CRÓNICA DESDE BRASIL 2014
Si no creyera en el delirio …
Este mundial no sólo lo juegan los elegidos de Sabella en los estadios. Lo jugamos en masa. El viernes con la llegada de la selección, el sábado en Copacabana con cientos de hinchas que coparon playa, vereda y avenida para demostrar porque la Argentina es local este mundial. Lo jugamos en el Maracaná mucho antes de las 19. Lo jugamos en cada esquina donde se crucen más de dos argentinos vistiendo la albiceleste.
“Por el mero hecho de integrarse en una multitud, el individuo adquiere un sentimiento de poder invencible, que hace que la muchedumbre se vuelva más primitiva y menos sujeta al control ejercido por la conciencia o por el temor al castigo. El sujeto se vuelve altamente sugestionable, como hipnotizado”.
No podría encontrar mejor pasaje para describir a los miles de argentinos que viajaron hasta Brasil para disfrutar este mundial. Llegaron en avión, en colectivo, motor home e incluso bicicletas para poder vivir junto a su familia o amigos esta que; para muchos; es la única posibilidad de disfrutar de una copa del mundo.
Existe el contagio emocional, una suerte de comunicación subterránea según Le Bon, sociólogo francés quien publicó en 1901 el libro Psicología de las multitudes.
L a cercanía, la rivalidad, el paisaje fueron algunos de los motivos para venir hasta el país vecino, sin ingresos para los partidos. Y es que este mundial no sólo lo juegan los elegidos de Sabella en los estadios. Lo jugamos en masa. Lo jugamos el viernes con la llegada de la selección a un lujoso hotel cercano a la playa de Ipanema. Lo jugamos el sábado en Copacabana con cientos de hinchas que coparon playa, vereda y avenida para demostrar porque la Argentina es local este mundial. Lo jugamos en el Maracaná mucho antes de las 19. Lo jugamos en cada esquina donde se crucen más de dos argentinos vistiendo la albiceleste y ese es motivo suficiente para que se escuche “ Vamos la Argentina! Vamos Messi!” Volvemos a hablar entonces de la pasión que por estos días sentimos en masa.
Nota: Virginia Soloa
Foto: Web