Letras puntanas
domingo, 10 agosto de 2014 | 11:06

El escritor de a raptos

Desde que abrió un diccionario durante su adolescencia, Mariano Pennisi quiso consagrarse a la literatura. Tuvo varios intentos en Capital Federal. A raíz de un concurso en 2013, San Luis Libro editará sus cuentos “Sobre un pan de amor escribí con miel”. A los 31 años, su próximo horizonte es publicar una de las tres novelas, aún en borrador, o las cincuenta poesías que condensan el estado creativo que describe como epifánico.

Mariano Pennisi obtuvo el tercer puesto en la categoría ficción para el concurso San Luis Libro te publica tu primer libro

Mariano Pennisi obtuvo el tercer puesto en la categoría ficción para el concurso “San Luis Libro te publica tu primer libro”

“Lo imposible solo tarda un poco más”, compartió Mariano en Facebook, el 27 de marzo, dos días después del acto donde obtuvo el tercer puesto por el concurso “San Luis Libro te publica tu primer libro”. Con el festejo también algo cicatrizó. Su madre escribía diarios y su padre era poeta. Ambos fallecieron entre 2011 y 2012. Pennisi todavía conserva los textos paternos jamás publicados. Con el premio literario en Terrazas del Portezuelo, le hubiera gustado que lo vieran ellos. “Había una brecha cultural muy marcada. En realidad, está mal que diga cultural, era una brecha intelectual, porque cultura tenían los dos. Aun así, estando tan alejados en su lenguaje, celebraron mucho lo que escribía y me hacían sus aportes desde sus lugares diametralmente opuestos. Mi papá podía ver más la parte erudita y hacer un análisis más técnico, de vocabulario, redacción. Mi mamá podía encontrarle las cosas más sutiles y sentimentales, y hacer otra valoración”, recuerda emocionado.

Mariano Pennisi tiene 31 años. Hace dos vive al sur de la ciudad junto a su novia Yanina, profesora de Lengua y Literatura. En la biblioteca, adornada con piezas medianas de ajedrez y caballeros del zodíaco, Borges e Isabel Allende son los autores más repetidos. Pero además asoman Mark Twain, Paulo Coelho, James Elrroy, José Pablo Feinman, entre otros.

Mientras apoya libros sobre la mesa cuyo centro tiene piedras cristalinas, Mariano, en vez de repasar algún párrafo, -no le gusta releer-, huele algunas páginas “sin ácaros”, o cita las sensaciones que le ha dejado cada obra, absorbida al máximo con una lectura. De mayor a menor, las mejores para él son: 1984 (George Orwell),El perfume (Patrick Suskind), La casa de los espíritus (Isabel Allende),El retrato de Dorian Gray (Oscar Wilde),Cien años de soledad (Gabriel García Márquez), Siddharta (Hermann Hesse),La impura (Guy des Cars),El libro de arena (Jorge Luis Borges), Las hijas de Hanna (Marianne Fredriksson), y El satiricón (Petronio).

Con el sol invernal de perfil, Pennisi abre despacio su talismán, un ajado diccionario Kapeluz que le recuerda sus líricos inicios cuando resaltaba palabras para “hacer un rejunte o pastiche poético.” Hoy atesora 50 poesías que lo enorgullecen. En tono grave, aunque no le gusta recitar, comparte: “¿Qué sendero siguen las sombras todas al morir el eclipse improvisado cuando un dios parpadea?”. Para el literato puntano, “la poesía debe tener una esencia de inspiración, pura de diamante”, con pocas correcciones, para traducir raptos que lo han abordado, por ejemplo, en un ciber de Capital Federal, en un cementerio, a pie, o en el colectivo. “Muchas veces he sentido esa sensación de algo que se está llenando y luego se vuelca. Cobra protagonismo. Es como una luz que se enciende”, describe con mate mentolado de por medio.

