LITERATURA
sábado, 29 agosto de 2015 | 20:56

Emeterio Pérez y Conti, poetas anónimos en la Puntanidad

“Penumbras”, de Emeterio Pérez, contiene el primer poema dedicado a Juan Crisóstomo Lafinur; la leyenda del poeta Conti, en Merlo, fue narrada por Antonio Esteban Agüero. El poeta Gustavo Romero Borri rescata a dos figuras que también conforman la identidad provincial.

Recientemente, Romero Borri presentó el Viaje del Poema en Merlo.

Recientemente, Romero Borri presentó “El Viaje del Poema” en Merlo.

Emeterio Pérez (1855-1891)

El poeta Gustavo Romero Borri conserva la única imagen de Emeterio Pérez. Apareció en el año 1910, en la Revista Lafinur, edición celebratoria del Centenario de la Revolución de Mayo. En sus páginas, donde se hace un repaso de la realidad cultural de San Luis en tiempos del Centenario, Pérez figura en su condición de poeta. Fue quien le dedicó el primer poema a Juan Crisóstomo Lafinur.

_ ¿Ha descubierto nuevas facetas o datos sobre Emeterio Pérez tras la publicación de “El Viaje del Poema”?

_ Mi exploración sobre la existencia de Emeterio Pérez es anterior a mi libro “El Viaje del Poema”. Desde luego que una parte de sus poemas figuran en “El Viaje…”, en segundo lugar después de Lafinur porque los poetas que integran mi libro están presentados cronológicamente por fecha de nacimiento. Cuando se observa la historia de nuestra poesía, Lafinur asoma en los comienzos de la memoria cultural. Por eso María Delia Gatica de Montiveros en su “Pequeña historia de las letras puntanas” inicia las páginas de su libro con Lafinur, llamándolo “el luminoso precursor”. Siguiendo la línea del tiempo, Emeterio figura como la segunda presencia lírica de esta tierra. Los historiadores literarios posteriores ( a excepción de Juan W. Gez que supo admirarlo) no le han dado el lugar merecido que tuvo allá en aquellos tiempos que se podrían designar como los comienzos de la “cultura escrita” en San Luis. Urbano J. Núñez, en la década del 50 del siglo XX, siendo director del Archivo Histórico Provincial, escribió unas páginas breves pero significativas que se refieren a la visita a San Luis que hizo José Hernández, el autor del “Martín Fierro”. Nuñez cuenta que Emeterio Pérez fue elegido como anfitrión literario de Hernández y que en esa ocasión Pérez le leyó, al ya afamado visitante, su extenso poema “La Libertad”.

Ya sabemos que San Luis es una provincia viejísima pero los primeros libros escritos por autores locales datan de los últimos 20 años del siglo XIX. En ese contexto histórico aparece el primer poemario salido de una imprenta local. El libro contiene 30 poemas, algunos bastante extensos. Se llama “Penumbras” y fue escrito por Emeterio Pérez, un gran lírico que ejerció el periodismo en los primeros diarios que tuvo San Luis como El Oasis, El Ferrocarril (de Villa Mercedes) y El Comicio, de la ciudad de San Luis.

