LITERATURA PUNTANA
Mabel Lifschitz y el don de la palabra
La escritora nacida en Capital Federal vive en Piedra Blanca desde 2009. Su primer libro titulado “Soltando amarras”, nació por una búsqueda espiritual nutrida con la práctica de yoga. Publicada el año pasado, su obra de variado entramado pictórico, invita además al diálogo con el lector.
Lejos del mecanicismo, la literatura abre escenarios, cada tanto inciertos, detona, y entrevé nuevas etapas. El autor, atravesado por palabras que giran como abejas, se repliega blanda o violentamente para alumbrar todavía. Más que definiciones, lo constante es la infinitud de significados. Aquí es donde incluso puede florecer una búsqueda espiritual. Entre letras y silencios.
Así, el año pasado, con su libro “Soltando amarras”, Mabel Lifschitz poetizó su camino, impregnado por percepciones y pálpitos.
Comienzos
Para el inicio de la primavera, pero en 1959 nació Mabel. Desde los 22 años aproximadamente vivió en el partido de Tres de Febrero hasta los 35. Trabajó como maestra jardinera en Ciudadela, Santos Lugares, Barrio Ejército de los Andes (más conocido como Fuerte Apache), en este último estuvo tres años. Luego regresó a Capital Federal, su lugar de nacimiento.
Desde la adolescencia, Lifschitz participó en talleres literarios y en exposiciones colectivas de poemas ilustrados. Aparte de maestra jardinera, la autora ha sido encuestadora, censista, artesa de cuero o madera, y masajista.
Vive en Merlo desde hace ocho años y en Piedra Blanca desde 2009. Es madre de dos hijos. Por sus poemas ha recibido menciones de honor, ha llegado a instancia finales y ha sido seleccionada para una antología.
“En la escuela primaria, recuerdo que cada vez que teníamos vacaciones, si salíamos y se podía comprar algo para llevar, yo siempre elegía un libro, los prefería a los juguetes porque además era capaz de inventarme juguetes con cualquier cosa que tuviera a mano, gracias a una innata creatividad, de la que solo fui conciente ya avanzada la adolescencia. Leí a Julio Verne y muchos autores clásicos de aventuras en las colecciones “Iridium” y “Robin Hood” que todas las personas de mi generación conocen, como también las ediciones de cuentos tradicionales del Centro Editor de América Latina”, contó Mabel.
“Fuera del ámbito escolar, la escritura poética creo que viene en mí, que está en mi naturaleza, podría decir que más que los rasgos físicos, porque es un don y una herramienta que permite conectar y expresar el alma y lo trascendente, y puedo recordar al menos desde los 12 años de correr a buscar un cuaderno y una lapicera y que broten versos en momentos de mucha emoción, frente a situaciones ya sea que me enojaran o me alegraran profundamente. Pero no tuve un entorno en el que pudiera compartir estos escritos, más bien eran un secreto personal, tampoco pude pensar que pudieran tener algún valor ni descubrir que en esos cuadernos se expresaba mi verdadera vocación. Decenas de cuadernos que fueron descartados en cada mudanza”, recordó.
Mabel comentó que sus abuelos paternos eran inmigrantes de Europa del Este. Su abuelo era colchonero y la abuela modista. “La verdad que no tuve un ambiente que propiciara preguntar, sumado a tener muchas responsabilidades desde chica como hermana mayor. Una abuela paterna y un abuelo materno, que fue el más querido e importante para mí en esos tiempos, ambos eran sordos. Mis abuelos maternos fueron campesinos en Entre Ríos, creo que mi abuelo me transmitió el amor por la naturaleza y el trabajo manual”, señala.
Tránsito espiritual
Mabel aprendió yoga a los 17 años, dejó un tiempo y luego retomó.
“Encontré el camino de las asanas (posturas), del pranayama (control de la energía vital por medio de la respiración), de la meditación, encontré en la respiración que siempre llevamos con nosotros, nada más hace falta, respiración y presencia en el aquí y el ahora, el puente sagrado que conecta y reúne en armonía y equilibrio Cuerpo, Mente y Espíritu, y comprendí el valor inconmensurable de aprender a Amar con desapego, a entregar a Dios el resultado de las acciones, a buscar simplemente hacer el mejor bien que podamos, con Humildad y Verdad. Esta es para mí la esencia del Yoga, una herramienta sencilla y poderosa de Salud y Paz, siempre que se la utilice y transmita respetando su fuente, esencia y muy precisas técnicas como fueron reveladas, recibidas y enseñadas por maestros que consagraron a ello sus vidas”, explicó.
