MALVINAS, EL LEGADO
lunes, 08 abril de 2024 | 11:54

“Tras la guerra me costó volver a aterrizar en la vida normal”

Leonardo Carmona, brigadier retirado de la Fuerza Aérea, fue piloto de combate durante el conflicto en el Atlántico Sur, un sueño que había tenido de chico. “Para mí fue un orgullo tremendo y lo sigue siendo”, asegura.

Leonardo Carmona nunca se había subido a un avión, de ningún tipo, pero en su adolescencia su sueño era uno solo: convertirse en piloto de combate. El apoyo de sus padres y su personalidad tenaz lo llevaron a cumplirlo y, años más tarde, le tocó atacar objetivos enemigos en el conflicto por las islas Malvinas. Hoy vive en Villa Mercedes como un puntano por adopción junto a su familia y, al igual que sus compañeros excombatientes, aboga por dejarles un legado a las nuevas generaciones sobre la historia de la guerra; pero sobre todo, para dejar un mensaje de paz.

“En la secundaria recuerdo que me gustaban mucho los aviones, con la anécdota de que yo no había volado nunca hasta el día en que volé por primera vez en la escuela de aviación militar, ya haciendo el curso de aviador de combate, sin ninguna experiencia ni siquiera como pasajero de avión, ni turista”, contó el brigadier retirado.

Como una añoranza, el piloto recordó cómo fue subirse por primera vez a una máquina que lo puso en un entorno hasta ese momento desconocido para él, el aire, y en el estrés que le provocaba la idea de equivocarse en alguna maniobra. Pero eso no ocurrió, y tras especializarse en pilotear los aviones de combate A4B se supo listo para lo que finalmente sucedió: en un desayuno como cualquier otro en la base de la V Brigada Aérea, le llegaron los rumores de que el país estaba inmerso en un conflicto armado, había recuperado las Malvinas. “La Fuerza Aérea nunca había entrado en combate y nuestros instructores, los jefes de escuadrón, no tenían experiencia, lo mismo que que nosotros, que éramos los más jóvenes y menos experimentados. Era un signo de interrogación para todos los niveles y la Fuerza Aérea se puso a prueba en todo lo que habíamos sido adiestrados. Fue su bautismo de fuego”, recordó.

“Llegado el momento era todo o nada. Lo que nos llevaba adelante era el convencimiento personal, de todo mi grupo y de la Fuerza Aérea en general, de que teníamos que volar, de que estábamos capacitados, que no podía hacerlo otro; convencidos de realizar las salidas y de una u otra forma devolver lo que el Estado había invertido en mí. En ese momento me sentía con una responsabilidad hacia todo el pueblo, no me pasaba nada más por la cabeza que cumplir con mi tarea”, sostuvo con firmeza.

En lo que duró la guerra ejecutó varias misiones, algunas exitosas y otras no, al tiempo que se enteraba de las bajas de compañeros en tierra y de otros pilotos. Aun así, la preparación y el sentido del deber disipaban sus temores. “Fue un hecho que me hizo madurar, pero hubo que ir regulando porque a veces uno creía que seguía en la guerra y, entre comillas, que uno era intocable porque estaba para contarlo. Me costó aterrizar en la vida normal, cotidiana, entender que eso fue una momento de la historia, de mi historia, pero que la vida continuaba. Fue un trabajo de años, pero me quedó el recuerdo y la historia, que cuento cada vez que tengo posibilidad”, cerró el héroe .