LITERATURA
Escribir como terapia
Reducción del estrés y mejora en la autoestima son algunos de los efectos que enumeran un psicoanalista y un periodista español.
La relación entre psicoanálisis y literatura es campo minado. Escribir transforma interiormente pero también se corre el riesgo de reducir tal arte a una técnica, y que algunos lectores se rasguen las vestiduras o las melenas. En una conferencia, Ricardo Piglia lo graficó: “Los escritores han sentido siempre que el psicoanálisis hablaba de algo que ellos ya conocían y sobre lo cual era mejor mantenerse callado. Faulkner, Nabokov, observaron que el psicoanalista quiere intervenir en aquello que los escritores, desde Homero, han convocado, con esa rutina ceremoniosa con la que se convocan las musas, en relaciones muy frágiles y siempre tocadas por la gracia. En esa relación imposible de provocar deliberadamente, en esa situación de espera tan sutil los escritores sintieron que el psicoanálisis avanzaba como un loco furioso”.
Gustavo Lanza Castelli es psicoanalista y vicepresidente de la Asociación de Psicoterapia de la República Argentina. Además es compilador y coautor del libro “La escritura como herramienta en la psicoterapia”. Sus trabajos han sido publicados en revistas nacionales y extranjeras.
“Si bien he observado muchas veces lo útil y terapéutico que es llevar un diario íntimo, en el que se puedan volcar las vivencias más personales, creo que esta práctica tiene sus límites y que no es posible ´curar´ una neurosis o una perturbación de cierta importancia por esta vía. Pero sí se pueden alcanzar otros resultados, como mitigar afectos muy intensos y displacenteros por el hecho de ponerlos por escrito; dar curso y expresión a sentimientos, por ejemplo hostiles, que uno tiene con determinada persona, pero que por las razones que fueran, no es posible expresar. Como una emoción que se activa con frecuencia y ve coartada toda posibilidad de expresión, termina incidiendo negativamente en la salud y en el estado mental de quien la tiene, el poder volcar todo esto por escrito es muy saludable”, explica Castelli quien hace más de diez años profundiza sobre el vínculo entre el psicoanálisis y la literatura. Aunque nunca ha tenido a pacientes escritores.
“Otro resultado es que a través del poner por escrito, uno se entera mejor de sus propios pensamientos, puede tomar distancia respecto a ellos y poner en duda su carácter de evidencia (esto es particularmente útil en el caso de personas que tienden a verse invadidas por pensamientos autocríticos, autodesvalorizantes, pesimistas, etc.), con lo cual éstos pierden parte de su fuerza. Sintetizando podríamos decir que los resultados tienen que ver con un incremento en la regulación emocional y en la capacidad de entenderse mejor a uno mismo”, agregó.
Lanza Castelli contó que este enfoque ha sido desarrollado por James Pennebaker y Kathleen Adams. Actualmente se aplica en Estados Unidos, Japón y, en menor medida, en España y Francia. “Los estudios en universidades fueron llevados con el mayor rigor experimental. Sus resultados muestran que el poner los traumas padecidos por escrito tiene una notable incidencia positiva en el mejoramiento de la salud física y psíquica”, indicó.
Según la investigación del psicoanalista, la escritura como terapia fomenta la autorreflexividad, la mentalización, y los insights.
“Por “insight” se entiende el “darse cuenta” vivencial de un elemento (pensamiento, fantasía, afecto, nexo entre representaciones) previamente no consciente y significativo para la propia vida. Mentalización alude a la capacidad para aprehender el comportamiento propio y ajeno en términos de estados mentales. Esto significa, por ejemplo, identificar los sentimientos que uno experimenta, diferenciarlos (habitualmente no experimentamos un sentimiento único, sino un conjunto de ellos), detectar aquello que les dio origen, entender el significado subjetivo que poseen, esto es, la importancia que tienen en nuestra vida, etc.”, sintetizó el director de “Mentalización”, una revista de Psicoanálisis y Psicoterapia.
_ Uno de los efectos que enumera es el incremento del caudal de asociaciones al poner por escrito, ¿en las asociaciones está la clave para descubrir los pensamientos y sentimientos inadvertidos?
_ Sí, sin duda las asociaciones son el mejor camino para descubrir los pensamientos y sentimientos inadvertidos, aunque no son el único camino.
