LITERATURA
domingo, 30 octubre de 2016 | 11:34

Mención de honor para Ricardo Piglia en el Senado

La distinción al escritor de 74 años en reconocimiento a su trayectoria y excelencia académica fue impulsada por el senador Adolfo Rodríguez Saá.  

El Senado de la Nación entregó la Mención de Honor "Domingo Faustino Sarmiento" al escritor Ricardo Piglia.

El Senado de la Nación entregó la Mención de Honor “Domingo Faustino Sarmiento” al escritor Ricardo Piglia.

“Ricardo Piglia, el autor de ‘Respiración artificial’, entre otras grandes obras, es hoy reconocido como el autor más importante de nuestras letras; gracias Ricardo Piglia por su literatura, por sus clases magistrales, por su ejemplo de vida, y por despertar, entre muchos, esa pasión por la lectura”, señaló Rodríguez Saá durante la entrega de la Mención de Honor “Senador Domingo Faustino Sarmiento” que fue recibida por la nieta del escritor, Sasha Pedersen, ya que Piglia padece esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad neuromuscular degenerativa que afecta su movilidad.

Al Salón Lila del Congreso Nacional asistieron también la senadora Liliana Negre de Alonso, y el escritor y psicoanalista Luis Gusmán quien comparte amistad con el escritor hace más de 30 años.

El homenaje realizado el martes 18 fue el primer reconocimiento por parte del Estado para quien cosecha una prestigiosa trayectoria con obras como “Plata quemada”, “Nombre falso”, “La ciudad ausente”entre otras.

Piglia además tiene una vasta producción crítica y ensayística. Fue también docente en Argentina y en universidades del exterior, como Princeton y Harvard. Entre los numerosos premios nacionales e internacionales que recibió se destacan el “Rómulo Gallegos” (Venezuela, 2011), el Iberoamericano de Narrativa “Manuel Rojas” (Chile, 2013), el “Konex de Brillante” 2014 en la categoría Letras, y el Premio “Ciutat de Barcelona” 2016.

Discurso de Ricardo Piglia, leído por su nieta

Estimados amigos,

Siento no estar con ustedes esta noche, estoy un poco embromado, tengo dificultades para movilizarme, lo cual no ha hecho más que agudizar mi tendencia a no salir de casa, por eso he pedido a mi nieta Sasha Pedersen que me represente ante ustedes.

Me siento muy honrado por este reconocimiento y sobre todo porque está asociado al nombre de Domingo Faustino Sarmiento. Como sabemos, hay muchos Sarmiento: está el senador y el educador, y el presidente de la Nación. Pero en mi caso es el escritor el que me interesa. Es uno de los más grandes escritores de estas provincias (quizás el más grande). Tiene una capacidad verbal única y una eficacia retórica inigualable. La calidad literaria de Sarmiento fue reconocida primero por sus enemigos. Una anécdota contada varias veces por el propio Sarmiento condensa la historia de esa recepción. Juan Manuel de Rosas, a quien le han enviado servilmente un ejemplar del “Facundo”, le dice a sus colaboradores: “Así se ataca, a ver si alguno de ustedes es capaz de de defenderme del mismo modo”.

La lectura enemiga es la que mejor percibe la eficacia estilística, los pensadores nacionalistas desmontaron el andamiaje formal de “Facundo” e indagaron las razones de su potencia discursiva. Los ensayistas de la tradición liberal, en cambio, exaltaban el contenido del libro y convirtieron la oposición civilización-barbarie en una máquina de guerra que podía ser usada en cualquier coyuntura del país.

“Facundo” es un caso claro (el más claro diría en toda la literatura argentina) de un texto escrito con una finalidad práctica y extraliteraria que ha ido ganando espacio en la literatura hasta convertirse en un clásico. Los procedimientos de construcción se han hecho más nítidos y se han subordinado a los contenidos políticos y a las declaraciones ideológicas. Por una paradoja que es típica de la historia de la literatura, este escritor para escritores, y el “Facundo”, es ya un laboratorio de formas, registros verbales y de resoluciones narrativas.

La lectura enemiga es una categoría clave en la historia del desplazamiento del “Facundo” de la política a la literatura porque siempre lee otra cosa: no la verdad de la obra de Sarmiento sino sus procesos de encubrimiento y ficcionalización. Leer en contra de sus “verdades” históricas supone de entrada analizar las razones retóricas de su eficacia. Porque si la escritura de Sarmiento trascendió la realidad política y la función práctica fue, antes que nada, por su “extravagancia” formal. Más allá de los usos a los que fue sometido (escolar, histórico, académico, político, pedagógico), ha persistido siempre en la escritura de Sarmiento un exceso formal que resistió la normalización. Los escritores argentinos, desde Saer hasta Walsh, estamos en esa tradición que combina responsabilidad social y voluntad de experimentación narrativa, por eso agradezco una vez más esta distinción que me enorgullece.

Muchas gracias.

Ricardo Piglia

 

Fuente: Revista Ñ.

Foto: Senado de la Nación.

Video: Matías Ceballe.

Corrección: Mariano Pennisi.