Caminos de la fe sanluiseña
Vía Crucis entre las nubes
Apenas despunta el sol de mayo, Villa de la Quebrada no sólo es un epicentro religioso debido al milagro causado por la imagen hallada en un árbol que, según la tradición lugareña, estaba donde se ubica el actual santuario. “¿Cómo es que se encontraba en esa urna vegetal aquel crucifijo?”, pregunta el historiador José Ignacio Maldonado. “¿Quién lo escondió o guardó no pudiendo recuperarlo después? En la zona no hay memoria de que alguien lo perdiera o escondiera en la incipiente concavidad de un árbol en crecimiento.” También, la capital de la fe, a 38 km de San Luis, atrae a creyentes de múltiples diócesis, algunos incluso arrodillados o descalzos, que murmuran oraciones ante las 62 estatuas de mármol de Carrara (Italia) tamaño real, por las 14 estaciones a 1400 metros serranos.
Sobre las manifestaciones gestuales o simbólicas, abundantes en esta piedad popular (por ejemplo, besar reliquias), que se celebra el 3 de mayo, la web parroquial advierte: “Similares expresiones, que se han trasmitido de padres a hijos, son modos directos y simples de manifestar externamente el sentimiento del corazón y el deseo de vivir cristianamente, pero sin este componente interior existe el riesgo de que estos gestos degeneren en costumbres vacías y, en el peor de los casos, en la superstición”.
Si la fe no mueve montañas, los creyentes van hacia ellas. Aunque sólo recorren 300 de los 993 msnm que impone San José el Morro, a partir de la VI estación ya pueden contemplar los 1600 msnm del volcán, cuyo diámetro mayor de 14 km data entre 1500 y 2000 millones de años. Además, el naranja, pero no de lava, cada 19 de marzo, ondea en antorchas que recuerdan al santo patrono San José para llegar al templo, también del siglo colonial, declarado lugar histórico, frente al que alguna vez hubo lanzas en defensa de los indios, pasó el general Juan Esteban Pedernera y celebró misa el Papa Pío IX, beatificado en el 2000.
En la cuesta que une a San Luis con Córdoba, adornado por manantiales, vegetación y animales de las sierras de los Comechingones, el vía crucis en la reserva natural Mogote Bayo, Merlo, ofrece un ejercicio espiritual para aquellos que puedan administrar rezos y oxigeno durante dos horas. Sesenta minutos más demanda el calvario con la ermita en honor al beato criollo-mapuche, Ceferino Namuncurá. ¿La recompensa? 1400 msnm, vista a los valles del Conlara y Concarán: peregrinar cerca del cielo.
Nota: Matías Gómez
Fotos: Héctor Videla- Luciano Grangetto- Cristian Bastias