Volver a Malvinas
Tomando mates en paz
Puerto Argentino tiene similitudes con algunas ciudades sureñas de la costa de nuestro país.
Se recuesta sobre la costa Oeste de la bahía por la que ingresa una porción del mar argentino, una costanera denominada Ross RD como avenida principal, la ciudad se presenta como un rectángulo un tanto irregular recostándose en la ladera de los cerros que la rodea.
Sobre calle principal se encuentran las dependencias gubernamentales, el banco, uno de los dos supermercados que tiene la ciudad, la catedral anglicana, la iglesia católica y sus dos hoteles.
Los pubs del lugar se encuentran mayoritariamente sobre la calle Philowell, allí entre las 19:00 y las 21:00, como en cualquier punto de esta ciudad, se sirve la cena y a las 23:00, cierran. En algunos de ellos, los argentinos, no son bienvenidos.
En la esquina de Philowell y la costanera se encuentra un pequeño muelle que se utiliza para los servicios de traslado en lancha que permiten unir la ciudad con los grandes buques. En esa esquina Luis Romero recordará que, al igual que otros veteranos sanluiseños que se encuentran recorriendo las Islas, formó fila en la fría mañana del 16 de junio de 1982 esperando que lo trasladen desde Puerto Argentino hasta el buque inglés, lo hizo junto a otros 4000 soldados argentinos, partieron ese día rumbo a Puerto Madryn, era el regreso luego de la rendición.
El recorrido sobre la costanera entrega una vista mágica a nuestro mar. Las olas juegan al compás del viento que suele recorrer la ciudad, respetando las velocidades máximas establecidas en las leyes de tránsito, aunque no son pocas las veces que superó los 40 km de promedio desde que llegó el segundo contingente de veteranos sanluiseños que visitan las islas, invitados por el Gobierno provincial.
Bancos de maderas con nombres de isleños, con las fechas de nacimiento y defunción tallados en su respaldo, conviven con cañones que fueron utilizados en la primera guerra mundial. En esta parte del globo terráqueo, Inglaterra y Alemania disputaron una parte de su contienda bélica.
Frente a la avenida principal que bordea nuestro mar se encuentra un cordón de cerros, durante el día, el paisaje se presenta con pasturas secas y enormes rocas de una tonalidad grisácea que muchas veces confunden a los distraídos con las características propias del inicio de una nevada.
Por la noche, esos mismos cerros, resplandecen en la noche de Malvinas. La enorme luminiscencia que se observa detrás de ellos recortando sus figuras, permite comprender uno de los motivos de la usurpación británica. Las luces que se observan desde la costa pertenecen a los pesqueros que se encuentran depredando los recursos naturales del mar argentino, con permisos de pesca de las autoridades locales de la Isla. Estos permisos conforman el principal ingreso económico de las Malvinas.
El recorrido realizado por un grupo de veteranos hacia el noroeste de Puerto Argentino, permite observar parte de las posiciones que ocuparon durante el combate.
Previo a llegar al aeropuerto de la ciudad, lugar que todavía conserva parte de la pista que Argentina le construyó a los isleños en 1976, visualizaron la cruz del sacrificio, puerta de ingreso al cementerio local y de la “plantación conmemorativa”, allí los residentes plantaron un árbol por cada soldado inglés caído en el combate. Uno de los pocos lugares de la isla donde se pueden observar árboles.
La llegada a la vieja estación aérea es el punto de llegada del vehículo que los traslada, es el punto de partida de una caminata, de aproximadamente una hora, que habrá que realizar para poder llegar hasta el faro de la Isla Soledad.
En el sendero aparecen los vestigios del combate. Nuestros veteranos se transforman, 33 años después de la guerra que protagonizaron, en antropólogos de su propia historia.
Restos de balas, manoplas para el frío, bolsos porta equipos, estructuras metálicas pertenecientes a las tiendas de campañas o a las carpas de los soldados, baterías de los equipos de telecomunicaciones y los pozos de las trincheras forman parte del paisaje.
El terreno donde lucharon presenta similitudes con la topografía del resto de la isla. Pasturas de mediana altura que esconden en su interior el agua helada del sur, la misma que mojaba a los cuerpos cansados de nuestros combatientes.
El faro vigila el ingreso a la bahía donde se encuentra Puerto Argentino desde 1854. Es el punto de referencia para los marinos que navegan nuestras heladas aguas del sur. Ese mismo faro se transformó durante el conflicto bélico, en el puesto de vigía de nuestro ejército, de allí observaban los campos de batallas. Además, los aviones que venían desde el continente, lo utilizaban como punto de referencia para realizar la aproximación a la pista de aterrizaje.
La mole de hierro sigue custodiando el ingreso marítimo que lleva al único centro poblado de las tierras usurpadas. Al pie de donde se erigen los 18 metros de altura de la edificación, en un punto equidistante en dirección al acantilado, una hélice de las turbinas del Atlantic Converyor junto a 12 pequeñas cruces, recuerda al Buque Mercante de la Armada Británica que fue averiado de muerte por dos misiles AM 39 Exocet de la Armada Argentina.
Los veteranos sanluiseños detuvieron su marcha frente al Memorial Inglés, monumento que recordaba a los 12 marinos británicos muertos, realizaron en silencio el homenaje, las muertes en las guerras, además de ser bajas en los bandos que la sufren, son historias personales que quedan truncas, familias destrozadas por la intransigencia de la violencia que no conoce del diálogo.
El recorrido por el campo de batalla había llegado a su fin, antes de emprender la caminata de regreso, Juan Pianucci propuso una ronda de mates que rápidamente fue aceptada, al fin y al cabo, no hay nada más lindo que compartir una costumbre argentina, en suelo argentino.
Enviados especiales:
Nota: Diego Masci.
Fotos: Marcelo Lacerda.