Tengo inédito un libro sobre su vida y obra escrito en el año 2004 al obtener el beneficio de la Beca Provincial “ARTE SIGLO XIX”. Desde muy joven, cuando oí referencias a este primer poemario, me intrigó la escasa mención de su nombre en la historiografía local. Así que aquel año me dediqué a recabar todo dato y testimonio referido a Pérez. Investigué las revistas de fines del siglo XIX, los pocos libros aparecidos en San Luis en esa época y los diarios. Lo más difícil fue dar con un ejemplar de “Penumbras”. Después de haber revisado todos los lugares donde previsiblemente se podría encontrar, y haber entrevistado a gente memoriosa de las letras locales e historiadores sin obtener una respuesta cierta, me sentí vencido. Estuve a punto de comunicar mi renuncia a la beca. Al final de todas mis búsquedas fue Don Edmundo Tello Cornejo quien me sugirió que revisara la Biblioteca “Bernardino Rivadavia”, de Villa Mercedes, donde Pérez había residido mientras era director del diario El Ferrocarril. Fui a esa entidad, fundada justamente por los inmigrantes llegados desde los trenes a fines del siglo XIX,  como última posibilidad. Investigué libro por libro de la sección “autores puntanos”. Tomé un libro blanco sin indicaciones en el lomo. Estaba todo forrado con contact,  una especie de hule adhesivo que se usó mucho en los años 70. Alguien había protegido esta reliquia con este material sin duda para resguardarla de los estragos del tiempo. Era como un cuaderno viejo. Cuando lo abrí ahí estaba íntegro el único ejemplar de “Penumbras” que he tenido en mis manos. Saqué una fotocopia (que conservo) y me dediqué a escribir mi estudio sobre este autor que titulé “Por los tiempos de Emeterio Pérez”.

Respondiendo a la pregunta, nunca busqué con posterioridad otra información sobre él. Consideré a mi libro terminado como el fin de mi búsqueda. Como dato más contemporáneo puedo decir que cuando se inauguró el Museo de la Poesía, el gobernador Alberto Rodriguez Saá me habilitó para colocar el poema “A Lafinur”, tamaño escala humana, en el patio del Colegio Nacional. Así fue que la artista Bettina Tarquini labró ese poema histórico sobre cuatro láminas de piedra laja pizarra y quedó ahí para siempre. Esta artista hizo un trabajo muy delicado que incluye el único rostro de Emeterio que encontré, una foto de la época, que ella con su arte supo reproducir en la piedra. Me satisface que los estudiantes de ese colegio, en horas de sus recreos o ingresos a las aulas, se encuentren con las palabras que Emeterio dedicó a Lafinur en tiempos en que el poeta de La Carolina no era visible en la cultura de San Luis. Al construirse ese magno edificio había sido Emeterio Pérez quien reclamó a las autoridades de entonces que debía llevar el nombre de “Juan Crisóstomo Lafinur”. Está claro que su petición fue cumplida.

_ ¿Tiene algún poema de Emeterio Pérez que no esté en el libro  y que quiera  compartir?

_ Me es muy difícil elegir uno. Los que más me gustan son demasiado extensos para este espacio. Emeterio fue un hombre de temperamento lúgubre y de una filosofía escéptica. A eso se suma que era huérfano porque había nacido en el vientre de una mujer de sociedad que lo engendró de soltera ( quizás por un desliz amoroso que tuvo) y luego lo desconoció como primogénito entregándolo en adopción. Su talento creció en la adversidad. Para entender el mensaje de sus versos hay que situarse en su tiempo histórico, aun cuando su mensaje es universal y atemporal.  Las últimas dos décadas del siglo XIX en nuestra provincia, ya terminadas las guerras sangrientas de la Independencia seguidas por las otras, las llamadas “fraticidas”, fueron muy conflictivas desde lo político. La llamada “Generación del 80” traía los aires de la construcción cultural pero desde el arco político los hombres comunes aún andaban con el revólver en el cinto. Ese es el tiempo de transición en que Emeterio se construye a sí mismo como poeta. En ese contexto era un “raro”, un hombre que se salía de la norma. Ejercía el periodismo en días en que los diarios eran el epicentro de los debates más encendidos, un hervidero de discusiones. Sus escritos fueron filosos porque era un polemista, por lo tanto se ganó importantes enemigos. Es más que probable que sus poemas fueran incomprendidos por la mayoría. Conjeturo que la aparición de “Penumbras” en aquel ambiente de 1885, quizás haya sido considerada como una anécdota.

