Agostina Muñoz: “Esta es la primera vez que voto con mi nombre”
Domingo 12.00 marca en su marcha el reloj. Para cualquiera es un día electoral como tantos. Preparar el documento, hacer la fila, mostrarlo a una serie de fiscales encolumnados a la par en unos bancos escolares, escuchar que griten tu nombre para ingresar al cuarto oscuro, elegir y luego introducir el voto en una urna de cartón. Todo esto forma parte de nuestra historia.
Pero para Agostina, hoy fue un día diferente. Por primera vez votaba con su propia identidad. La que ella eligió y sintió desde su infancia. “Es mi primera votación, estoy orgullosa. Porque siempre vivía como un karma el acto electoral”, comenta.
Son las 13.35, Agostina está en la puerta de la escuela N° 49 Lindor Quiroga, a punto de entrar. La emoción se dibuja en su cara, aunque su voz denote serenidad. A esa hora, la cola en la mesa 0186 asciende a diez personas. El lugar está repleto.
Una escalera la separa de su meta. “Esto tiene que ver con mi identidad propia. Estamos hablando de la igualdad de derecho. Cada ser humano tiene una elección de vida y una elección de género. Yo creo que todos pagamos los impuestos por iguales, por qué se me tenían que negar a mí los derechos, si yo era una ciudadana igual que cualquiera con una elección de género diferente”, remarca.
“Antes me costaba venir, lo dudaba mucho, venía de mala gana, porque sabés que te van a vociferar tu nombre que a vos no te gusta, que no te sentís cómoda. A veces no sé si lo hacían a propósito, pero se ponían a gritar cuando se daban cuenta, que por ahí vos no encajabas con el nombre que figuraba en el documento”, recuerda. Hace una pausa mientras la cola avanza y agrega: “Ahora les voy a decir que griten con más ganas”.
“Agostina Muñoz, número 167, ejemplar de documento A”, dice Florencia Mansalva, presidenta de la mesa. El cuarto oscuro lleva al aula de 4° grado AC, del colegio ubicado en el corazón del barrio Policial Nuevo. Agostina entra y realiza su elección, como lo hizo en su vida.
No fue un camino fácil, pero lo crucial es que tuvo el apoyo de toda su familia. Eso le dio la fortaleza que hoy tiene: “Yo me di cuenta de quién era en mi niñez. Lo primero es que te acepten tus seres queridos. Creo que el miedo más grande es afrontar los pilares de tu familia. Después la sociedad, vos sabes cómo es esto”.
Para ella fue un proceso de años, y cuenta: “Lo primero fue decirles a mis familiares que yo iba a cambiar. Fueron modificaciones bruscas, quizás para ellos, pero la aceptación fue total”.
Aunque aún siente que hay discriminación en ciertas partes de la sociedad. Sobre todo en los locales nocturnos. “No es fácil tener una elección de género diferente, más en una ciudad que todavía tiene pensamientos conservadores. Si vas a un local bailable, bueno será porque es un pueblo chico y no están acostumbrados; y yo soy muy caradura y me encanta meterme en los lugares heterosexuales, uno ve como están todo el tiempo codeándose y se puede percibir esa burla, pero no me engancho”, dice Agostina muy segura de sí misma, eso se percibe en su andar.
Pero en su camino de lucha, esta mujer rubia y alta, tuvo mucho apoyo. “Siempre me sentí contenida con las políticas de antes y ahora”, destaca. Al igual que en la escuela en la que trabaja como asistente en la preceptoría; de lunes a viernes a la tarde.
Y un día salió a luz la Ley de Identidad de Género
“Yo vivía las 24 horas vestida de mujer pero no podía ir así al colegio, cómo le iba a decir al director que esa no era mi identidad, si mi documento decía lo contrario”, recuerda Agostina. Y remarca que cuando comenzó a cambiar, en la comunidad educativa la aceptación se hizo notar.
El 23 de mayo de 2012 se promulgó la ley N° 26743 de identidad de género. Ese día sintió que toda su lucha comenzaba a dar frutos. “Yo la venía siguiendo por televisión. Y cuando en los medios anunciaron que era un hecho. Festejé con mis amigas”, relata.
La ley permitió a muchas personas vivir como en verdad lo sienten. Ser ellos mismos. Poder mirar el documento e identificarse con él. “Yo hoy voto con orgullo. Puedo ser yo misma”, concluye Agostina.