_ ¿Cómo influye esta práctica en su escritura?
_ Durante muchos años la práctica de yoga, y particularmente la meditación y la escritura, estuvieron muy ligadas por ser el yoga mi principal objeto de estudio a la vez que mi actividad laboral, poco próspera en lo económico pero muy rica en relaciones humanas, particularmente con muy diversos grupos de adultos mayores.
Actualmente estoy poco dedicada al yoga como actividad, de hecho buscando trabajo y con la necesidad de encontrarlo a la brevedad, deseando orientar también mi actividad laboral hacia la práctica de la escritura como herramienta de sustento.
_ ¿Cuánto de espiritual tiene el oficio de escribir?
_ Como todas las actividades humanas, creo que depende de cada quién y desde qué lugar se lo ejerza. La palabra debería ser considerada, tratada y respetada como el don sagrado que es, recordar que cada fonema es una vibración cósmica a la vez que un signo que remite a las experiencias de la humanidad, y que debe servir y facilitar a la comunicación, comprensión, a la común-unión, servirse del intelecto para expresar el corazón y el Espíritu, honrar a la Verdad para honrar y respetar al Creador que nos bendijo al darnos la palabra, al crearnos con ella: “en el principio era el Verbo”, es una de las herramientas dadas a los seres humanos para lograr su conexión con lo trascendente de la Vida e impregnarlo en lo cotidiano.
Merlo, un paraíso para crear
“Córdoba, La Falda, Valle Hermoso, Huerta Grande, son lugares queridos por mí y por mis hijos, donde visitábamos amigos y comprábamos la comida con las artesanías que yo allí mismo fabricaba y vendía. Nunca nos sobró el dinero mientras crecían, pero gracias a Dios no pasaron hambre y tuvieron lo necesario para poder estudiar, empezaron a trabajar muy jóvenes y siguieron adelante aprendiendo a valorar el esfuerzo y cada paso que daban, hoy son mis mejores maestros en muchas cosas.
En el cerro Uritorco estuve varios días y noches y regresé sana, curada de un problema que tenía hacía un tiempo”, describió.
“Pero cuando un impulso, un llamado del corazón me trajo a Cerro de Oro por primera vez, aún en el micro una voz interior me hizo saber con certeza que era el lugar a donde vendría a vivir. Hasta que fue así, venía cada vez que podía e inevitablemente me iba enojada y sin ganas de volver a Buenos Aires. Algunos años seguidos estuve aquí para fin-inicio de año, para ponerle a las ganas la fuerza especial de ese comienzo, hasta que el momento llegó. En ese tiempo siempre acampaba en el Camping “Calaguala” en Cerro de Oro, traía bicicleta y desde allí venía a Merlo pedaleando, al camino Damiana Vega lo caminé varias veces tanto de día como de noche, y subía por el arroyo hasta el Mirador del Sol”, aseguró.
Entre sus autores preferidos, Mabel enumeró a quienes le dejaron huella: María Elena Walsh, Herman Hesse, Pablo Neruda, Alfonsina Storni, Horacio Quiroga, Khalil Gibran, Tejada Gómez, Oliverio Girondo, Antonin Artaud, Julio Cortázar, Alvaro Yunque, Anthony de Mello, Carl Jung, Paulo Freire, Elsa Bornemann, Nicolás Guillén, Mario Benedetti y Miguel Hernández.
De los puntanos menciona a Antonio Esteban Agüero y Berta Vidal de Battini. “Y algunos escritores y escritoras actuales que pude conocer y cuya obra me gusta mucho, empezando por una querida y admirada artista y vecina, Carmela Quipildor, Nilda del Carmen Guiñazú, Roselvira Soda, Liliana Mainardi, y entre los más jóvenes Mauricio Gutvay, entre los muchísimos escritores y escritoras talentosos, más allá de que hayan publicado o no, que hay en cada localidad de toda la provincia”, y agregó: “Amo la literatura puntana a través de lo poco que aún la conozco. Porque está presente en el aire, en la naturaleza, en la idiosincrasia de la gente que aún mantiene un arraigo en la identidad cultural de este lugar y que tal vez fue uno de los factores que me hicieron adoptar este suelo y estas cumbres como mi ámbito cotidiano”, expresó Mabel.