En visitas que hice a los cementerios locales jamás encontré ni una modesta lápida que contuviera su nombre. Ha desaparecido de la tierra. Pienso que hablar de Puntanidad nos induce a restaurar olvidos culturales como el que devoró la existencia en la historia de Emeterio Pérez. Haciendo arqueología literaria puntana, en su libro “Penumbras” Emeterio incluye un poema al héroe puntano y militar de Chancay, Juan Pascual Pringles, reclamando a los puntanos la erección de un monumento a su memoria para honrar sus hazañas. También -como se dijo- Emeterio compone un poema  a la memoria del héroe intelectual, Juan Crisóstomo Lafinur, cuyas hazañas en el campo del pensamiento no habían sido enaltecidas por los puntanos de su tiempo. Los poemas que aparecen en “Penumbras” y que son dedicados a Pringles y a Lafinur son los primeros pedidos culturales que Emeterio reclama a la sociedad de su época. Si viviera en nuestro tiempo vería que sus deseos fueron cumplidos.

El Viaje del Poema es considerado una semilla de Puntanidad.

“El Viaje del Poema” es considerado una semilla de Puntanidad.

Sacando la temática patriota o histórica, Pérez expresa en su libro los avatares de su intimidad: desnuda su espíritu. Muchos de sus poemas refieren al amor, al desamor, a la libertad como ideal o quimera, a sus esperanzas, etc. Se casó y al morir dejó una viuda joven con un hijo de 10 años. Al empeorar su salud un médico le recomendó irse a Fraga a descansar y respirar el aire puro de la pampa. Desde su lecho de enfermo escribe en Fraga su último poema dedicado a su hijo que merodeaba jugando alrededor de su cama. También escribe su última carta dirigida a Gez (que transcribo en mi trabajo) donde le relata el mal estado de su salud. Es como una carta de despedida. Este hombre siempre supo quién era su verdadera madre; se la cruzaba por las calles pero ésta mujer no lo reconoció jamás como su hijo. Parece que esta situación fue como un estigma para él.  En el siguiente poema de Pérez se percibe la hondura del dolor que este no reconocimiento le provoca:

EL HUÉRFANO

¡Ah, es en vano: el que a la tierra baja

Con la estrella del huérfano por guía,

Tan sólo es dueño de la paz que ansía

Cuando cubre su cuerpo la mortaja.

 

En vano el mundo con afán recorre

Buscando ansioso la soñada gloria:

No hallará ni una lápida mortuoria

Do hasta su nombre la impiedad no borre.

 

En vano en su dolor llama, insensato,

Del hogar de los goces a las puertas:

Para el huérfano sólo están abiertas

Las del sepulcro y el olvido ingrato.

 

Nunca su oído ni el acento tierno

Alcanza de una voz caritativa,

Que en su desierto corazón reviva

El eco ausente del amor materno.

 

¡Ah, sólo un ser sobre la tierra triste

Puede llenar en mi alma ese vacío.

Dame el consuelo de su amor, Dios mío,

Que otro en la tierra para mí no existe!

 

_ En los poemas escogidos de Emeterio se nota una esperanza suprema en el arte. ¿Este era un rasgo distintivo de su palabra poética?

_ Los hombres de esa época con cierta conciencia e intelectualidad creían y actuaban según valores absolutos difíciles de encontrar en nuestro tiempo  donde prevalece el relativismo. Los artistas creían en el arte como un valor absoluto. Aun viviendo en una provincia periférica como San Luis, Emeterio respondía a esa  atmósfera cultural. Por lo tanto cultivaba una esperanza suprema en su arte, y esto no era un rasgo “distintivo de él” sino una creencia de la época: una estética. Emeterio Pérez fue un poeta romántico en la periferia del mundo cultural. Leyendo los poemas de “Penumbras” se puede inferir que era un humanista. Alguien que aspiraba a un destino social perfeccionado. La tristeza de su espíritu no excluía la esperanza en una situación mejor para todos. Su Puntanidad incipiente nos reconcilia, con claridad luminosa con las raíces de nuestro pensamiento territorial y espiritual.

