Semana de la puntanidad y el sanluisismo
“Los paisanos puntanos tenían mucha agudeza política”
El historiador Jesús Liberato Tobares sostiene que vivir la puntanidad hoy significa reflexionar acerca de la dignidad humana y los valores a cultivarse. Para lograrlo considera que el único camino es la cultura y la educación.
El pasado 17 de junio, durante el lanzamiento de la semana de la puntanidad y el sanluisismo, ante el primer mandatario, CPN Claudio Poggi, Jesús Liberato Tobares brindó una disertación donde sostiene que al comienzo, la nomenclatura oficial “San Luis de Loyola Nueva Medina del Río Seco”, estaba reservada a gobernadores, oidores de la real audiencia, corregidores, lugartenientes, alcaldes del cabildo, pero en boca de arrieros, carreteros, maestros de postas, y viajeros, el gentilicio olvidaba su rango virreinal para nombrar modestamente San Luis de la Punta, o eventualmente San Luis de la Punta de los Venados”. Las historias de los humildes le llenan páginas a Tobares.
_En “La puntanidad”, usted detalló el perfil del puntano histórico: Amor a la tierra, religiosidad profunda, vocación docente, hospitalidad y sentido de libertad. ¿Cuánto ha cambiado ese retrato en la actualidad?
_ Me parece que siguen manteniéndose los rasgos. Pero hay muchas otras cosas que deben ser meditadas, reflexionadas. Por ejemplo: ¿Cómo los puntanos entendemos la vida? ¿Cómo cultivamos los valores? ¿Qué es la dignidad?
_ En esa obra también habla de la sacralidad de la vida en aquellos tiempos
_ Cada uno debe tener una imagen determinada de lo sacro. Para mí, lo más sagrado es la vida humana, el género y la dignidad. Incluso, a veces, la dignidad es más importante que la integridad física.
Tobares fue ministro del Superior Tribunal de Justicia de San Luis e integró la comisión encargada de preparar la reforma constitucional de 1962. Jubilado, a los 84 años, con seis nietos, dice que la puntanidad histórica y filosóficamente se condensó en los humildes a quienes aún Liberato investiga junto a su esposa Elba Miriam Chávez entre las serranías. “Es increíble la sabiduría de la gente analfabeta, su patriotismo, su noción política. Colaboraron espontáneamente en la campaña libertadora del ejército de San Martín y con tremenda responsabilidad”, observa para destacar de aquel entonces: “Los paisanos tenían mucha agudeza política”.
El historiador que más ha estudiado la puntanidad describe al naciente pueblo azulado por un cordón montañoso: “El camino real ingresaba al caserío por la calle del comercio, por Ayacucho, donde se amuchaban las pulperías. A una cuadra estaba la plaza mayor, el cabildo, la cárcel, el convento y el templo de Santo Domingo, la iglesia matriz. Un poco más lejos, el cuartel, y más allá de las plazas de las tropas, el estanque real, donde carreteros y hombres de arrías hacían noche y donde se gestó para fortuna de la cuyanidad la feliz unión de estilos y tonadas”.
Allí comenzaron a forjarse los elementos culturales de un estilo de vida enraizado. Mientras los viajantes exploraban la geografía puntana, Liberato destaca a los baqueanos, intérpretes de los signos para vislumbrar caminos en la pampa salvaje. “Si aquellas huellas denunciaban el paso de bestias, cargas, tropillas sueltas, caballos, mulas, al paso lento o al galope de urgencia, quien leía en el suelo ese abecedario de rústicas historias era el rastreador. Si había que recorrer distancias medidas de horizonte a horizonte bajo las porfiadas lloviznas del invierno, o bajo el aguacero desecho, quien llevaba escondido en la falda del rebenque o en el cuello de la montura el mensaje urgente, era el chasqui, en su caballo criollo portador de la señal conspirativa o el parte de batalla, noticieros de triunfos celebrados o de amargas derrotas.”, narra Tobares, quien considera a la tonada como el alma de la cuyanidad.
Así surgió la identidad que el autor sintetiza en “La puntanidad”. Antes, Víctor Saá también expuso algunos rasgos distintivos de la psicología del puntano: sencillez, valor, bondad e inteligencia.