En cuanto a los lugares que la inspiran para escribir, Lifschitz reveló que la conmueve que Agüero esté presente aún en las calles de Merlo. También referencia a la Biblioteca “Lugones” (ubicada en Piedra Blanca). “El arroyo entre los cerros en Pasos Malos y en la reserva de Rincón del Este, el cerro Mogote Bayo, el patio y la cocina-comedor-sum multiuso del pequeño templo que es mi casa”, indicó la autora que cuenta con más poesía y cuentos para publicar otro libro.
_ Además de la lluvia y los tambores presentes en su obra, ¿qué otros elementos la empujaron a escribir?
_ El amor en sus diversas formas, la gratitud, el anhelo profundo de que queramos y logremos vivir en paz y celebrando la vida con alegría, el asombro y la emoción ante lo grande y lo pequeño de la belleza inimitable de la creación divina, un amor especial, fraternal, hacia los pájaros y el gozo de tenerlos cerca y contemplar el vuelo, el cerro Cabeza del Indio que cubierto de sol, de nieve, de fuego, de nubes, inclaudicablemente mira al cielo. También diversas emociones nacidas de los vínculos humanos, la intuición y algunas revelaciones sobre la historia de mi propia alma, los viajes y las otras artes; he escrito poemas de pie frente a ciertas obras pictóricas que me han adentrado, que me han conectado con el pintor, con el artista, con su idea o con el paisaje que miraban cuando estaban pintando. Y también muchas veces siento claramente que las palabras, los versos y lo que transmiten me trasciende completamente y que soy un canal, un puente para compartirlos.
_ ¿Qué sintió cuando publicó su libro “Soltando amarras”?
_ Había llegado a un punto en el que sentí que ya no tenía sentido escribir nada más para seguir guardando más y más palabras en papeles o en la computadora, que había en una parte de esos escritos algo que había venido para ser dado, compartido, no para estar guardado. Una tarea que me competía realizar, a la vez que se fue presentando también la posibilidad de contar con el dinero necesario para la publicación.
Luego, mucha gratitud por haber podido hacerlo, un sentimiento de haber dado un paso necesario e importante para mí y de haber hecho esa tarea que debía realizar, quizá una asignatura pendiente pero a la vez en el momento oportuno. La toma de conciencia posterior a haberlo hecho, del impulso y la necesidad que se había acrecentado a partir de un viaje. Y de que, de alguna manera, el entregar, el dar libertad y camino propio al menos a una parte de lo escrito hasta ese momento, fue el paso necesario para llegar al primer escalón de una etapa nueva en mi recorrido vital.
El don de la palabra
Aunque no tiene ritual de escritura, sino que se abre paso o acude al llamado literario, Mabel, mediante su obra de variado entramado pictórico, invita al diálogo.
_ ¿Qué es un lector?
_ Se me ocurre que podría definirse como alguien que mientras está leyendo no quisiera estar haciendo ninguna otra cosa, que elige estar leyendo y está allí con toda su atención, que el mundo y la historia que se le presentan a través de la lectura van disolviendo el otro mundo en el que está e incluso él o ella mismo/a como ajenos van desapareciendo, en la experiencia de adentrarse y encontrarse en el texto literario.
_ ¿Es posible que la lectura más que una práctica sea una forma de vida?
Es posible, incluso creo que para mucha gente que desarrolla profesiones vinculadas al quehacer intelectual y tienen cierta edad, es lo habitual, no tanto en los más jóvenes. También creo que conlleva el peligro de mirar e interpretar el mundo solamente a través de lo que del mundo se escribe, y probablemente elegir casi siempre una misma línea discursiva, sin confrontar y confrontarse con los hechos en la experiencia directa y en el contacto vivo con la materia prima en bruto, libre y expuesta, tal como es antes de todo juicio, adorno o interpretación.
“Hay veces en que el ruido/ se disfraza de palabras,/ la necedad se reitera/ vocifera, los sentidos/ se disuelven, se escabullen/ los sentimientos se espantan”, inició Mabel su nítido poema “Ruidos o palabras”. Y meditó: “Las palabras verdaderas/ son principios para ser/ tonos para modular/ vocales para entonar/ piropos para minar./ Las palabras amistosas/ en frases con convicción/ nos presentan bellas formas/ atrayendo comprensión”.
Nota: Matías Gómez.
Fotos: Gentileza.
Corrección: Mariano Pennisi.
Contenidista: Emilce Martínez.