TENGO MI CASA
“Vos teniendo la casa, tenés todo. Todo”
Edith Lobo se mudó a Nogolí hace 25 años. Durante más de dos décadas hizo todo lo posible por tener un hogar propio, y si bien el sueño se postergó, finalmente se hizo realidad a fines de septiembre. Agradecida, dice que la casa es un nuevo comienzo para ella y sus dos hijos.

Edith Lobo nació en la capital de San Luis pero hace 25 años que reside en Nogolí. En poco más de dos décadas se inscribió en varios planes de vivienda, la última vez en 2011, y a pesar de que el sueño de la casa propia estuvo a punto de concretarse varias veces, el anhelo se le escurrió de entre las manos en varias entregas.
Con la ilusión de que su momento llegaría, hubo oportunidades en las que compró muebles y utensilios para lo que sería su hogar, pero terminaba usándolos con el correr del tiempo. Cuando en 2024 la convocaron desde la dirección de Vivienda del Gobierno a un acto al Ave Fénix, donde Claudio Poggi anunció que terminaría las unidades habitacionales de los planes ‘Progreso’ y ‘Sueños’ que habían quedado sin entregar, la ilusión volvió a encenderse.
Finalmente, el pasado 22 de septiembre, el Gobernador le colgó en el cuello la llave del espacio que tanto esperó. “Vos teniendo la casa, tenés todo. Todo”, sostiene.
Cuando llegó su primer hijo, Gonzalo, que hoy tiene 15 años, Edith se mudó junto con su entonces pareja a la casa de los padres de él, que a pesar de su separación posterior ocupó hasta hace poco más de un mes.
“Nunca nos pidieron alquiler, nunca nos pidieron nada. Nos dejaron vivir así, nos prestaban para que viviera mi hijo (mayor), que es familia de ellos. Y hasta el día de hoy nos dieron nuestra casa”, cuenta agradecida, al tiempo que reposa en saber que Gonzalo tendrá esa herencia.
Pero que su preocupación siempre fue tener algo propio para Matías, su hijo menor, que tiene 6 años y padece autismo. “Él (por Gonzalo) tiene la familia presente, en cambio el chiquito no, él depende de mí. Por eso estoy contenta, porque ya sé que algo le puedo dejar”.

Mientras disfrutaba de ese primer nido, Edith actualizaba cada vez que era necesario sus datos en el registro de quienes querían acceder a una vivienda. En esos años le tocó ver cómo a su hermano le adjudicaron un hogar en un barrio de la capital, y si bien tuvo la promesa de que el suyo sería construido en Nogolí, esa posibilidad pasó de largo.
Mientras, vivía con la sensación que tienen todos los que ocupan un lugar ajeno: las ganas de proyectar, de hacer modificaciones y no poder.
En 2011, con esfuerzo, empezó a pagar las cuotas del plan ‘Sueños’: “Hace 15 años atrás 500 pesos era mucho pero era pagar pensando siempre que la prioridad era la casa. Pagar la casa siempre lo tenés que hacer porque lo esperás, es algo que vos necesitás”.
Pero el primer mandato de Poggi terminó y el Gobierno que lo sucedió discontinuó los planes habitacionales: “Como que lo dimos todo por perdido. Primero me compraba cositas, entusiasmada, ‘esto va a ser para la casa’ y bueno, no pasó nada”.

Ese sentimiento, de haber comprado sillas o vajilla azul, su color favorito, para luego terminar usándolas a diario, creó un cierto recelo que la llevó a tomar la actitud de no querer visitar el que ahora es su hogar, mientras lo construían.
“No la voy a tomar como mía hasta que no vea que tengo la llave”, cuenta y recuerda que sus compañeros de trabajo de la municipalidad y un vecino que hacía de sereno en la obra la animaban a que fuera a ver los avances, pero ella se rehusaba. “Estaba el miedo de siempre”.
Fue difícil que Matías entendiera que iban a mudarse a una nueva casa, propia, y si bien Gonzalo la habita con ellos, es difícil retenerlo gran parte del día porque aún no instalaron internet, evidentemente, un servicio indispensable para su vida social adolescente.

Edith cuenta con un gran grupo de soporte, tanto familiar como de amigos. Tanto así que el día de la entrega, un grupo de amigas le confeccionó un cartel con fotos suyas y de los niños con la leyenda “Bienvenidos a la felicidad. Acá empieza una nueva historia”; luego llegaron los regalos, entre ellos plantas y camas de algarrobo para sus hijos.
Y un dato no menor; Gonzalo y Matías finalmente le torcieron el brazo a su madre para quedarse con la habitación más grande, donde dicen, hay más enchufes para sus dispositivos electrónicos. “Ellos lo eligieron y a mí me corrieron al fondo”, bromea.

Una semana después de haber entrado por primera vez por el umbral de su casa, Edith pudo comprar una mesa y sillas y mudarse definitivamente luego de trasladar la cocina. Lo siguiente, dice, es hacer crecer el jardín, aunque ya comenzó a pelear con las hormigas, que ralearon varias hojas de sus plantas.
Sobre el techo propio, volvió a remarcar que “es lo principal. Como digo, podemos tener cualquier cosa, pero la casa es lo principal. Vos teniendo la casa, tenés todo”. “Lo demás ya está, lo vamos a conseguir en algún momento. Pero a lo central ya lo tenemos. Y estamos bien, los tres”.

