FILOSOFÍA
¿Todo es perdonable?
¿Es lo mismo justicia que perdón? ¿Qué damos cuando perdonamos?
Etimológicamente, la palabra perdón está compuesta por el prefijo per- (completo) y el verbo don (dar), es decir, dar por completo. Todo perdón supondría un acto de desistir de lo propio y un priorizar al otro, un desviarse de la lógica del intercambio, una donación absoluta.
Remitiéndonos a Jacques Derrida, filósofo francés nacido en Argelia, él pensaba que todos estamos acostumbrados a actuar en pos de algún resultado, de alguna devolución, y que de este modo pensamos al acto de dar, damos en función de recibir algo a cambio. ¿Pero qué sentido tendría dar cualquier cosa, si no fuese en virtud de un retorno?
¿No es el acto de dar aquel que por definición no debería volver? Si damos para que vuelva, ¿estamos realmente dando? Tal vez nunca demos tanto como cuando perdonamos, ya que cuando lo hacemos, lo damos todo, sobre todo porque vamos aún en contra de nuestro propio deseo.
El filósofo postulaba que existe un abuso del perdón en la sociedad y que este abuso debilita al perdón y lo lleva hasta su opuesto, transformando un acto de donación incondicional en una estrategia basada en el cálculo y la especulación.
Derrida sostiene que para que exista el perdón tendría que haber una renuncia a cualquier compensación. Si el perdón tuviese medida, si hubiese conveniencia, si hubiese cálculo, entonces el sentido esencial se perdería. La lógica del cálculo supone un mundo ordenado en función del yo, donde todo se vuelve propiedad para el uso propio.
Pero si lo que damos vuelve y lo que perdemos se ve compensado, entonces ya no hay más pérdida. En este sentido, Derrida decía que el retorno anula lo dado.
Por ejemplo, si le regalamos algo a alguien y esta persona nos devuelve el regalo, ya no habría más regalo, porque lo que estamos dando vuelve. Incluso decir gracias anula el regalo, porque en cuanto vuelve, hay compensación, y en este caso ya no habría más donación absoluta. Según el filósofo, el que dona no puede sentir orgullo y el que recibe no puede sentirse endeudado.
Esto lo llevó a postular que el acto de don más originario es aquel en el cual nadie le da nada a nadie, un don imposible. Hay algo de imposible en el perdón, de locura, incluso de irracionalidad, que hace que no pueda haber perdón interesado.
Si sólo estuviésemos dispuestos a perdonar lo que parece perdonable, la idea de perdón se desvanecería. El perdón sólo perdona lo imperdonable, lo que parece imposible. Si perdonáramos lo perdonable, entonces ya no haría más falta el perdón.
De este modo, el filósofo postulaba que perdonar no pasa por un acto de justicia, no es ni debería ser normal, normativo, ni normalizante, sino que es algo subjetivo, personal e íntimo.
Una sociedad justa, según el pensador, es la condición necesaria para que el perdón pueda aparecer. Si hay justicia, queda en cada uno dar el perdón. Dar, fuera de toda lógica, fuera de todo cálculo, fuera de toda estrategia.
Fuente: Derrida Jacques: Dar (el) tiempo / El siglo y el perdón.
Nota: María Helena Montiel.
Fotos: Fuente web