_ ¿Conoce a algún escritor de aquel siglo que haya leído a Emeterio Pérez?

_ En el San Luis de aquellos tiempos descollaba como pensador un señor llamado Manuel Orozco (sus poemas figuran en mi libro y le aseguro que me costó mucho trabajo llegar a ellos porque era otro olvidado de las letras puntanas). Orozco podía entender e interpretar perfectamente a Emeterio. Eran contemporáneos y vibraban en la misma dimensión. Los testimonios que sobreviven son muy borrosos e imprecisos. El libro “Penumbras” lleva como introducción textos muy elogiosos y analíticos de personas cuyos nombres no he podido identificar en la historia, además de las palabras exaltadas de Orozco. Parece que la historia es como un vendaval que va erosionando testimonios valiosos a su paso. Quizás los historiadores actuales, con métodos académicos de los que carezco, puedan indagar más como lo hicieron otros antes como Víctor Saá, Urbano J. Núñez y luego Jesús Liberato Tobares, entre muchos otros. Me considero un simple lector voluntarioso interesado en algunos aspectos vinculados al desarrollo cultural de mi provincia. Siento una genuina curiosidad por conocer el pasado de la tierra que piso, habito, y donde han nacido mis padres y abuelos, excepto Don Borri que vino de Suiza muy joven. Esa es mi única motivación al ocuparme de estos temas tan localistas. Por suerte nunca terminan por descubrirse novedades. A veces “lo nuevo es lo viejo que hemos olvidado”. Prueba de la dinámica que hay entre los escritores y los historiadores por buscar la identidad de la Puntanidad es la acción continua del Programa San Luis Libro. Periódicamente presenta nuevos libros que representan nuevas indagaciones o interpretaciones del pasado puntano, además de aportar creatividad en todos los sentidos de esta palabra.

_ Emeterio entendía a la poesía como redentora de la ignorancia, incluso en los orígenes del hombre, cuando todavía no surgía la ciencia ¿Aquí es posible rastrear la filosofía que lo impulsaba a escribir?

_ En el San Luis de aquellos tiempos (me refiero a los tiempos de Emeterio y de algunos otros como Juan W. Gez, Dalmiro S. Adaro, Juan T. Zavala, Felipe Velázquez y ya que nombró a la ciencia, de Germán Ave Lallermant) la ignorancia era un mal estructural a combatir o solucionar, equivalente quizás a lo que es la pobreza en la argentina actual de 2015. La instrucción formal era muy exigua y accesible a pocos. El normalismo que dio lustre imperecedero a San Luis era sólo un deseo. Los pocos hombres ilustrados de la época se sentían artífices de esa batalla, por eso en muchos casos tenían comportamientos de lucha que vistos hoy nos resultan heroicos. Una mujer como Paula Domínguez de Bazán, por citar a una sola, fue una incansable activista (casi una heroína podría decirse) que batallaba para que “las niñas” tuvieran instrucción pública. Explorar su vida causa asombro y admiración. No en vano la benemérita Escuela Normal de Maestras lleva su nombre. Emeterio pertenecía a esa estirpe de hombres creyentes en el conocimiento como una necesidad social. Las poblaciones campestres del interior alejado y profundo, sabias en sus quehaceres y en las industrias criollas, eran consideradas masas ignorantes por hombres como Emeterio Pérez. En vista de esa realidad usaban todos los medios accesibles para aspirar a la instrucción del resto de la población. Emeterio Pérez tuvo como instrumento los precarios medios de comunicación de la época. Se valió de los diarios para subsistir y difundir sus ideas. Como era habitual en la época, muchos articulistas firmaban sus opiniones con nombres de fantasía o seudónimos. Por eso es casi imposible descubrir la identidad de quien opina. Muchas veces creí descubrir la palabra de Emeterio escondida detrás de un nombre fingido; pero es sólo una hipótesis incomprobable. Los diarios eran una trinchera para pregonar progresos que la provincia necesitaba para adquirir un rostro propio.

