LITERATURA PUNTANA
Silvana Manfredi y el arte como redentor
Destacada por el historiador Liberato Tobares como una de las constructoras de la Puntanidad, la escritora que vive hace 40 años en San Luis prepara un libro titulado “Con la voz enlutada”, dirigido a las madres del dolor. Y señala: “La Puntanidad es una oportunidad para poner de moda las virtudes”.
Desde que abre la puerta asoman libros. En el piso, en repisas, debajo de esculturas, sosteniendo cartografías o proyectos. Volúmenes nuevos y antiquísimos leyendo e iluminando cada recoleto espacio.
“No soy puntana pero creo que tengo carta de provincianía. He educado con vocación durante 40 años. Mis realizaciones humanas y profesionales se completaron acá”, comparte en su casa la poeta Silvana Manfredi, quien comenzó dando clases en San Francisco y ahora como jubilada todavía brinda su taller literario.
“Aquí me reconcilio con la vida,/ en medio de este cielo y su paisaje./ Aquí la vida se me antoja buena/ y siento que amanece en gracia plena./”, entona en uno de sus poemas en honor a San Luis, del libro “Después de la búsqueda”, editado por el Círculo de Poetas, Escritores y Artistas de San Luis.
“¡Aquí me reconcilio con la vida!/ En el abrazo vegetal y verde/ que le ofrece a mis ojos tu paisaje,/ ajumado de músicas secretas./”, cierra el poema.
Con trascendencia, Manfredi no solo pone de relieve el entorno natural sino también los avatares de la sociedad. Antes de develar el sentido de la Puntanidad, es imposible que la escritora no se respalde en Antonio Esteban Agüero y César Rosales.
“Oh querencia tan grande, tan profunda, tan alta/ como un deslumbramiento de semilla o de estrella:/ yo te he cantado siempre, desde cuando entre flores/ contemplaba el misterio de tu cielo estrellado/”, lee del lírico nacido en San Martín. “En Rosales, el amor que siente por San Luis es realmente exaltador”, agrega.
Y ahora evoca al “Capitán de Pájaros”: “Yo no conozco las llanuras/ ni los mares,/ ni las urbes con extraña gente/ ni las naves,/ sólo sé quedarme/ con estos campos,/ con estos animales,/ con estas gentes conocidas/ morenas y vulgares,/ con estas piedras bajo el sol/ con estos olores vegetales;/ y aquí morirme ansío,/ con mi risa y mis males,/ con mi tesoro de nombres pronunciados/ con amor en las tardes…./ Sí, Golondrina/ ¡Es mejor quedarse!/”.
“Agüero, como todos los grandes poetas, tiene el don del vaticinio, de adelantarse a lo que sucede, ver más allá de los ojos humanos. El epílogo de la golondrina se cumple tal cual es porque muere a los 53 años, en estos lugares, volviendo a su pueblo natal, aceptando su destino de poeta, cuando podría haber hecho una carrera más rutilante como escritor, docente o político pero él elige regresar a su vocación y al amor por su terruño”, reflexiona Manfredi. “Agüero que era un hombre adánico, nombrador, que descubría la naturaleza, la resignificaba, tenía un grado de erudición”, señala.
_ ¿Por qué cree que la sociedad de aquel tiempo no pudo contener a semejantes poetas como Agüero y Rosales?
_ Falta de difusión, comprensión. A veces hay rusticidad en las almas porque no se cultivan, pero esa rusticidad no significa una cuestión peyorativa sino que es una tierra que necesita la mano del sembrador, o de un maestro que permita que la semilla se abra y emerja.
_ ¿Qué sintió la primera vez que leyó a Agüero?
_ Lo leí acá, en San Luis. Sentí deslumbramiento, que estaba parada frente a un grande, a la altura de Federico García Lorca, Machado, Lugones, Darío. La voz de Agüero sacude, no se puede estar indiferente ante su voz. Uno se siente pequeño y al mismo tiempo congraciado con la luz que derrama la palabra de Agüero.
Manfredi comulga con Platón. “El poeta está asociado a los dioses por esa capacidad de ver con los ojos del alma, de la intuición, con los ojos que tiene el otro conocimiento que no es observable, ni cuantificable pero que está, pervive y germina”, explica. Para la escritora nacida en Buenos Aires, poetizar es “una condición angelical, acercarse a la estrellas, tener raíces y alas”. Además, aconseja: “El incansable Jesús Liberato Tobares es un poeta delicioso, más allá de que sea investigador, hay mucho lirismo en su libro “La Puntanidad”. Tobares es muy dulce porque está enamorado del terruño”.
