TENGO MI CASA
“Después de tanto, volvimos a empezar”
En una casa aún perfumada con pintura fresca y con cajas que aguardan ser abiertas, Elsa y Francisco celebran un nuevo capítulo en sus vidas. Después de más de tres décadas en Villa Mercedes, donde llegaron desde La Toma en busca de trabajo, el matrimonio Fernández Torres se reencuentra con algo que parecía perdido: el sueño de la casa propia.
“Hace como 35 años que vinimos, por trabajo”, cuenta Elsa, con voz suave y mirada nostálgica. Desde entonces, pasaron por distintos barrios de la ciudad. Durante los últimos años vivieron en la casa de una de sus hijas, en la zona de las mil viviendas. “Nos anotamos todos juntos, pero como ya no teníamos hijos chicos, no entramos”, recuerda.
Lo que siguió fue una espera larga y silenciosa. A pesar de haber pagado casi 70 cuotas de un plan de viviendas, el sueño se esfumó por completo durante un periodo político adverso. “Hubo momentos en los que nos llamaban para que retiráramos la plata. Pero ¿para qué? Con eso no comprábamos ni un cemento”, confiesa Francisco. “Perdimos la esperanza”, agrega. “Yo ya me había jubilado… y pensé que no iba a llegar nunca”.
Pero el destino tenía otros planes. Con el regreso de Claudio Poggi a la Gobernación, la promesa volvió a tener sustento. Un llamado telefónico inesperado desde el Ministerio les devolvió la ilusión: serían convocados a San Luis para recibir la noticia más esperada. “Cuando nos dijeron que era para ir a un acto en el Ave Fénix, nos miramos y dijimos: ‘Seguro es por la casa’. Y así fue”, dice Elsa, aún conmovida.
“Fue una emoción tremenda. Tener la casa a esta edad, cuando uno ya no espera nada, fue muy emocionante”, explica, mientras Francisco asiente en silencio. “Ya nos estábamos acostumbrando a vivir con nuestros hijos. Pero esto fue como volver a empezar. Nos estamos adaptando. Hasta parecemos novios”, bromean entre risas.
Hace apenas unos días que se mudaron. Entre cajas y tareas pendientes, no ocultan la felicidad. La casa, dicen, es hermosa. “Estamos re conformes”, afirman. Y los vecinos, la mayoría también grandes, aportan calidez a esta nueva etapa. “Es muy importante eso. Nos tocó una linda cuadra”, subraya Francisco.
Los fines de semana, la casa se llena de nietos. “Ayer vinieron dos y ya dijeron que mañana vuelven. Estamos por preparar las milanesas”, cuenta Elsa, con esa mezcla de ternura y rutina familiar que transforma una vivienda en hogar.
En esta esquina luminosa de un barrio que recién comienza, Elsa y Francisco se sienten, al fin, en casa. Y aunque aún estén desempacando, ya tienen lo esencial: techo propio, paz, y la certeza de que los sueños, con paciencia, pueden volver a florecer.