Premio en 1991
Murió Nadine Gordimer, Nobel de Literatura
En su casa de Johannesburgo, a los 90 años, falleció la escritora sudafricana que fue una voz destacada contra el Apartheid y en favor de los Derechos Humanos.
La artista, quien murió rodeada de sus hijos en su casa de la capital sudafricana, nació el 20 de noviembre de 1923 en Springs, una población minera cercana a Johannesburgo, en el seno de una familia judía de clase media, integrada por un relojero de origen lituano y una británica.
Antes de ingresar a la Universidad de Witwatersrand quiso ser bailarina, pero tuvo que abandonar su sueño tras haberle sido detectada una enfermedad cardíaca.
Gordimer escribió 15 novelas y una docena más de relatos cortos que se distinguen por una exploración intensa de la psicología y la presencia de inmortales personajes que recrean el contexto de su país de origen, con la enajenación de los comportamientos humanos como telón de fondo.
Sus obras narran las incidencias de la vida cotidiana en Sudáfrica, a menudo desde el punto de vista de una persona de clase media que analiza las tensiones entre los distintos grupos raciales bajo la rígida segregación del Apartheid.
Después de “La suave voz de la serpiente” (1956), su primer libro importante de cuentos, publicó “Seis pies de tierra” (1956), “La huella del viernes” (1960, ganadora del premio literario W.H. Smith and Son de 1961) y “No para publicarlo” (1960).
Aunque en un principio se inclinó por los cuentos se hizo conocida por sus novelas, entre las que destacan “Historia de mi hijo”, “La hija de Burger”, “Un invitado de honor”, “La huella del viernes” y “El desaparecido mundo burgués”.
La producción de la escritora se caracteriza por un estilo sobrio que hace foco en el Apartheid, el exilio, la segregación racial y la enajenación del ser humano.
“Nací allí, me crié en el seno de una comunidad blanca segregada y ya en mi adolescencia vi que algo no funcionaba”, indicó en un encuentro con medios de prensa españoles en 2007, en la que también recordó que a los 18 años vio que “tenía más en común con los jóvenes negros que con los blancos, sólo interesados en las actividades de la comunidad blanca”.
Su novela “El conservador” (1974), que describe con un lenguaje distante la enajenación del comportamiento humano a partir de la historia de un hombre blanco que explota a sus empleados, recibió en 1974 el premio Booker, en tanto que “La hija de Burger” (1979) explora los sentimientos divididos de una mujer blanca sobre el Apartheid cuando su padre es encarcelado por oponerse al sistema.
Por su parte, “Gente en julio” (1981) mira hacia el futuro retratando una familia blanca que logra huir de una guerra civil gracias a la ayuda de sus criados negros, mientras que en “La historia de mi hijo” (1990) un joven negro trata de entender los conflictos de la vida privada y pública de su padre.
En 1991, a los 67 años, Gordimer ganó el Nobel de Literatura y en aquel momento fue la primera mujer en hacerlo en 25 años.
“Algunas personas dicen que me dieron el premio no por lo que he escrito, sino por mi política. Pero yo soy una escritora. Esa es mi razón para seguir con vida”, aseguró Gordimer tras recibir la distinción.
Además del Nobel, la autora ha recibido un gran número de premios y distinciones, entre ellos, un total de 15 doctorados honoris causa de universidades como Yale, Harvard, Columbia, Cambridge, Leuven en Bélgica, Ciudad del Cabo y Witwatersrand.
Tras la caída del Apartheid, la embajadora de buena voluntad de la ONU -que además fue miembro del Congreso Nacional Africano (ANC) cuando esta organización política era ilegal (1960-1990)- advirtió: “La lucha no ha terminado. La reconstrucción es también una parte (de esa lucha)”.
Su defensa por la mayoría negra hizo que Gordimer fuera una de las primeras personas con las que Nelson Mandela quiso reunirse tras convertirse en 1994 en el primer presidente negro de la historia de Sudáfrica, después de pasar 27 años en prisión.
“Vivimos en una época de terror que confronta al hombre y que lo oscurece, proyectando largas sombras que le impiden descubrirse a sí mismo”, sostuvo alguna vez.
Gordimer, que no se consideraba religiosa pero se sentía atraída por el pensamiento budista, sufrió un duro golpe con la muerte de su segundo marido, un coleccionista de arte y mecenas que huyó de la Alemania nazi, Reinhold Cassirer.
Nota y foto: Télam