LITERATURA
Los animales en la poesía puntana
En conmemoración del Día del Animal, una breve selección de poemas de San Luis.

Mariposa difunta – Antonio Esteban Agüero
Es pájaro también la mariposa;
yo he mirado su fúnebre figura.
Y vi el ala de leve nervadura
no más grande que pétalo de rosa.
Su cadáver alcé con temerosa
mano de amor transitada de ternura;
y llegué hasta el umbral de la locura
al ver su menudez maravillosa.
Más liviano que todo lo liviano
sentía yo el divino cuerpecillo
sobre la palma de la abierta mano.
Y el cadáver- de nada y de ceniza-
ya trocado en ingrávido polvillo
fuese en la tarde, se perdió en la brisa.
El lagarto – César Rosales
Es la piedra, la escama,
la costra de la piedra,
la piedra ya cansada de ser piedra
que se puso a llorar.
Mira el lagarto,
su vieja cobertura recubierta
de verdín y de herrumbre.
Mira sus tristes ojos desolados
como turbios cristales
en los que a veces tiembla
una espada solar o un irisado
arbolillo de lágrimas.
Son los huecos roídos,
los agujeros tétricos por donde
parpadea la piedra.
Mira ahora sus lúgubres escamas
que el estío enrojece,
su coraza marchita,
sus anillos resecos y gastados
de rodar en el árido esplendor de la piedra.
Y sus patas, manojos de furias oprimidas,
minerales racimos,
formas petrificadas de un sombrío tormento
o vestigios tal vez de algún aciago
cataclismo, vestigios
arrojados antaño del removido fondo
de un círculo de fuego; míralas,
rugosas y seniles, esculpidas
sobre un friso de rocas.
Es la piedra cansada de ser piedra
que se puso a llorar, porque la piedra
quiere vivir.
Escucha.
En el mundo rupestre donde mora el lagarto
la piedra estaba sola,
atónita y desierta,
como un talud en medio del páramo o acaso
como una ara sin lumbre todavía,
anterior a esos dólmenes que los antepasados
veneraron.
En vano,
durmió siglos inerte, replegada
en su tiniebla pura,
como una larva eterna desprendida,
de la noche geológica,
esperando el sonido, la forma, el movimiento,
un latido esencial.
En vano .ay – ha esperado
a aquellos que erigieron las grandes catedrales
sobre cuyas columnas la eternidad reposa
y a los que con un mágico instrumento
animaron los torsos de bellas esculturas
y a quienes, más humildes,
construyeron moradas alegres para el hombre.
Por eso, porque todo
quiere vivir, la piedra que yacía
como un astro caído, como lápida rota
comenzó a levantarse vagamente,
y después de violentos y oscuros avatares
quedó un día tallada para siempre
en un pétreo animal.
Oh, no lo adornes
con estentóreas alas
ni le ofrendes los secos
manjares de tu olvido,
como a una momia envuelta en mortajas lunares.
Es la entraña, la escama, la espuma de la piedra,
su temblor, su deseo,
el sueño ensimismado de la piedra que llora,
su flor de áspera mata segregada
del antiguo sopor.
Por él anda la piedra, sonámbula, puliendo
sus nocturnas aristas
a través de las grietas y el musgo de los troncos,
y por sus tristes ojos orlados de inocencia
mira un remoto abismo de terror y misterio,
todo el pasado ceniciento mira,
lo extinguido, lo yerto,
aquello que no puedo resonar en la piedra.
La cigarra – Berta Vidal de Battini
Sabia anunciadora,
deliciosa y alegre moradora
de los frescos ramajes,
sonoro despertar de los estíos
en los campos salvajes
y en los sembradíos.
Pálida y frágil, sin las inquietudes
de la carne y de la sangre;
dulce hija de la tierra y el monte,
que no sabe de males ni dolores
como dijo Anacreonte.
Casi incorpórea,
parece, siendo así tu transparencia,
que fueras sólo una canción alada
de trémula cadencia.
No conoces la pena de ser vieja,
hermosa más que todas las hermosas,
porque naces y mueres con las rosas.
Ven a mi corazón que nada sabe,
cigarra, hermana mía,
y enséñale la ciencia bienhechora
que da tu juventud y tu alegría.
Las golondrinas – Dora Ochoa de Masramón
De lejanas tierra volaron
golondrinas sobre el mar
para velar a la Virgen
y ver al Niño soñar.
Cuando Jesús ya se hizo hombre
¡Ay sí! fue crucificado,
vinieron las golondrinas
y los clavos le sacaron.

Cabras – Polo Godoy Rojo
Por el cerro trepan
ágiles las cabras;
el son del cencerro
pareciera arrearlas.
El pastor sin penas
de amor ni de nada,
por atrás camina
llorando vidalas.
Llegan a la cumbre
y a otra tierra pasan
de azulados campos
y azul, ojo de agua..
Arriba, en el cielo,
triscando las cabras
y abajo una boca
sangrando vidalas.
Los pájaros – Enrique Menoyo
No es éste mundo. Ni éstos los campos.
Pero es la memoria, y esta cosas
(árboles, luz, montañas a los lejos)
las que ahora devuelven esos pájaros
celebrando la aurora, aquellos trinos
sumándose a la luz que iba creciendo,
sumándose al amor que en mí nacía.
Y de repente- como ahora- vuelos.
Como flechas lanzadas de las frondas
al mar del cielo, al horizonte.
Al asombrado instante irrepetible.
Lujo para los ojos esos pájaros,
estos pájaros llenos de paisaje,
llenos de infancia todavía. Pájaros
cantando felizmente. Y aún volando
sobre la incertidumbre, sobre el tiempo.
Los pobres pájaros – Oscar Sosa Ríos
Los pobres pájaros se morían de miedo.
Iban descalzos, hundidos en el viento,
desnudos sus vuelos se rompían
como sombras en las calles de mi pueblo.
Los pobres pájaros que morían de tiempo
yacen rotos con la sangre sin huesos
pero llueve sobre sus alas blancas
y el sol verá sus ráfagas de cielo.
Mi perro – Julio Cejas
Mi perro paga con su cola
lo que nunca le he vendido
y ni siquiera he regalado.
A veces lo sorprendo bueno
sentado sobre el mundo
de ojos perdidos en mi espalda.
Luego
como ajeno
estira el sueño de sus patas
y en silencio
se acomoda a mi perruna alegría
y a todos los huesos
de mi tristeza humana.
Nota: Matías Gómez.
Fuente: “El viaje del poema, mapa documental de la poesía puntana” – Gustavo Romero Borri.