TENGO MI CASA

“Esto que logré y que tengo ahora es para que mis hijos lo puedan disfrutar siempre”


El pasado 1º de agosto, día de su cumpleaños, Laura Edith Villegas recibió las llaves de su tan anhelada casa propia, en Villa de la Quebrada. Desde que dejó su San Juan natal, ella y sus siete hijos pasaron 27 años de mudanza en mudanza. Aún sin creer que es su hogar, piensa en convertirlo en un espacio de reunión familiar.

Laura aún mantiene cierta incredulidad cada vez que llega a su casa. Aún no cae en que es suya.

En 1998, Laura Edith Villegas, su entonces esposo y sus cinco hijos dejaron su San Juan natal en busca de una vida mejor. El hombre, dedicado a la minería, consiguió un trabajo en La Calera, en el departamento Belgrano, y la familia se asentó en una casa que les brindaba la empresa contratista. Allí pasaron seis años, tiempo en el que nacieron otros dos niños. Pero cuando llegó la hora de partir del pueblo, el grupo familiar comenzó una vida signada por decenas de mudanzas que implicaron desarraigos, cambios de escuelas, de vecinos, de amigos y una constante búsqueda de un espacio que pudiera contenerlos a todos.

Hoy, a sus 55 años, Laura se enorgullece de poder haberlos criado como gente de bien, “trabajadores, dedicados a la familia”, pero en su interior cala hondo el hecho de no haber podido darles una casa propia cuando eran chicos. Tras años de espera, el pasado 1º de agosto la mujer recibió la llave de su casa propia en Villa de la Quebrada, un lugar del que, dice, se enamoró.

Como muchos otros, Villegas se anotó en los planes de vivienda ‘Progreso’ y ‘Sueños’ en 2011, durante el primer mandato del gobernador Claudio Poggi, pero luego fue dejada de lado por el gobierno que le sucedió. “Terminó este mandato, fui a pagar la cuota como hacía todos los meses y tenía la cuenta bloqueada. Fui por Casa de Gobierno y me dijeron que no se iban a construir más casas, que teníamos que firmar una devolución de dinero para inscribirnos” en otro supuesto plan, recordó.

En los 14 años que transcurrieron la familia vivió en los barrios AMEP, Jardín San Luis, Eva Perón y en el pasaje Chile, entre muchos otros lugares de la capital. También en distintas casas de la ciudad de La Punta, donde Laura logró montar un emprendimiento de peluquería junto a una amiga; y luego en Villa de la Quebrada, donde en cuatro años debió mudarse cuatro veces.

En ese lapso seis de sus hijos se marcharon del hogar para forjar su propia vida y solo el menor, Maximiliano, que tiene 19 años y estudia profesorado en Educación Física, vive aún con ella. Los otros, hasta el momento, ya le dieron 15 nietos. “Apenas termine de ordenar, porque con mis tiempos no he podido, se vienen a hacer una pijamada. Los quince dicen”, cuenta con humor.

Con el regreso de Poggi a la gobernación, el 9 de agosto del año pasado, recuerda, a Laura la llamaron de la secretaría de Vivienda para comunicarle que le habían adjudicado una casa.

Apunto de regresar a San Juan para estar con su madre, con las esperanzas perdidas, dice que ese llamado fue “una señal de que me tenía que quedar. En marzo, el 10 de marzo, nos llaman para venir a conocer el terreno donde iba a ser mi casa. Estaba en la ciudad, pero esa noche vine y me dijeron, ‘la cuarta casa es suya’. Ay!, yo no creía, sinceramente no creía. Hablaba el gobernador en la reunión que hizo con todos y yo no escuchaba lo que decía. Miraba a ver si había otro dueño de esa casa, si estaba. Decía, ‘la chica se confundió’, y no lo podía creer. Así pasaron días, donde tampoco lo seguía creyendo”, una sensación que incluso mantiene al momento de la entrevista, a un mes de haberse mudado.

“Ahora acá lo pienso dos veces y digo, ‘es mi casa, yo puedo decidir’, todavía estoy en ese proceso. Pero como es tan fuerte todavía no caigo, y a veces que cuando vuelvo de la peluquería, digo, ‘es mi casa, increíble’”. Luego de haber vendido años atrás casi todas sus herramientas de trabajo, por necesidad, Laura logró rearmarse y montar su propio local en la Villa: “Peluquería Difunta Correa”, a apenas tres cuadras de su flamante casa.

A pesar de que se mantuvo incrédula, sus hijos la convencieron de ahorrar para encarar el cierre de su lote. Entre los primeros proyectos está el jardín, cuyo avance se vio truncado por las últimas heladas que afectaron a la provincia (Laura tenía varios plantines avanzados que el frío quemó); la construcción de un local para su peluquería; la delimitación del predio y hasta una pileta que pidieron los nietos. Este verano, al menos, será de lona.

El 3 de agosto, dos días después de recibir las llaves, Laura hizo la mudanza junto a varios de sus hijos. Una de sus nueras cocinó la primera comida en la casa, que hoy luce llena de electrodomésticos, cortinas, portarretratos, adornos y recuerdos.

“Le digo a mis hijos: ‘Es la casa que no les pude dar de niños’. Y bueno, ahora la tengo. Tenemos proyectos, ahora sí, proyectos. Esta, mi casa, es para mis hijos. Lo único que les pedí es que el día que ya no esté, que no la vendan. Que es la bendición más grande que he recibido. Y me prometieron que no”.



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