TENGO MI CASA

“Los catorce años de espera valieron la pena”


En el sector de las 400 viviendas de los planes ‘Progreso’ y ‘Sueños’ del barrio Unión, frente al complejo habitacional La Ribera, Margarita Valdez y su pareja Néstor Alberto disfrutan de su casa propia después de una larga y dolorosa espera que ellos mismos definen como “eterna”.

Margarita se inscribió en 2011 junto a su hijo, que entonces tenía nueve años. Hoy él es adulto y padre de dos niños, y en ese trayecto la vida la convirtió en abuela mientras seguía aguardando por un techo propio. “Era eterna la espera, yo alquilando me fue imposible. Perdí la esperanza de tener mi casa”, recuerda.

Durante la gestión pasada, la de Alberto Rodríguez Saá, le comunicaron que podía solicitar la devolución de lo que había pagado hasta el momento y renunciar a su derecho a la vivienda. Estuvo a punto de hacerlo, pero un empleado de Rentas le aconsejó lo contrario: que no renunciara, que tuviera esperanza. Guardó aquel papel como un tesoro y decidió esperar. Esa decisión, finalmente, se vio recompensada.

Néstor también conoce lo que significa vivir de alquiler: “33 años alquilando, después 14 más… el que paga alquiler lo sabe: nada es tuyo, no podés poner un clavo porque nada es tuyo”. Por eso, el día en que recibieron la llave, ambos sintieron que la vida cambiaba.

Desde junio habitan su casa y la diferencia es absoluta. “Me cambia totalmente la vida, la paz, la tranquilidad. Yo sé que tengo que pagar la cuota, la luz, todo, pero sé que es mío. Si algún día no estoy, sé que queda para mi hijo. Es un techo nuestro”, afirma Margarita. Allí montó un pequeño taller de costura que le da sustento diario y sueña con abrir un kiosco para sostenerse hasta alcanzar la jubilación.

El nuevo hogar no solo les dio seguridad, también comunidad. En la tormenta reciente, vecinos que no se conocían se tendieron la mano. “Eso acá se siente, y es muy bonito”, destacan.

Hoy, cada cuota abonada tiene un sentido distinto al de aquellos alquileres que se llevaban su esfuerzo sin dejar huella. La certeza de un techo propio convierte la larga espera en un recuerdo con sabor a victoria. “Los 14 años de espera valieron la pena”, repite Margarita, con la serenidad de quien sabe que la lucha, al final, tuvo recompensa.



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