LITERATURA
viernes, 29 abril de 2016 | 14:15

Los animales en la poesía puntana

En conmemoración del Día del Animal, una breve selección de poemas de San Luis.

Este mes, el cóndor “Sumaj” volvió a su casa luego de un año de rehabilitación.

Este mes, el cóndor “Sumaj” volvió a su casa luego de un año de rehabilitación.

Mariposa difunta – Antonio Esteban Agüero

Es pájaro también la mariposa;

yo he mirado su fúnebre figura.

Y vi el ala de leve nervadura

no más grande que pétalo de rosa.

 

Su cadáver alcé con temerosa

mano de amor transitada de ternura;

y llegué hasta el umbral de la locura

al ver su menudez maravillosa.

 

Más liviano que todo lo liviano

sentía yo el divino cuerpecillo

sobre la palma de la abierta mano.

 

Y el cadáver- de nada y de ceniza-

ya trocado en ingrávido polvillo

fuese en la tarde, se perdió en la brisa.

 

 

El lagarto – César Rosales

 

Es la piedra, la escama,

la costra de la piedra,

la piedra ya cansada de ser piedra

que se puso a llorar.

Mira el lagarto,

su vieja cobertura recubierta

de verdín y de herrumbre.

Mira sus tristes ojos desolados

como turbios cristales

en los que a veces tiembla

una espada solar o un irisado

arbolillo de lágrimas.

Son los huecos roídos,

los agujeros tétricos por donde

parpadea la piedra.

Mira ahora sus lúgubres escamas

que el estío enrojece,

su coraza marchita,

sus anillos resecos y gastados

de rodar en el árido esplendor de la piedra.

Y sus patas, manojos de furias oprimidas,

minerales racimos,

formas petrificadas de un sombrío tormento

o vestigios tal vez de algún aciago

cataclismo, vestigios

arrojados antaño del removido fondo

de un círculo de fuego; míralas,

rugosas y seniles, esculpidas

sobre un friso de rocas.

Es la piedra cansada de ser piedra

que se puso a llorar, porque la piedra

quiere vivir.

Escucha.

En el mundo rupestre donde mora el lagarto

la piedra estaba sola,

atónita y desierta,

como un talud en medio del páramo o acaso

como una ara sin lumbre todavía,

anterior a esos dólmenes que los antepasados

veneraron.

En vano,

durmió siglos inerte, replegada

en su tiniebla pura,

como una larva eterna desprendida,

de la noche geológica,

esperando el sonido, la forma, el movimiento,

un latido esencial.

En vano .ay – ha esperado

a aquellos que erigieron las grandes catedrales

sobre cuyas columnas la eternidad reposa

y a los que con un mágico instrumento

animaron los torsos de bellas esculturas

y a quienes, más humildes,

construyeron moradas alegres para el hombre.

Por eso, porque todo

quiere vivir, la piedra que yacía

como un astro caído, como lápida rota

comenzó a levantarse vagamente,

y después de violentos y oscuros avatares

quedó un día tallada para siempre

en un pétreo animal.

Oh, no lo adornes

con estentóreas alas

ni le ofrendes los secos

manjares de tu olvido,

como a una momia envuelta en mortajas lunares.

Es la entraña, la escama, la espuma de la piedra,

su temblor, su deseo,

el sueño ensimismado de la piedra que llora,

su flor de áspera mata segregada

del antiguo sopor.

Por él anda la piedra, sonámbula, puliendo

sus nocturnas aristas

a través de las grietas y el musgo de los troncos,

y por sus tristes ojos orlados de inocencia

mira un remoto abismo de terror y misterio,

todo el pasado ceniciento mira,

lo extinguido, lo yerto,

aquello que no puedo resonar en la piedra.

 

La cigarra – Berta Vidal de Battini

 

Sabia anunciadora,

deliciosa y alegre moradora

de los frescos ramajes,

sonoro despertar de los estíos

en los campos salvajes

y en los sembradíos.

 

Pálida y frágil, sin las inquietudes

de la carne y de la sangre;

dulce hija de la tierra y el monte,

que no sabe de males ni dolores

como dijo Anacreonte.

 

Casi incorpórea,

parece, siendo así tu transparencia,

que fueras sólo una canción alada

de trémula cadencia.

 

No conoces la pena de ser vieja,

hermosa más que todas las hermosas,

porque naces y mueres con las rosas.

Ven a mi corazón que nada sabe,

cigarra, hermana mía,

y enséñale la ciencia bienhechora

que da tu juventud y tu alegría.

 

 

Las golondrinas – Dora Ochoa de Masramón

 

De lejanas tierra volaron

golondrinas sobre el mar

para velar a la Virgen

y ver al Niño soñar.

 

Cuando Jesús ya se hizo hombre

¡Ay sí! fue crucificado,

vinieron las golondrinas

y los clavos le sacaron.

Edira, la guardiana de los maleteros de la terminal.

Edira, la guardiana de los maleteros de la terminal.

 

Cabras – Polo Godoy Rojo

 

Por el cerro trepan

ágiles las cabras;

el son del cencerro

pareciera arrearlas.

El pastor sin penas

de amor ni de nada,

por atrás camina

llorando vidalas.

Llegan a la cumbre

y a otra tierra pasan

de azulados campos

y azul, ojo de agua..

 

Arriba, en el cielo,

triscando las cabras

y abajo una boca

sangrando vidalas.

 

 

Los pájaros – Enrique Menoyo

 

No es éste mundo. Ni éstos los campos.

Pero es la memoria, y esta cosas

(árboles, luz, montañas a los lejos)

las que ahora devuelven esos pájaros

celebrando la aurora, aquellos trinos

sumándose a la luz que iba creciendo,

sumándose al amor que en mí nacía.

Y de repente- como ahora- vuelos.

Como flechas lanzadas de las frondas

al mar del cielo, al horizonte.

Al asombrado instante irrepetible.

Lujo para los ojos esos pájaros,

estos pájaros llenos de paisaje,

llenos de infancia todavía. Pájaros

cantando felizmente. Y aún volando

sobre la incertidumbre, sobre el tiempo.

 

Los pobres pájaros – Oscar Sosa Ríos

 

Los pobres pájaros se morían de miedo.

Iban descalzos, hundidos en el viento,

desnudos sus vuelos se rompían

como sombras en las calles de mi pueblo.

 

Los pobres pájaros que morían de tiempo

yacen rotos con la sangre sin huesos

pero llueve sobre sus alas blancas

y el sol verá sus ráfagas de cielo.

 

 

Mi perro – Julio Cejas

 

Mi perro paga con su cola

lo que nunca le he vendido

y ni siquiera he regalado.

A veces lo sorprendo bueno

sentado sobre el mundo

de ojos perdidos en mi espalda.

Luego

como ajeno

estira el sueño de sus patas

y en silencio

se acomoda a mi perruna alegría

y a todos los huesos

de mi tristeza humana.

 

 

Nota: Matías Gómez.

 

Fuente: “El viaje del poema, mapa documental de la poesía puntana” – Gustavo Romero Borri.

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