investigar textos relacionados con la trama, determinar las características históricas de los personajes, el territorio donde se lleva a cabo la narrativa, diseña mapas, distancias y el recorrido de sus personajes.

En el caso mío, humildemente puedo decir que, en mi tercer libro, próximo a editarse en el 2017 llamado “Diario de una búsqueda”, me incentivó a que investigue acerca de Libros Sagrados para que haga dialogar mi texto con esos otros. Para que se entienda más la idea les anticipo que en él describo el camino de mi búsqueda espiritual de la mano de Ciruelo Cabral y su obra. Es la primera vez que hablo de ello pero este contexto lo propicia y poseo la autorización de este gran artista plástico para hacer explícita la verdad. Voluntad que expresa en el epílogo. Los personajes son Nei, la buscadora, y Cir, el supuesto maestro. Cuando lo lean sabrán por qué me aventuro a decir “supuesto”.

Trabajando la intertextualidad con los Libros Sagrados noté que todos ellos con diálogos escritos por alguien entre un maestro y sus discípulos. Esta estructura me ayudó a encontrar el verosímil de mi obra. Libro más que bendecido.

_ ¿Qué le dice su familia sobre su vocación literaria?

_ Mi padre no me entiende. Cuando le regalo los libros me dice que escriba más fácil. Pobre, ¡la hija que le tocó! Mi tía y primos son los que me alientan y me compran los primeros ejemplares, siempre preguntan por el próximo. Mi compañero me incentivó desde el primer momento a escribir, es quien vivió en carne propia mis mutaciones. Pero mis hijos son mi verdadero parámetro. Si ellos están bien con su vida y sus aprendizajes no me estoy pasando de la raya. Siempre los miro y me mido. Ellos me acompañan, mi escritura ya se convirtió en rutina. Al principio, cuando eran más pequeños, se sorprendían con las historias que inventaba. Ahora es como el sol que despunta todos los días tras las sierras o la luna que nos arrulla por las noches. Preguntan al pasar ‘¿Soñaste algo? ¿Qué estás escribiendo?’ De la misma manera que pueden otros hijos preguntar ‘¿Qué estás cocinando? ¿Fuiste al gimnasio hoy?’. A veces ellos comentan un sueño genial que tuvieron y les pido permiso para escribirlo. O luego de escuchar una historia que escribí, como a la pasada, se ponen a dibujar y está tan bien logrado que incorporo sus ilustraciones a mis libros. Cuando nos invitan a una feria o encuentro fantástico allí vamos con el stand, los libros y mis narraciones o conferencias. Saben perfectamente que si no puedo estar a la venta se tienen que ocupar ellos mismos y lo hacen de mil maravillas. Todo lo que implica escribir y editar se está convirtiendo en una relajada cotidianeidad. Somos un equipo.

_ ¿Cuánto influye el mundo onírico en su prosa?

_ Lo es todo. Fue así, escribiendo lo que sueño que comencé a escribir. Ray Bradbury en las últimas páginas de “Más rápido que la vista” nos dice que cuando las voces del amanecer nos despiertan debemos correr rápidamente a la máquina de escribir antes de tomar una ducha. Fue haciéndole caso que comencé con mis relatos. Eso es precioso, buscar y encontrar las palabras que reflejen de alguna forma aproximada las mutaciones oníricas. Es apasionante. No obstante, nunca se puede reflejar una imagen que uno tiene hasta en cuarta dimensión a un texto. Pero intentarlo es mi pasión. En una oportunidad soñé que a mi lado estaba abierto un portal al cual podía entrar en cualquier momento y vivir una realidad con reglas del orden de lo mágico. En ese sueño yo tenía miedo de perderme allí dentro y no poder salir. Cuando desperté escribí y reflexioné en lo raro de convivir con la puerta de la fantasía onírica todo el tiempo abierta. Al principio llegué a desear vivir como antes. Pero decidí convivir con esa sensación de “chiflete” que me invita a pasar y a su vez me mantiene alerta para volver.

_ Fuera de las páginas, ¿para qué cree que sirve ponerse en la piel de otras voces?

_ Creo que sirve para encontrar la propia voz. No se puede escribir sin ideología. Y al hacer hablar a los personajes uno va jugando con los límites de aquello que somos y creemos. Por ejemplo en “Laberinto”, que es una historia de violencia de género y sexualidad el agresor tiene una pareja clandestina homosexual y por mandato se casó con la protagonista que no ama. Al escribir los pasos de “Francisco” fui reconociendo en mí el deseo de que sea feliz, sostengo que todo agresor no es feliz, y ese es un llamado de atención a los padres, particularmente a las madres. Pero volviendo a la idea anterior, acompañé a mi personaje y su pareja por el costoso (más en mi juventud, quizás ahora no tanto) camino de mostrarse tal cual son y sentí que modificándose y liberándose todo el entorno se relaja y accede a la armonía de la diferencia. Y si bien tenía esta convicción antes de iniciar el escrito de la historia, estiré y recreé los límites al trabajarla.

Es parte del verosímil del que nos habla Liliana Bodoc. Tenemos que ser auténticos por más fantasía que hagamos.

María Inés Lanfranchi escribe su tercer libro donde el mundo onírico aterriza en lo verosímil o impulsa búsquedas por mapas nuevos.

María Inés Lanfranchi escribe su tercer libro donde el mundo onírico aterriza en lo verosímil o impulsa búsquedas por mapas nuevos.

_ ¿Piensa también en agregarle poesía a sus párrafos?

_ Sí claro, esa es una enorme deuda que tengo conmigo. La prosa siempre me atrajo más, la poesía en cambio me aburre. Quizás porque no encontré un maestro de la poesía que me permitiera amarla. Pero sé que es necesaria en el texto; se escriba con métrica o de corrido, la poesía le da alas a las imágenes que pretendemos construir. Podemos decir: En Merlo, como la sierra de los Comechingones está al este, el amanecer sucede mucho más tarde. Pero también podemos decir: La sierra perezosa alza sus pestañas al sol.

Para que mi prosa también esté cargada de poesía decidí este año dedicarlo a mi formación literaria. En la actualidad estoy realizando un postgrado virtual de Creatividad Humana y Comunicación como también mis talleres intensivos de un fin de semana por mes con Liliana Bodoc.

_ Una línea de su texto “Aves de rapiña” despierta una pregunta con la que podríamos concluir la entrevista: ¿Por qué será que cada tanto los escritores necesitan migrar hacia un silencio jamás deletreado?

_ Porque ese es el portal, a través de ese silencio entramos en el otro plano el cual pretendemos enlazar con nuestras palabras. También con ese silencio encontramos las incomodidades sociales que nos genera un escape por medio del arte. Es el silencio de la magia de un beso, de la respiración, del momento exacto que partimos hacia lo onírico o la muerte.

“Aves de rapiña” está en “Diario de una búsqueda”; es prácticamente el punto de partida de mi búsqueda espiritual donde juego con la idea de que les dejo partes de mi cuerpo a las aves de rapiña para que se entretengan, mientras yo (inadvertida) parto hacia otro sitio, el del silencio, el de la nada, el del todo.

 

Nota: Matías Gómez.

Fotos: Gentileza.

Corrección: Mariano Pennisi.