TENGO MI CASA

“Ahora sabemos que esta es nuestra casa”, la historia de Josefina y Ángel Evaristo


Josefina Luna y Ángel Evaristo Sosa disfrutan hoy del otoño de sus vidas en el barrio Unión de Villa Mercedes, en una casa que los abriga tanto como los años compartidos. Después de mucho tiempo de espera, por fin sienten que han encontrado un lugar propio, sereno y definitivo.

La decisión de establecerse en San Luis estuvo atravesada por una pérdida profunda: uno de sus hijos murió en circunstancias dolorosas que marcaron para siempre a la familia. El peso del recuerdo hizo imposible seguir en el mismo lugar. Fue entonces cuando comenzaron a visitar con más frecuencia a sus otros hijos, que ya vivían desde hace años en Villa Mercedes. Cada regreso a su antiguo hogar les resultaba más difícil.

“Fue muy duro. Todo allá nos recordaba lo que habíamos perdido”, dice Josefina con una emoción contenida. “Venir a ver a nuestros hijos nos traía algo de alivio. Y así fue creciendo el deseo de quedarnos cerca, de empezar de nuevo”.

Con el paso del tiempo, y luego de un proceso largo y a veces doloroso, esa posibilidad se volvió real. En un primer intento, allá por 2015, la ilusión de una vivienda propia se vio frustrada por decisiones ajenas. A pesar de figurar en los listados y cumplir con todos los requisitos, no pudieron acceder a la casa que les había sido adjudicada. “Sentimos que nos dejaban afuera, como si no tuviéramos derecho”, recuerdan.

Aun así, no bajaron los brazos. Y cuando Claudio Poggi asumió nuevamente la conducción del Ejecutivo provincial, su caso —junto al de otros en situaciones similares— fue revisado. Entonces, lo que parecía una promesa postergada empezó a materializarse.

Hoy viven en las viviendas correspondientes a los planes ‘Progreso’ y ‘Sueños’, rodeados de vecinos con quienes comparten historias, mates y afectos. “Ya no estamos para andar trabajando la tierra como antes, pero esta casa es nuestro lugar”, dice Ángel Evaristo, con una sonrisa serena.

“Yo antes era de plantar, de tener jardín, de estar siempre en movimiento”, agrega Josefina. “Pero lo que vivimos… fue como si me hubieran robado los años. Esta casa, en cambio, me devuelve un poco de esa vida”.

Aunque el dolor por la ausencia sigue presente, el nuevo hogar les ha devuelto una rutina más amable, y una sensación de pertenencia que creían perdida. “Todavía me cuesta creer que no tengo que irme. Que esta es mi casa. Lo sé. Lo siento”, dice Josefina.

En sus palabras no hay resignación, sino gratitud. Y aunque nacieron lejos, hoy repiten con convicción que San Luis les dio una nueva oportunidad. Una que honra la memoria, la familia y el derecho a envejecer con dignidad.



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