Una abuela checo-alemana aprende computación para luchar por sus derechos
Llegó a Latinoamérica escapando de la Segunda Guerra Mundial. Hoy se amiga con la tecnología en la Universidad de La Punta para recuperar sus raíces y luchar por los haberes de los jubilados.
“Soy una persona muy activa y quiero abarcar cada día más al mundo con mis brazos, con mi mente. No quiero sentirme desactualizada, creo que es lo mejor que puedo dejarles a mis hijos”, comenta Melanie Albornoff Hornack, de 82 años. Sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Fue actriz, esquiadora profesional y abogada; hoy retirada de los tribunales decidió aprender a utilizar una computadora y se sumó al curso ‘Abuelos en Red’, que la Universidad de La Punta (ULP) ofrece cada año junto al Banco Supervielle.
Melanie es de contextura pequeña y delgada y recoge su pelo blanco con un gran broche. Apenas camina debido a la caída que tuvo, hace algunos meses, por intentar bajar a su gato de un árbol. Da pasos lentos, pero seguros. Es que su historia le marcó a fuego una personalidad decidida y una voluntad férrea, de sobreviviente. “En Checoslovaquia fusilaron a la mayor parte de mi familia”, lamenta. Amigos norteamericanos la salvaron junto a su familia y en 1942, plena guerra, emprendió viaje hacia Latinoamérica, lejos de los bombardeos, el fuego y la sangre. Vivió en Chile, Bariloche y Buenos Aires. El destino la trajo a San Luis, de donde no se quiere ir, porque le gusta el clima.
-¿Cómo llegó a la Argentina?
– Yo vine acá en época de guerra en el año 1942. En Praga, Checoslovaquia (hoy República Checa), fusilaron a la mayor parte de mi familia. Eso fue muy triste. Ni siquiera te decían buen día, te metían un balazo. Mi padre, que era liberal, mi madre, mi hermano y yo, que éramos muy pequeños, fuimos rescatados por norteamericanos, gente amiga de mi padre. Tuvimos que tirarnos al río Moldava y nadar. Mi madre me llevaba en una mochila y mi padre a mi hermano, y así fuimos escapando hasta llegar a Sudamérica.
En ese momento en la Argentina ya no había cupo para inmigrantes, nos mandaron a la República de Chile, allí a los seis meses nos dieron nacionalidad y mi padre entró a trabajar en una compañía norteamericana. Después vino un terremoto y nos dejó en la calle de nuevo, entonces cruzamos la cordillera a pie y llegamos a Bariloche. Allí hice el secundario, actué en una película, practiqué esquí; luego me fui a Buenos Aires, ingresé a la UBA y me recibí de abogada. Soy viuda de tres maridos, y adopté a cuatro hijos. Ahora estoy en San Luis, y no me quiero ir porque me gusta el clima.
-¿Qué motivó su interés por la computación?
-Soy una abogada jubilada, trabajo ad honorem con la gente mayor en un centro de jubilados. Estoy a su disposición viendo la parte jurídica desde las leyes sociales, especialmente, yo soy una de las principales luchadoras por el 82% móvil que les corresponde a los jubilados, y también trabajo sobre sus derechos humanos.
En fin, trato de trabajar, mi vida no se termina en la cocina, se termina en la calle viendo el sol, las montañas, los lagos, no sirvo para estar en un mismo lugar. Por eso que estoy haciendo el curso; me va a servir para comunicarme y acceder a información acerca del tema. Me cuesta la computación pero tengo que aprender, tardaré un año o tres, pero lo voy a lograr.
También quiero saber si después de la guerra han quedado familiares, porque estoy sola en la Argentina, ando vagando por Internet y a veces me sale bien pero otras aparezco en Alemania, después en China o Bolivia.
-¿Y en sus recorridas por la Web, tuvo algún éxito?
-Hasta ahora encontré a una tía que era domadora de fieras del circo alemán. Había tenido un amor con un brasilero y de esa unión nació un primo con el cual ya me conecté. Ahora voy a comprarme una computadora; teniéndola en casa voy a poder seguir buscando, quizá tenga que pedirle a un profesor que me dé clases particulares para seguir aprendiendo.
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