En la obra citada, Liberato menciona a Manfredi entre los escritores constructores de la Puntanidad. El historiador detalló el perfil del puntano histórico: amor a la tierra, religiosidad profunda, vocación docente, hospitalidad y sentido de libertad. El año pasado indicó que “siguen manteniéndose los rasgos, pero hay muchas otras cosas que deben ser meditadas, reflexionadas. Por ejemplo: ¿Cómo los puntanos entendemos la vida? ¿Cómo cultivamos los valores? ¿Qué es la dignidad?”.
Como profesora de Literatura, Manfredi enseñó durante 30 años en el Colegio Nacional (hoy Colegio Nº 1 “Juan C. Lafinur”) y difundió con esmero a las letras sanluiseñas. “Leer para el espíritu sería como respirar. El maestro debe apasionarse. Los chicos se dan cuenta de lejos cuando el maestro no lee”, indica la poeta que también fue amiga de Polo Godoy Rojo y le puso letra a la canción de la bandera de San Luis.
_ ¿Considera que con tanta tecnología se está perdiendo la capacidad de apreciar la palabra escrita?
_ Puede ser un distractor. Cuando uno está distraído desarrolla una atención dispersa. El libro cultiva un espíritu recoleto, de estudio, un poco de soledad y concentración y memoria para guardar el conocimiento. Creo que la tecnología, a veces, puede distorsionar el sentido profundo del aprendizaje en serio. Antes se “combatía” contra la televisión, la calle. La distracción, en el buen sentido, permite cierta meditación y contemplación, pero si uno está permanente con la ventana abierta, no sé. Hay que aprender a vivir también de puertas hacia adentro. No estar siempre balconeando.
Acerca de la vocación docente sanluiseña, dice César Rosales: “Tierra mía que ofreciste a Sarmiento… la cosecha de trigo de su siembra clarísima”. Silvana poetiza: “¡Inmensa dicha sembrar con la palabra!/ Dulce fatiga el surco de las aulas./ La vida pasa pero el fruto queda/ y el sudor en la frente me ilumina./
_ ¿La contemplación es otro valor a rescatar?
_ El ‘conócete a ti mismo’ de Sócrates. Es saludable llamarse al silencio. Así como es maravilloso trabajar la palabra para que esplenda con todas sus luces. Un silencio para la creación. Como decía Juan Ramón Jiménez: ‘Hay una soledad que es devastadora pero existe también una soledad sonora’. Esa soledad permite la creación.
El asombro también rescata Manfredi. “Es decir, desconocer la ciencia para salir a descubrirla”, detalla.
_ ¿Por qué cree que se ha olvidado todo esto?
_ El hombre es un ser imperfecto. La humanidad ha sufrido cambios de valores. Las guerras, la deshumanización, el capitalismo rabioso, el sexo desenfrenado. Prácticas y costumbres que se van metiendo en la sociedad, que se naturalizan como buenas, y no son buenas y las pruebas están a la vista. Si uno quiere cultivar la virtud debe fortalecerse en determinados valores, que cada cultura fijará.
Tintas de la Puntanidad:
Para Silvana, la fortaleza configura la identidad de un pueblo. “La Puntanidad es una oportunidad para poner de moda las virtudes, es una vocación, un llamado que sienten los puntanos, así, como dice Agüero, sintieron el llamado para cumplir con la tremenda misión de San Martín, es esa la Puntanidad, es un compromiso para decir sí a las fortalezas de nuestra comunidad”, expone.
Asimismo afirma que esa identidad tiene que estar abierta para respetar a otras culturas. “Si no caeríamos en el chauvinismo y el patrioterismo, en una postura autoritaria y ridícula, porque nosotros no podemos escindirnos del mapa de la República Argentina, como uno no puede escindirse de su familia”, aclara. “No hay que caer en el fanatismo como decía Lafinur en uno de sus poemas. Hay que amar lo de uno pero saber que existe un riojanismo o un salteñismo”, añade.
“La Puntanidad llega por medio de la educación. Es un aprendizaje que se va construyendo. Es permitirle a la sociedad y a los niños acceder a esos bienes”, aporta.
