LITERATURA PUNTANA
María Luisa Isaac, la poeta que se enraizó en Quines
Nació en San José, Córdoba, pero enseñó durante 48 años en el interior puntano. Sus dos libros publicados condensan recuerdos e imágenes precisas. Fuera de los párrafos, a sus 89 años, contagia humor.
El entusiasmo y la lucidez al hablar de María Luisa Isaac desencajan con sus 89 años. Aunque pasó poco más de la mitad de su vida enseñando en el campo, la poeta nacida en la localidad de San José, Córdoba, ha encontrado el secreto para la vitalidad: el humor.
Pero no le basta con tachar calendarios. Ya se eternizó, porque temprano trabajó el alquímico poder de la palabra. Primero íntimamente y luego en público con imágenes románticas, naturales y cristalinos mensajes.
“La literatura me fortalece el espíritu. Me da una eterna primavera en mi corazón a pesar de los años que tengo”, afirmó.
“Empecé a escribir cuando estaba en tercer año. Tenía 10 en Literatura y 2 en Matemática”, agrega sonriendo la autora de “Historia de San José” y “Los versos de mi vida”, obra que presentó en la última Feria del Libro, realizada en San Francisco del Monte de Oro.
La poeta reside en Quines, al norte de la provincia, hace varios abriles. Vino hasta la capital puntana exclusivamente para la entrevista. Soltó otra risa al contar que la trajo en camioneta un exalumno. A pesar del ruido de las tazas y las charlas matinales en la cafetería, Isaac sostiene un agudo tono docente: “Escribo lo que siento. No hay métricas, hay metáforas. Escribo lo que me sale de adentro, especialmente cuando estoy triste”.
“No se escribe todos los días -advirtió después, grave-. Hay un momento que te sale y otras veces es como si empacara la rima. Cuando no me sale leo mucha historia”.
Inicio literario
Actualmente, María escribe comedias para escuelas de Quines. Además integra la comisión de escritores y poetas de esa localidad, y prepara alumnos del secundario en Historia.
Su pasión literaria germinó por la familia. Su madre copiaba poemas en un cuaderno para luego leérselas. “Mi papá improvisaba poesía en árabe y después las traducía al castellano. Y tengo una hermana que tiene una redacción asombrosa”, indicó la escritora que integró un grupo encargado de investigar el origen de Quines.
Dos grandes plumas la foguearon. “La doctora María Delía Gatica de Montiveros me aconsejó que continuara escribiendo y corrigiendo”, dijo. Y el escritor colombiano Vargas Vilas de quien recita de memoria durante la mañana del viernes: “El sol se oculta en el ocaso dejando allá a lo lejos sus púrpuras ardientes como las últimas llamaradas de un incendio”.
Seria, con las palmas frente a su cara, Isaac expresa que hubo tres poesías que “le bajaron” casi enteras. Una trata de un novio que tuvo y que murió antes de que se casaran, y las otras dos están dedicadas a su hermano Ángel César, quién falleció en un accidente, y al sacerdote Juan Ogrin.
Vocación por enseñar
María desde pequeña jugaba a ser maestra. “Empecé siendo docente en una suplencia en Santa Rosa del Conlara, después me dieron un puesto titular en las Canteras de Albarracín, cerca de Colonia Zubeldu (departamento Chacabuco). Ahí sentí mucha soledad, extrañaba a mis padres. Era personal único, tenía 17 años. La escuela se llamaba Los Corralitos Nº 97, y la población escolar era de las canteras”, narró.
Luego enseñó en Los Nonos (Córdoba), en el paraje Las Palomas (San Luis) y asumió posteriormente como directora, primero en Balde de Escudero y al tiempo en San Miguel, poblado ubicado entre Quines y Candelaria. En total fueron 48 años de tizas. Al igual que Polo Godoy Rojo cuando era maestro rural, María registraba por escrito aquellas vivencias y ahora está por redactar sus memorias.
“Desde el 91 al 95 inauguramos una biblioteca con 3 mil volúmenes, jardín de infantes, y salón multiuso”, recuerda de su paso por San Miguel.
“Es muy linda la vida del docente, m´hijo. Porque uno llega con todo el corazón y entra en el corazón de los chicos. Hay que enseñar con amor. Recuerdo hasta los bancos donde estuvieron los niños en cada una de las escuelas”, aseguró en tono quinense.
“Inculcar en los niños el abecedario del amor y el verbo del saber”, remata en uno de sus poemas.
Poética añoranza
Entre el aroma a café y sus libros sobre la mesa, la charla vuelve a orbitar hacia la poesía. María abrió “Versos de su vida” en medio del barullo y leyó cálidamente en voz alta una estrofa que eriza la piel: “…Mis cenizas que se esparcirán cuando yo muera servirán para besar los pétalos de tus rosas, cuando mis recuerdos renazcan como el ave fénix en cada eco y en cada canto”.
El poema está dedicado a su pueblo natal San José, cerca de Villa Dolores. “Moriré físicamente, pero viviré de esta forma”, sentenció. “He dejado muchas huellas en esta vida. He sufrido de todo en la docencia pero nunca me quejé”, reflexionó.
“La poesía tiene que tener un sentido porque consiste en engalanar la palabra. Ya casi no hay poetas. La palabra poética está un poco descuidada porque los apuros económicos o los compromisos no dejan concentrarse para escribir”, profundizó.
Atenta a que la inspiración brote en cualquier momento, María apuesta por su vocación literaria a la cual considera su vida. Si las musas están mudas, la poeta paseará por la plaza o el río de Quines, para que regrese la música.
En “Arte poética”, Borges estrofó magistralmente esa sensación: “Ver en el día o en el año un símbolo/ de los días del hombre y de sus años,/convertir el ultraje de los años/ en una música, un rumor y un símbolo,/ ver en la muerte el sueño, en el ocaso/ un triste oro, tal es la poesía/ que es inmortal y pobre. La poesía/ vuelve como la aurora y el ocaso./”.
“Cuando uno escribe deja el materialismo y se traslada hasta lo que sueña”, aportó Isaac.
Pero no todo es cuestión de categórica trascendencia. “Soy un poco humorista por eso me mantengo así m´hijo”, confesó la escritora.
Nota y fotos: Matías Gómez.
Corrección: Mariano Pennisi.
Contenidista: Emanuel Lorenzoni.