Para responder concretamente a la pregunta, creo que sí. La ignorancia debía ser redimida por todos los medios porque era un “mal”. En San Luis esta lucha fue como una épica en la que participaron mentalidades esclarecidas que hoy conforman nuestra historia y tradición. Sería largo enumerar nombres. Creo que esa es la “cepa” mejor de lo que llamamos Puntanidad. Acá hubo personas muy nobles en sus propósitos constructivos y les debemos mucho de lo que hoy somos como provincia próspera y aspirante a la felicidad de toda su gente.

_ Emeterio dijo muchas veces que ha calmado su dolor en los prodigios del arte. ¿Cuál supone que era su dolor? Está relacionado cuando en la presentación Manuel Orozco dice que Pérez no sufrió por sufrir?

_ Desde este presente desde donde exploré el pasado (en este caso a través de la voz lírica de Emeterio Pérez) no podría definir con exactas palabras el dolor de Emeterio Pérez. Cuando un artista como Pérez hace público su dolor, como ocurre en “Penumbras”, uno puede opinar desde la distancia corriendo el riesgo de equivocarse. Sería una interpretación posiblemente errática o conjetural. Sus contemporáneos (hoy ilustres) hablan de que era un hombre que se sentía incómodo en la vida. La historia de las letras está llena de temperamentos similares que han hecho de esa incomodidad un semillero de creaciones inolvidables. Creo que aquel hombre, sumido en la geografía puntana y mediterránea, pertenece, a su modo, a ese linaje de hombres de todos los tiempos, sólo que su caso interesa a la historia de San Luis.  Por eso me ocupé de lo suyo y por eso creo que es necesario reeditar su único libro “Penumbras”, por ser una expresión poética aparecida en tiempos históricos de gran aridez para el cultivo del arte poético.

_ En esta presentación Orozco dice: “Y aquí, entre nosotros, donde cultivar las letras equivale a inhumarse vivo, o poco menos”. ¿El final de Emeterio es una advertencia para quienes restan importancia a la poesía?

_ Dicho desde aquellos tiempos creo que sí. Hay que pensar que San Luis era una provincia empobrecida y despojada de muchos de sus bienes más preciados.  Manuel Orozco padeció su condición de hombre de letras y prácticamente se convirtió en un poeta místico. Dicho de paso me costó mucho dar con sus poemas para incorporarlo a “El viaje del poema”. Cuando ya había desistido de incluirlo en mi libro y darlo como una leyenda puntana, casi al final de su redacción final, un  memorioso  archivista de San Luis, el arquitecto Alfredo Pérez Camargo, me acercó una publicación de 1896 donde aparecían muchos poemas de Orozco. Todos fueron incluidos en mi libro. Antes había hablado con descendientes que me certificaron su existencia pero no tenían sus textos. Sentí que los rescataba de un silencio sepulcral. Debo gratitud a Pérez Camargo porque hizo otros aportes a mi investigación, como acercarme una publicación llamada “Corona Fúnebre para Emeterio Pérez” donde figura la transcripción de los discursos pronunciados por eminentes intelectuales de la época al despedir al joven poeta, muerto para sorpresa de muchos a los 36 años. Y ya que estamos en la historia y en la Puntanidad, no es un dato menor decir que dicha publicación fue promovida y ordenada por Juan W. Gez. Es un librito adorable que resguarda las palabras dichas para despedir a Pérez y otros testimonios de condolencias venidas desde Mendoza y San Juan donde la existencia de Pérez era percibida con claridad.  También incluye comentarios de sus colegas periodistas de la época.

El poeta Gustavo Romero Borri conserva la única imagen Emeterio Pérez.
El poeta Conti (1879-1954)

Andrés Gutiérrez Conti nació en la Villa de Merlo y murió en Río Cuarto, Córdoba.

