HISTORIA DE VIDA

El médico que aprendió a sanar desde ambos lados de la camilla


Ariel Flores Casella pasó de paciente con leucemia a referente de la medicina preventiva en el Hospital Carrillo.

El doctor Ariel Flores Casella en su hábitat, el Hospital Carrillo.

A los 49 años, Ariel Flores Casella recorre los pasillos del Hospital Central Dr. Ramón Carrillo con una misión que va mucho más allá de la práctica médica convencional. Su historia es la de un hombre que comprendió el verdadero significado de la medicina desde el lugar más difícil: el del paciente.

“Ser médico tiene que ver, en principio, con un mandato paterno que, con el discurrir del tiempo, se transformó en una vocación”, dice convencido.

Las pérdidas que marcan un camino

Su vida estuvo atravesada por dos eventos que definirían su vocación. El primero ocurrió cuando tenía apenas 21 años: su padre falleció de un infarto agudo de miocardio. Tenía sobrepeso, fumaba mucho y consumía grandes cantidades de café.

“Eso me llevó a hacer lo que hago: medicina preventiva, clínica médica y geriatría del adulto mayor. Busco que otros chicos o jóvenes no pierdan a sus padres a edades tempranas, evitando la muerte prematura del adulto”, explica.

Pero fue en 2002 cuando su historia dio un giro profundo. Había ganado una beca para irse al exterior, estaba lleno de proyectos, hasta que llegó el diagnóstico: leucemia. “Cuando se me declara la leucemia, tuve que renunciar a esa beca. En su momento lo viví como algo muy cruel, pero tenía una lógica: el pronóstico de vida. Uno se pregunta cuál es el pronóstico a cinco años, y el mío no era bueno”, recuerda.

El paciente que se convirtió en mejor médico

Esa experiencia de estar del otro lado le enseñó lecciones que ninguna universidad podría haberle dado. “Viví lo administrativo, la burocracia, los tiempos de espera, la incertidumbre, el trato del personal de salud hacia mí. Todo eso fue marcando lo que intento hacer todos los días”.

“Dios permitió un proceso que me puso en ambos lugares: ser médico y ser paciente. Siempre digo que el médico debe contener siempre. No hay justificación para no contener. Aliviar cada vez que se pueda, no solo físicamente sino espiritualmente, entendiendo que el médico es el primer remedio: el apretón de manos, el saludo. Y curar, si Dios así lo quiere”.

Cada 22 de septiembre, Día de la Concientización sobre la Leucemia, cobra para él un significado especial. “Le doy gracias a la vida, a Dios y a la Virgen de Guadalupe. Pude sobrevivir y todavía estamos. Eso también marca mi compromiso con la medicina preventiva”.

Una familia que inspira

Ariel es padre de dos hijos: Bautista, de 16 años, y Emilio, de poco más de 12. Su madre, Perla, también es una de las grandes inspiraciones de su carrera. “La medicina geriátrica, más que todo, está inspirada en mi mamá. Trato de ayudarla como hijo y como médico en lo que más pueda. Todos vamos a morir; el tema es que el tiempo que estemos lo hagamos lo mejor posible, disfrutando la vida de la mejor manera”.

Ariel con sus hijos Bautista y Emilio y su mamá Perla.

Perla le enseñó algo fundamental sobre el adulto mayor: “Ella baja y sube la escalera muy despacio, pero un día se encontró con una compañera de secundaria y se puso a charlar. Fue tanta la alegría que cuando subió la escalera lo hizo diferente, con más energía. El adulto mayor necesita compañía de sus congéneres, compartir con otros adultos mayores, porque comparten épocas y vivencias. Aunque no lo crean, rejuvenece. Psicológicamente se sienten más jóvenes y actúan como si lo fueran”.

Más allá del consultorio

Flores Casella también se formó como comunicador en salud y en periodismo médico con la Sociedad Argentina de Periodismo Médico. Participó en Radio Nacional y otras emisoras, siempre con una premisa clara: no caer en la “infotoxicidad”. “No se enojen con el paciente que investiga en Google. Enséñenle dónde buscar: Google Académico, fuentes oficiales como el ministerio de Salud, la OMS, la OPS. Aunque lo mejor siempre es recurrir al profesional”.

Recientemente participó en un libro compilado sobre maltrato al adulto mayor, donde escribió sobre detección preventiva desde el consultorio de geriatría. “El maltrato más común es el económico, luego el psicológico y después el físico. El más invisible es el económico y el psicológico. Muchas veces el maltrato empieza en la burocracia”.

En el Hospital Carrillo trabaja intensamente en acercar los conocimientos geriátricos al personal de salud y a la comunidad, mediante talleres y charlas sobre conceptos clave como el síndrome de fragilidad, el síndrome de confusión aguda y la atención integral del adulto mayor.

En definitiva, su historia pone en valor la importancia de la medicina preventiva: en el cáncer, a través del diagnóstico precoz; en las enfermedades cardiovasculares, mediante la prevención primaria; y en el adulto mayor, reivindicando el respeto y la dignidad. “Contener siempre, aliviar cada vez que sea posible y curar con la ayuda de Dios”.

La filosofía del kaizen

Cada noche, antes de dormir, Ariel se pregunta qué pudo haber hecho mejor. Se guía por el kaizen, una filosofía japonesa de mejora continua. “Tratar de ser mejor hoy de lo que fui ayer, y ser mejor mañana de lo que soy hoy. No es fácil, pero la idea es tener la actitud”.

Y cita a Víctor Küppers: “Lo que te hace como persona son tres cosas: el conocimiento, que suma; la habilidad, que también suma; y la actitud, que multiplica”. “La actitud que tomes frente a la vida es lo que impacta en los demás”, agrega.

Hoy, Ariel no es solo un médico clínico del Hospital Carrillo. Es un sobreviviente que transformó el dolor en servicio, un hijo que honra la memoria de su padre previniendo muertes prematuras, un profesional que cuida de los adultos mayores como si fueran parte de su familia y un comunicador que busca llevar información responsable a la comunidad.

“No todos los días uno está lo mejor posible, pero trato de poner la mejor onda que puedo. Algunos pacientes se van muy contentos, otros quizás no tanto, pero hago lo que puedo todos los días que vengo al hospital”, concluye, con la humildad de quien entiende que la medicina es, en esencia, personas cuidando personas.



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