CONEXIÓN CON LA HISTORIA

El ferrocarril: pionero de los pueblos, historias, progreso y sueños de los puntanos


El paisaje tranquilo de los campos de San Luis cambió para siempre el día en que el tren cruzó por primera vez la llanura. Hace 150 años aquel silbato no solo anunciaba la llegada de una locomotora, traía consigo el progreso, la comunicación y la promesa de un nuevo tiempo para la provincia.

Tilisarao y Concarán florecieron gracias a los talleres y al movimiento ferroviario que impulsó su crecimiento urbano.

Era fines del siglo XIX cuando las obras del Ferrocarril Andino (más tarde Buenos Aires al Pacífico), avanzaban sobre los campos del centro y el oeste argentino. Los rieles, extendidos con precisión milimétrica, unieron primero Villa Mercedes con Justo Daract, y más tarde con la capital puntana, hasta alcanzar enclaves hoy convertidos en nombres cargados de historia y recuerdos: Beazley, Alto Pelado, Arizona, Balde, La Toma, Naschel, Concarán, Santa Rosa del Conlara y Tilisarao, entre otros.

Para muchos pueblos, el tren fue literalmente el principio. Alrededor de cada estación crecieron calles, almacenes, viviendas, talleres, hospedajes, poesía, canciones y amores. Así la rutina del silbato y el humo se volvió el pulso cotidiano. Los vagones de carga trasladaban minerales, productos del campo y mercancías diversas; los de pasajeros traían médicos, maestros, viajantes, noticias y sueños. Fue generador de cultura y turismo. “Cuando llegó el tren, llegó la gente”, cuentan aún los mayores en localidades como La Toma o Santa Rosa del Conlara, donde la estación era más que un punto de partida, era el centro de la vida social. Los niños se sentaban a ver pasar los trenes, los músicos se inspiraban, y los jóvenes se despedían en el andén antes de tomar rumbo a Buenos Aires o Mendoza.

Actualmente solo se encuentran operativas para cargas las estaciones del Ferrocarril San Martín en Justo Daract y Beazley.

La llegada del tren

El 22 de octubre de 1875, la vía férrea de Rosario llegó a Villa Mercedes y se inauguró la estación. Así el ferrocarril llegó a la provincia de San Luis, pasaron 150 años de esta memorable fecha. Entre 1871 y 1875 el Gobierno nacional construyó la línea que iba de Córdoba a Tucumán y otra de 256 kilómetros que salía de Villa María, hasta Villa Mercedes. La obra se decidió por Ley nacional del 14 de octubre de 1868 y fue adjudicada a la empresa R. Thomes Cía por la Ley 584 de 1872. Propuesta la obra por los senadores de San Luis, Juan Llerena y Mauricio Daract, fue proyectada y trazada por uno de los primeros ingenieros argentinos, Guillermo Villanueva. Completados los puentes sobre los ríos Tercero y Cuarto, y los arroyos Gato, Chaján, Sampacho y Holmberg, la vía pronto llegó al río Quinto.

Para la inauguración del tramo en octubre de 1875 llegó el presidente Nicolás Avellaneda y sus ministros; el gobernador de San Luis, Rafael Cortéz, otros gobernadores, altas autoridades y el jefe de la Frontera Sur, Julio A. Roca, entre otros notables.

El presidente Nicolás Avellaneda envió un telegrama al ex presidente Domingo Faustino Sarmiento en el que decía: “Los que asistimos a la inauguración del Ferrocarril Andino no podemos menos que felicitar por este importante acontecimiento, al eminente ciudadano Don Domingo Faustino Sarmiento bajo cuya progresista e ilustrada administración se dio inicio a esta obra”.

Estaciones con alma

Villa Mercedes: ‘madre de los rieles puntanos’, fue uno de los primeros nodos ferroviarios del oeste argentino. Su estación, inaugurada en 1886, aún conserva el aire señorial de las grandes terminales del siglo XIX.

Ciudad de San Luis: vio nacer su estación central en 1888, con un estilo inglés sobrio y elegante. Hoy, su entorno se revitaliza como espacio cultural y de memoria.

La Toma, corazón del mármol ónix, recibió el tren en 1907, lo que permitió el auge de la producción minera.

Tilisarao y Concarán florecieron gracias a los talleres y al movimiento ferroviario que impulsó su crecimiento urbano.

Estación de Tilisarao.

En el Valle del Conlara, la Estación ‘Adolfo Rodríguez Saá’ (antiguamente Pisco-Yacu) representa el extremo romántico del recorrido: un punto donde los rieles parecían perderse entre montes y horizontes.

Entre el silencio y la memoria

Con la modernización del transporte y la crisis ferroviaria de los años ’90, los silbatos se apagaron. Las estaciones quedaron vacías, las vías se oxidaron y el tren se convirtió en un recuerdo.

Con el pasar se los años, distintas iniciativas culturales y municipales buscaron poner en valor esos espacios. En Villa Mercedes, la vieja estación se integró al circuito del Molino Fénix y en Santa Rosa del Conlara, vecinos promueven la vuelta del tren como eje de desarrollo.

Más allá de su función de transporte, el tren se volvió parte del imaginario popular, marcando canciones, relatos y costumbres. Desde los versos del Cancionero Cuyano hasta las historias familiares que se transmiten de generación en generación, el ferrocarril encarna una época de sueños colectivos y horizontes abiertos.

Caminar por las viejas estaciones de San Luis es recorrer una galería de memorias: los bancos de hierro, los relojes detenidos, las balanzas de encomiendas, las mesas giratorias, las señales, los tanques y tomas de agua, los murales con paisajes cuyanos. Cada detalle habla de un pasado que permanece en una provincia que supo viajar sobre rieles y aún guarda la esperanza de volver a escuchar el eco del tren.

Cuando el turismo patrimonial cobra fuerza y los pueblos buscan rescatar su identidad, las antiguas estaciones ferroviarias se transforman en espacios culturales, museos, ferias y centros comunitarios.

Estación de Arizona.

El tren, aunque silencioso, sigue marcando el rumbo, es símbolo de conexión, de historia compartida y de la capacidad de San Luis para reinventarse sin olvidar sus raíces. Porque por donde pasó el tren quedó algo. Los rieles oxidados, el recuerdo de la campana y el silbato del guarda, la bocina del tren, historias, de encuentro, amor y despedidas un puente que traslada en el tiempo a un infinito mundo de sueños.

Fuentes: Biblioteca del Congreso de la Nación | Historiador Néstor Menéndez.



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