“Dentro de mis búsquedas de materiales de valor poético, dar con los complejos poemas de Gutiérrez Conti fue mi tarea más larga, ardua y difícil”, dice Borri en “El viaje del poema”.

“En su libro ‘Historia y leyenda de la Villa de Merlo’, Antonio Esteban Agüero, dedica dos capítulos a contar lo que sabía sobre Gutiérrez Conti, apodado Floro. Pero Agüero no transcribe ningún poema.

“En la actualidad se ha rescatado un librito modesto en su hechura que rescata 70 poemas del llamado ‘poeta loco’ cuya edición fue auspiciada por un grupo de amigos de Río Cuarto entre los que se encontraba el gran Juan Filloy ( elogiado en su tiempo por Julio Cortázar como un escritor innovador). De ahí, de esas hojas desgastadas que recibí en una fotocopia, han sido seleccionados los pocos poemas que figuran en esta sección de mi mapa documental de la poesía puntana”, sostiene Borri. ‘Unas blancas palomas’ se llama la obra póstuma de Conti, fechada en 1945.

Según Borri, en los números 7 y 9 de la revista Trapalanda, publicada por el Centro de Investigaciones Históricas de Merlo, existen dos artículos que enriquecen la información sobre Conti, quien en los últimos días de su vida había encontrado el afecto de un grupo de poetas de Río Cuarto, donde falleció. Tanto en aquella ciudad como en la Villa de Merlo existen calles que llevan el nombre del poeta Conti.

“Pese a su rara vida, fue alguien querido por quienes lo conocieron. Pasó parte de su vida yendo de un lugar a otro, siempre con sus poemas que guardaba -según testigos- en una bolsita de plástico. Agüero dice de él: “Floro padecía una especie de nomadismo impenitente. Para sus desplazamientos utilizaba sus viejos amigos, los trenes de carga, y en algunas oportunidades también los de pasajeros por condescendencia especial de algunos guardas que le habían cobrado simpatía y afecto. De tal modo, gratuitamente, se desplazaba por el interior del país llenándose los ojos y la memoria con el paisaje humano y físico de la patria…”

“En la poesía de San Luis, Gutiérrez Conti fue un transgresor anticipado a todos los tiempos. Sus poemas (dicen que escribía muchísimo) eran papeles que llevaba en su mochila de viajero enajenado. Cuentan en el Merlo de la época que le gustaba subirse a las alturas del Comechingones y visitar a los “cumbreros”, que lo recibían con simpatía candorosa y amable. Muchos de sus poemas se los regalaba y habrán quedado volando como papeles inútiles llevados por los vientos de las cumbres o quizás ido a parar a algún fogón para encender el fuego de la comida de los mediodías serranos”, explica Borri, quien sostiene que quizás sus contemporáneos pudieron comprender al personaje pero no analizaron su particular creación literaria.

“Él no aspiraba a la gloria cierta, pero dicen algunos que Conti solía aseverar que si sus poemas no eran publicados por la Academia Española de Letras, jamás los publicaría en ningún lugar. Su megalomanía quizás pensaba en la gloria. Muchos de sus escritos se fueron perdiendo por los tortuosos caminos que transitó. Se subía al tren en Santa Rosa del Conlara y podía llegar a Buenos Aires sin problemas. Más allá de su leyenda y de su existencia real, creo que ha dejado a nuestras letras puntanas un testimonio de humanidad”, subraya Borri.

El autor se detiene a meditar: “Creo que lo que llamamos Puntanidad es un pensamiento en movimiento, en acción permanente y un sentimiento de pertenencia a un lugar que se crea y recrea conociendo el pasado, leyendo el presente y el porvenir de esta tierra que habitamos, tanto los nativos como quienes la adoptaron para vivir en ella”.

 

Nota: Matías Gómez.

Fotos: Gentileza Gustavo Romero Borri.

Corrección: Berenice Tello.

Contenidista: Jorge Scivetti.