Un trasplante de novela
En 2011, al periodista español Agustín López Raya le detectaron una insuficiencia renal crónica. “Me ayudó a salir del bache la literatura. La psicóloga de la Asociación Alcer Giralda, de enfermos renales de Sevilla, me aconsejó escribir la historia de mi enfermedad para superar los problemas de salud. Así comencé a escribir la novela “El Atardecer sin mí”. Inicié la escritura como terapia para sanar física y mentalmente,” describió el autor de 49 años, nacido en Rus, un pueblo de la provincia de Jaén.
Agustín tuvo dos opciones: aguardar el riñón de un donante muerto o encontrar a un compatible entre sus parientes. Este dilema, ficcionado, atraviesa su libro.
“De adolescente, cuando saltaba sobre los charcos de la vida, me daba cuenta del agua que salpicaba, pero no a quién mojaba con los chapoteos o cuáles eran las consecuencias de llevar la ropa mojada a casa. Jugaba a bañarme en la piscina a solas sin reparar en nadie más. No tenía tiempo de mirar a los lados, sólo hacia delante y empujado por una fuerza que ni yo mismo controlaba. Todo cambió el día del diagnóstico. Pensé que sería mejor mirar alrededor antes de saltar sobre los charcos. Hasta compartir la piscina atendiendo a los demás. Como el gran ojo del mundo que gira de golpe de norte a sur para calibrar una tragedia, volví la vista atrás”, narra en su obra, el doctor en Comunicación por la Universidad de Sevilla, quien dirigió una de las primeras revistas digitales de España, Sevillacultural.com. Además durante cinco años fue ciberperiodista en Canal Sur Televisión.
_ ¿Qué descubrió a medida que escribía sobre su situación?
_ Descubrí la necesidad de escribir para soltar ‘neuras’ mentales. Necesidad de enjuagar pensamientos del pasado y futuro, de vivir el presente para entenderlo. Me aferré a las teclas del ordenador por miedo a caer en el caos. Descubrí que podía escribir una historia, que los miedos de enfrentarme a una página en blanco eran infundados. Me atreví a ficcionar la realidad, alejarme de mi propia vida para conocerme, comprenderme.
Durante ese difícil proceso, Agustín cuenta que releía “Pedro Páramo” y “El llano en llamas” de Juan Rulfo para abrir nuevos caminos. El Quijote también lo inspiró.
_ ¿En algún momento perdió la esperanza?
_ Soy optimista de raíz. Escucho los ladridos por muy lejos que estén. Con la enfermedad perdí el ánimo, hasta la ilusión por la vida, pero nunca la esperanza de cambiar la realidad. Siempre hubo un hilo de lucha en mi interior, nunca se apagó la llama de la rebeldía. Me aferré a la familia, la familia fue el acicate de esa rebeldía que me dio la energía de agilizar los pasos para alzar el vuelo.
_ ¿Por qué escribir es para usted una terapia?
_ Escribiendo “El Atardecer sin mí” he confesado todos mis pecados. He expulsado los miedos acumulados durante años, liberado frustraciones y pulido complejos. Vivir supone atesorar experiencias, también acumular emociones agrias y guardar los malos momentos. Todos los malos rollos se van depositando en el estómago y retorciendo hasta generar los miedos y las frustraciones que nos atormentan los días y sobre todo las noches. Escribir la novela me ha facilitado centrifugar los problemas y expulsarlos. Creo que ese efecto centrifugador también puede obtenerlo el lector de la obra, por ello creo que la literatura de “El Atardecer sin mí” es terapéutica.
Su próximo libro cerrará este capítulo en su vida ya que relata la deuda contraída con su hermana por donarle la vida. “Habla de devolver lo recibido. De amor y de altruismo. De volver a confesar mis sentimientos de alegría y felicidad y comprobar si vuelvo a las andadas del egoísmo o consigo mantener el altruismo que persigo. De ajustarle las cuentas al ego del protagonista en su nueva vida de escritor de éxito”, expresó.
La obra de López-Raya está a la venta en 94 comercios de 25 países, en las plataformas Amazon, ITunes y Google Play.
Al escribir se acceden a rincones o válvulas del inconsciente, baja el estrés, e incluso aseguran que se fortalece el sistema inmunológico.
Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges e Isabel Allende son algunos de los tantos célebres que buscaron en la escritura un moldeable refugio durante momentos espinosos. O sólo para registrar coloridas variaciones como hacía por ejemplo Kafka en sus diarios. Hemingway dejó una frase dorada: “Mi psicoanalista es mi máquina de escribir”.
Nota y contenidista: Matías Gómez.
Fotos: Gentileza.
Corrección: Mariano Pennisi.