“Se fueron acumulando hábitos y saberes para vivir o para sobrevivir, y cuando la vida le negaba al hombre toda posibilidad de encontrar un atajo para remediar sus necesidades más apremiantes, se asomaba la fuerte contextura espiritual del paisano que no reniega de la vida, sufre callado porque la protesta no forma parte de su idiosincrasia”, explica el investigador de las raíces folklóricas nacido el 15 de octubre de 1929 en San Martín, al norte provincial, donde escribe un diccionario sobre la historia puntana que tendrá secciones referidas a iglesias, aborígenes, toponimia, antroponimia, cabildantes, alcaldes de hermandad, entre otras.
De inmediato, al amor hacia la tierra arpegiada por arroyos se unió una religiosidad profunda. “La hospitalidad es otra distinción, el paisano nunca cerró la puerta de su rancho al peregrino que no tenía donde hacer noche. Ni tampoco preguntó porque llegó a deshoras con su caballo trajinado, podría ser un prófugo de la justicia pero bajo al alero de su rancho a nadie se le negaba la hospitalidad, porque el paisano tenía la misma filosofía del profeta de Nazaret, no había venido al mundo para juzgar, sino para servir, y que mejor servicio que el amparo al hermano en desgracia”, enseña Don Tobares, escritor además de relatos, cuentos y poemas.
[youtube id=”ffDwcxfGZS0″ titulo=”Jesús Liberato Tobares, historiador – Parte I”]
La educación era ejercida, según explica, para alcanzar la plenitud humana. “En 1866, la comisión encargada de vigilar el proceso educativo en nuestra jurisdicción, elogiaba la labor del maestro, del cuartel noreste de la ciudad de San Luis, don Rudensildo Villanueva, y hacia votos porque el tiempo destructor no detenga su nombre en la memoria del pueblo puntano”, historia Liberato, quien añade que aun no hay una historia escrita de la educación sanluiseña.
“En las luchas por la independencia, los hombres y mujeres de San Luis, entregaron sus bienes y dejaron sus vidas en los campos de batalla, defendiendo el más alto valor humano: la libertad. Cientos de soldados y oficiales, algunas de ellos mujeres, como el caso de Pancha Hernández siguieron el itinerario de Gral. San Martín. De los partidos de Renca, el Morro, Saladillo, Santa Bárbara, Cañada del Pasto, San Francisco, partieron hombres curtidos por los años, como Don Lorenzo Bustos, en cuyos brazos exhaló su hijo Basilio Bustos, que junto a José Gregorio Franco e Ingeniero Luna de Guzmán murieron el 3 de febrero de 1813 en el combate de San Lorenzo”, detalla.
Jóvenes soñadores también se soldaron al plan continental del libertador. El 12 de agosto de 1819 desde Mendoza, San Martín en una comunicación al Teniente de Gobernador Vicente Dupuy, se refiere al Regimiento de Granaderos a Caballo: “Este cuerpo tiene algunas vacantes y aunque en ésta se han presentado algunos jóvenes para entrar en él, no he querido admitir a nadie hasta ver si hay algunos bravos puntanos que quieran ingresar en este regimiento.”
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En “La puntanidad” Tobares menciona a algunos pioneros de la cultura contemporánea: “Don Nicolás Jofré, maestro de juventudes, Pascual Mauricio Racca, que en la conducción de la Asociación de Empleados del Banco de la Provincia de San Luis realizó en las décadas del 50 y 60 una obra admirable. Tomás Ferrari, docente villamercedino de larga y fecunda trayectoria; Mario Cecil Quiroga Luco que siendo Director de Cultura de la Provincia promovió un movimiento cultural importantísimo; Don Gerónimo Taboada Mora, ilustre docente de Villa Mercedes que estuvo presente en toda circunstancia donde se gestara una iniciativa cultural; Don Dalmiro S. Adaro, precursor de los estudios del folklore en San Luis, docente y legislador; Héctor Auber, villamercedino, hombre generoso y luchador incansable por la cultura de San Luis.”
_¿Cómo se protege la tradición en tiempos de globalizantes?
_Hay un único camino que es la cultura y la educación de la gente.
El final de su disertación amplía: “La única forma de nuestra tierra es trabajar por ella todos los días, con humildad y fervor como aquel pobre artesano que recordaba Agüero y que a fuerza de escombro y lija iba moliendo la imagen del Señor de Renca, o aquel campesino que en la novena de San Francisco pedía a Dios lluvia para los campos, fecundidad para los ganados, seguridad los caminantes, paz para la república, o aquellas viejas olleras de manos fermentosas que en cántaros de amor elevaron hacia la luz el oscuro barro en las costas del río Quinto y del Conlara.”
Nota: Matías Gómez