Segunda noche
Entretelones del Carnaval
Insectos fluorescentes, plantas bípedas, paraguas, galeras, capitanes, plumas dondequiera, bahianas que giran como tazas y una aceitada brasileña sobre un reptil forman la comparsa pionera, de la que año a año aprende la Escuela de Samba “Sierras del Carnaval”.
Alegría no tiene fin
Apenas se les pregunta cómo disfrutan el carnaval a los pasistas de Río, junto con una perlada sonrisa, responden: “muito bem”.
Miceli, de 21 años, emocionada tras bailar por tercer año consecutivo y mientras sonreía para unas fotos con el público que se acercaba debajo del puente en boxes, dijo que fueron “muy bien recibidos por el pueblo argentino”. Su compañero, Diego, de 23, sentenció: “Moramos (vivimos) em Río, mas aquí, em Argentina, Potreru”.
Con el clima, hacia la salida, luego del desfile carioca, era difícil encontrar por mucho tiempo a alguna tersa piel morena (de esas que dejan los ojos saltones), porque taconeaban rápido hasta el cálido colectivo. En cambio, los más ataviados aprovechaban para ordenar instrumentos, doblar los trajes o hidratarse después de sacudir en una tropical pista de 800 metros. “Maravilhoso, adoro, amu todo esto”, dijo Fernando de 37, emplumado. Y por si no quedaba claro en portugués, el moreno arrojó: “I love San Luis”.
Andrea Vinicius de 23 años, estudia Derecho, como está de ferias (vacaciones) cambió con algunos compañeros universitarios la arena y el abrazo del Cristo Redentor en Río, por las sierras y el espejo de Potrero de los Funes. “Muy bello, muy encantadu com San Louis”, expresó el joven del barrio San Cristóbal, que por primera vez sambó en San Luis. “Muito frio, Río caliente, eu tenho casaca por abaixo”, comentó refregándose los codos.
Para Danielle (31), administradora, y Rodrigo (24), peluquero, la cuarta edición ha sido la “melhor”. “El argentino es muy feliz y es una satisfacción estar aquí con mis hermanos”, conciliaron los pasistas, provenientes de Botafogo, al sur de Río, un barrio de clase media, conectado por túneles hacia Copacabana y mecido por el Atlántico.
Los únicos estáticos del Carnaval
Anónimos e incontables fueron los brazos de los sanluiseños que contribuyeron con la campaña libertadora del general San Martín; durante esta quinta edición del carnaval, ocho jóvenes verdes, de entre 15 y 21 años, mayoritariamente provenientes de la Escuela de Arte, en lo alto de una carroza, simbolizan el Monumento al Pueblo Puntano de la Independencia, sin castañetear los dientes.
Después de bajarse en grúa, arropados y descalzos con pollera, los estudiantes contaron qué piensan, mientras desfilan, en histórica pose, con el aire serrano que les choca la frente y el calor del sambódromo lamiéndoles los talones. “Pensamos en tratar de disfrutar. Somos los únicos que no bailamos y vamos duros”, dicen. Treinta minutos tardan en maquillarse y una hora antes de avanzar se ubican arriba del carro alegórico. Varios ya han participado en ediciones anteriores como gauchos, eso sí, ante la foto, todos se quitan las camperas, para ensayar un “haka”.
Detrás de escena
Nota: Matías Gómez
Fotos: Cristian Bastias Marino