Manfredi considera que la literatura en la Puntanidad está en florecimiento. “El panorama que encontré cuando vine a San Luis era que estaban los consagrados, los grandes monstruos de la literatura puntana que son atletas de la palabra y están en condiciones para competir con cualquier escritor latinoamericano. Ahora, a las generaciones actuales las veo inquietas con ganas de publicar, pero siempre le digo a mis alumnos que hay que prepararse. Está muy bien responder al llamado vocacional del gusto por las letras pero también hay que capacitarse, como cuando uno aborda un instrumento”, dice.
_ ¿Está presente en los jóvenes que escriben el sentido de Puntanidad?
_ Sí, ellos también tienen amor al terruño. Lo que pasa es que hay que seguir desarrollándolo, cultivándolo. Etimológicamente cultura significa eso. Hay que seguir abonando esa tierra y presentando todo el panorama cultural sanluiseño.
Manfredi escribe desde pequeña. En la Biblioteca Digital San Luis puede leerse “Alguna vez, el Paraíso”. Pero actualmente, con autocrítica, la autora opina que es un poemario de amor que no volvería a escribir. “Es intimista, lírico, con luces y sombras por la alegría de amar y la tristeza de ser olvidado”, apunta.
_ En ese libro insiste con el sentido de la dicha…
_Es la eterna búsqueda de la felicidad del hombre. ¿Quién, cuando es joven, no quiere ser feliz? Es una cosa inalcanzable que no se sabe muy bien dónde está hasta que uno aprende lo que decía Ricardo Corazón de León: “No busques afuera de ti mismo, todo en tu propio corazón lo tienes”.
Para la escritora, “cuando el dinero pasa a ser el eje o el pivote de la vida de un hombre, no contribuye a su felicidad en absoluto. Al contrario, lo vuelve egocéntrico, necio, vacío, ausente, desconfiado”.
_ ¿Y “Desnudez de relámpagos”?
_ Fue un libro de aforismos que escribí con mucha alegría y muy atormentada porque no podía dormir. Me asaltaban las frases.
Silvana dice que el poeta Juan Manuel Bustos fue quien la alentó a publicar esa obra. El jueves pasado, el Círculo de Poetas, en la Biblioteca “Lafinur”, recordó a Bustos, a un año de su muerte. “Le hicimos una pequeña evocación al poeta que nombra al San Luis de la luz y de la gloria”, comenta. El Círculo de Poetas en 2016 cumplirá 40 años.
Al presente, Manfredi escribe “Con la voz enlutada”, un libro que habla del dolor cuando los jóvenes transitan caminos errados a través del consumo (drogas, alcohol, etc.) y de los estragos que producen en la familia por iniciar un camino de la muerte. “Está dirigido a las madres del dolor. Por supuesto, el libro está construido desde la metáfora y hay como una especie de neblina que cada uno puede tomar como quiera”, explica.
_ ¿Cree que la poesía puede cambiar esa realidad?
_ El arte es redentor. Si a un chico se lo recupera médicamente y luego se lo introduce en el camino del arte y la educación son dos factores de redención. No creo ser tan utópica cuando digo esto. El arte templa cuerdas sutiles donde el hombre se encuentra cerca de su estado más elevado en la humanidad que es el pensamiento, lenguaje y la creatividad.
_¿Hay cierto temor por hablar del espíritu?
_No sé. A lo mejor está pasado de moda, pero hay cuestiones que son universales. Se le podrá poner un sinónimo más moderno, pero en definitiva uno apunta a valores espirituales e intangibles de la cultura.
La poeta y correctora literaria confiesa que se siente identificada con Urbano Joaquín Núñez, quien tiene un poema titulado “Si yo fuera puntano”. “La Puntanidad es una huella digital, un sentimiento profundo, un sentido de pertenencia. A pesar de que no he nacido en esta provincia me siento muy puntana y me gustaría armar un proyecto para que, a los que no nacimos acá, se nos otorgue una carta de provincianía”, subraya Manfredi.
Impregnada por páginas, la casa de Silvana aviva la sed por leer. “Siempre vuelvo a Agüero, Rosales y a Urbano J. Núñez. Uno tiene esta manía por la literatura y la está frecuentado siempre”, expresa sonriente.
Nota y fotos: Matías Gómez.
Corrección: Mariano Pennisi.
Contenidista: Cecilia Sosa.