MITOS
¿Existen límites para los deseos?
¿Cuánto es suficiente?¿Hasta dónde podemos llegar? , o bien, ¿hasta dónde debemos?
Ambiciones, deseos, metas, aspiraciones, objetivos. Cosas, personas, afectos, vicios, destinos, lugares, relaciones, creencias, hábitos. ¿Algo de todo esto es finito? ¿Existe un límite en cuanto a lo que sentimos o deseamos? ¿Debería existir?
Si el deseo se desplaza siempre de un objeto a otro y no se detiene nunca por más que estemos bien, ¿existe una manera de satisfacerlo para siempre?
Ícaro y Dédalo
Ésta es la historia del arquitecto del laberinto del Minotauro, Dédalo, y su hijo, Ícaro.
Después de haber construido el laberinto en el palacio del rey Minos, en Creta, el monarca no quería dejar a Dédalo salir de la isla. Tenía miedo de que el arquitecto crease otras obras mejores en otros lugares de Grecia. Entonces decidió mantener a Dédalo junto con su hijo presos en una torre de su palacio.
Aunque padre e hijo tenían todas las comodidades que querían en palacio, deseaban volver a su hogar, en Atenas. Dédalo miró sobre las olas del mar Mediterráneo y se dio cuenta de que no podrían escapar con un barco porque la marina del rey los vería y capturaría inmediatamente. Por esa razón pensó en un plan.
Dédalo pidió al rey Minos algunas plumas y cera diciendo que las necesitaba para una nueva invención. Cuando las tuvo, las llevó al techo de la torre, pegó las plumas con la cera y construyó alas para él y su hijo. A partir de ese momento practicaron juntos el vuelo.
Una mañana, Dédalo decidió emprender el vuelo y le dijo a su hijo que lo siguiera durante todo el viaje porque él conocía el camino. Le ordenó no volar demasiado bajo porque se mojarían sus alas con el agua del mar, su peso aumentaría y no podría soportarlo.
También le ordenó no volar demasiado alto porque el sol calentaría sus alas, derretiría la cera y provocaría que se cayera.
Cuando empezaron su viaje, al principio, Ícaro tenía miedo porque nunca había volado tan lejos. Sin embargo, después de poco tiempo descubrió que podía hacerlo bien, así que empezó a probar cosas nuevas. Volaba con las gaviotas, subía y bajaba,volaba lejos de su padre y daba vueltas.
Debido a ello, su padre le gritó recordándole lo que le había dicho antes de partir, pero Ícaro no lo escuchaba, estaba demasiado lejos siguiendo su deseo de llegar al sol. Voló más alto y más alto, hasta llegar tan cerca del sol que sus alas se derritieron y cayó al mar. Su padre,que no podía hacer nada, estaba muy lejos y llegó muy tarde.
Nota y foto: María Helena Montiel