Esa mirada, que varios neurocientíficos estudian bajo el rotulo de insight, lo mantuvo durante una sequía creativa por 24 meses. “Neruda tiene una figura que dice que las ideas son como abejas que están zumbado todo el tiempo, y que hay que dejarlas que hagan su miel. Sentía que algo tenía que abrirse camino, pero en ese momento estaba concentrado con mi trabajo, y no me podía permitir la apertura que necesitaba para mirar al mundo y volcarlo según mi cosmovisión en un papel”. Hace una pausa. “Pero comprendía que era temporal. Entonces me decía que estaba aprendiendo. Que lo que adquiría día a día, ya me iba a servir. Incluso me decía voy a aprender mucho de esta angustia que siento al no poder escribir o leer”, recuerda Pennisi.

Pennisi destaca el impulso de San Luis Libro para los escritores de la provincia.

Pennisi destaca el impulso de San Luis Libro para los escritores de la provincia.

A su primo Maximiliano Ponce, con quien comparte charlas, alientos, y correcciones en el sueño literario, le decía: “esto no puede morir porque yo amo escribir y sé que eso está adentro.”

_ ¿Qué momentos difíciles han superado mediante la escritura?

_No sé si eran difíciles- aporta Maximiliano- pero creo que en su momento la escritura nos ofrecía un escudo contra la soledad y la incertidumbre del futuro. Recuerdo en particular, una noche que nos pasamos en vela en un café de Villa Crespo (Buenos Aires) escribiendo a “cuatro manos” una segunda parte de la historia de Antígona que transcurría en el Infierno. La obrita quedó incompleta pero me parece que todo ese esfuerzo fue en su momento como un bálsamo, un antídoto, una evasión de todo lo que no nos gustaba y no podíamos cambiar.

Mariano maneja ruso, japonés y esperanto, una lengua inventada para comunicarse mundialmente. Además es árbitro de ajedrez y presidente la Asociación Sanluiseña de Shogi (variante nipona del juego-ciencia), la primera entidad oficial de esta disciplina en Argentina. Cursó materias en psicología, abogacía y guión cinematográfico. Conoce sobre demonología. Controla stock en un comercio y gestiona la plataforma Athena Chess Online, para la Universidad de La Punta (ULP). Desde 2011 habla español neutro. “Es otra de mis extravagancias. Me ha costado horrores lidiar con las burlas o las chanzas sanas. La gente me miraba raro o pensaba que había vivido en otro país”. El motivo, argumenta, es porque mediante su empresa San Luis Software Solutions se contacta con clientes de Latinoamérica, donde impera el tú. “En la jerga todos dicen ponele, y yo digo ponle”.

Aparte de los proyectos informáticos para aulas y personas con capacidades diferentes, en su computadora Pennisi guarda meticulosamente cada creación, con personajes, estructuras, diálogos, investigaciones, teorías, y hasta tapas caseras. Entre los múltiples archivos hay guiones, obras de teatro y  el croquis de su “egosofía”, una teoría que ideó en su adolescencia para darle un sentido de trascendencia al hombre, en el cual luchan, como en un tablero ajedrecístico, fuerzas oscuras y luminosas. Algún día, tal vez una ficción podría encarnar esa sabiduría.

Al costado, apagado, hay un esponjoso auricular negro. Por allí cuando escribe con la zurda brotan melodías celtas, gregorianas, o asiáticas para evitar la procrastinación artística, su enemiga, que consiste en el hábito de retrasar tareas, según explica con las palmas al revés sobre la mesa.

Mariano maneja ruso, japonés y esperanto, una lengua inventada para comunicarse mundialmente.

Mariano maneja ruso, japonés y esperanto, una lengua inventada para comunicarse mundialmente.

“Música clásica y café es el combo más poderoso” usado por Mariano mientras practica ajedrez, que aprendió desde los 6 años. Cuando habla también calcula casilleros y flancos. Cada tanto, en su insistente búsqueda de la expresión más ajustada, objetiva, ensambla otras temáticas que luego le dificultan recordar la pregunta inicial. Con amabilidad rebobina; siempre advierte cuando su diálogo se ramifica.

