Un día especial
Madres con vocación
Las aulas, largos viajes por el interior de la provincia, los hijos, el crecimiento profesional y los nietos se cruzan en la historia de María del Carmen Talio de Rosas, madre de cuatro hijos.
Filas de libros agrupados en una enorme biblioteca que da la sensación de la extensión misma de la pared. Cálculos, números, reglas matemáticas y lápices dispersos en una mesa angosta pero larga ubicada al frente de un pequeño pizarrón. Para María del Carmen este espacio, que se comunica con el resto de las habitaciones de la casa por un pasillo, es sin dudas el favorito. Allí recibe a sus alumnos y los ayuda a descifrar el lenguaje de las matemáticas. Un camino construido por números, sumas, restas y fracciones.
“A las cuatro viene un alumno”, dice mientras sus nietos corretean por el lugar y uno deja su arte en el pizarrón.
María del Carmen hoy tiene 66 años, divide su tiempo entre sus nietos y sus alumnos particulares. “Yo sigo trabajando porque la docencia me gusta, cómo será que me jubilé y continúo dando clases en mi casa”, comenta.
Como una línea de tiempo donde ella cuenta como trazos de su historia. Desde que se recibió primero como maestra en la escuela Paula Domínguez de Bazán y su ingreso a la universidad. “Cuando me recibí al año siguiente ingresé en la universidad para estudiar profesorado de matemática, física y cosmografía. Mientras cursaba di clases en una escuela de la ciudad. Fue mi primera experiencia frente al aula. Era una escuela de chicos humildes, entonces yo los ayudaba mucho, a veces venían y les explicaba en mi casa, en esa época yo era soltera”, recuerda.
Cuando recibió el título, María del Carmen comprendió que estaba forjando otra etapa. “Cuando terminé la universidad trabajé en una escuela a la noche, primero estuve como preceptora por qué no conseguía horas cátedras, en esa época no había tantos colegios y después sí tomé el cargo en esa escuela y en otras escuelas más en Villa Mercedes y Justo Daract. Hacía un rally”.
Entre tizas, pizarrón y viajes ella conoció a su marido y el padre de sus hijos. “Cuando me casé pedí que me pasaran a la capital y sólo me quedaron unas horas en Villa Mercedes. Seis meses después me quedé embarazada y trabajé en Mercedes hasta el mes de agosto, mi bebé nació en noviembre. Yo tengo cuatro hijos, tres mujeres y un varón. Nuca dejé de trabajar durante todos los embarazos”, destaca.
Ser madre y profesional no es tarea fácil. Ensamblar esas dos mitades que parecen correr en carriles diferentes, pero a que a la vez van en el mismo sentido, es algo a lo que a menudo las mujeres se enfrentan. “Yo tuve una ventaja muy grande: siempre viví al lado de mis padres, entonces dejaba a mis chicos con ellos y me iba a trabajar”, dice María del Carmen. Hace una pausa corta para tomar aire y agrega: “A mis hijos sus abuelos los quisieron mucho”.
El tiempo pasó rápido entre las tareas del hogar y las del aula. Pronto los chicos crecieron: se convirtieron en adolescentes y acá comienza otra etapa. “Seguí dando clases. Llegué a ser supervisora y volví a viajar por toda la ciudad”, sostiene la profesora, mientras se acaricia la cara con el revés de la mano.
La fotografía es otra de sus pasiones, en cada reunión familiar ella está preparada para retratar ese momento.
“Yo de mi vida profesional no me puedo quejar, la docencia me encanta. Ahora cambio mi vida porque cuido a mis nietos y a su vez doy clases pero ahora en mi casa”, comenta con una gran sonrisa que se refleja en el brillo de sus ojos.