Mariano añade que jamás esperaba una entrevista por obtener el premio. De nuevo convoca a sus padres con brillo en los ojos. Al intentar definir su estilo literario, titubea, encoje los hombros.

“Cada cierto tiempo, la delgada franja que separa al amor del odio se rompe, conjugando a éstos con un fin común, fusionándolos en pos de salvar un corazón de las pesadas cadenas de la mediocridad”, cierra el cuento “La muchacha de las esmeraldas”, a publicarse en San Luis Libro, y que Pennisi garabateó durante un fin de semana, en un rapto. Varias sombras sobrevuelan los reglones. Su primo Maximiliano lo ha estudiado: “Creo que hay dos elementos que definen el estilo literario de Mariano. Por un lado, en lo formal, es visible su gusto por un lenguaje barroco, expansivo, con una predilección por los arcaísmos y el vocablo culto. Por otra parte, me parece que casi todos sus textos reflejan una preocupación por los sentimientos propios del ser humano: el amor (el no correspondido sobre todo), la soledad, la alienación, la culpa, la fe, entre otros. Diría que su mayor influencia, al menos en los escritos de su primera época, son los cuentos de Edgar Allan Poe y de Lovecraft, y la vertiente gótica en general. Por supuesto, lo más importante, es la base autobiográfica que está detrás de muchos de sus relatos.”

Tras coincidir con humor que no suena como Coelho, Pennisi revela pizcas de su sello: “No me gusta lo implícito, dejar cabos sueltos, muchos paréntesis o puntos suspensivos. Hay escritores que no se preocupan por darle color a las emociones, sino darle una secuencia más directa. A mí me gusta detenerme a buscar una metáfora. Soy medio rebuscado.”

_ ¿Te gusta ser rebuscado?, le pregunta su novia Yanina.

_ Sí, me gusta ser perfeccionista.

_ ¿Pero no perdés tiempo de más?, insiste ella en broma.

_No se pierde tiempo; se invierte.

 

 
Más puntano que neutro

“No me lo esperaba. Después de este impulso tengo ganas de encarar seriamente una novela”, expresa Mariano acerca del premio por la obra “Sobre un pan de amor escribí con miel”, que delineó entre 2005 y 2006. Además rescata la apertura del concurso al no exigir temas.

“El título fue totalmente improvisado y de último segundo. Me acordé de un boletín callejero que vi en un subte de Buenos Aires que decía: `Hay tanta mermelada en la sonrisa de mamá que dan ganas de pan.´ Siempre me causó mucha gracia. El título no tiene mucho que ver con el contenido de la obra. Fue un rapto del momento”, aclara.

De su biblioteca baja ahora el regalo que recibió en la premiación. “Este libro me hizo tomarle un gusto especial a la historia de nuestra provincia”, dice, mientras pulsa una foto en sepia del Castillo de La Toma, que corresponde a “Escenas de la historia de San Luis”, redactado por José Villegas para la colección del Bicentenario. “Porque a la historia a veces la cuentan muy suave, almidonada, muy etiquetada de secundaria, y uno se queda con lo que aprende y con cuestiones de mucha diplomacia.”, observa.

Pennisi además leyó a Silvana Manfredi, su profesora en el colegio Nacional. A Jorge Sallenave, Cristóbal Barbeito, y dos libros de Pedro Bazán, quien fue su compañero en el programa de Ajedrez en la ULP. “Pedro tiene un estilo muy pulido y concreto”, analiza.

Durante el espacio, indispensable que defiende para crear, además de malabarear con personajes ficticios, Mariano inventa microhistorias sobre las personas que cruza por las calles puntanas. Es uno de los tantos juegos que impregna de arte la rutina. Y filosofa: “Todos tenemos esa habilidad, pero muchas personas deciden apagarla.”

 

Nota: Matías Gómez

Fotos: Marcelo Lacerda

Video: Sergio Nieto

Edición: Fernando Testi

 

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