Caminos de la fe sanluiseña
sábado, 05 abril de 2014 | 22:55

Un paseo por el siglo XVIII

Con vestigios del imperio árabe, los cristianos españoles sintetizaron un estilo arquitectónico que luego, en América, se propagó cual prédica misionera. Hasta ese siglo, el XVIII, frente a la Plaza Independencia, transporta hoy el Antiguo Templo, edificado por la orden de Santo Domingo, reconstruido en 1834 con muros adobados de un metro de espesor y puerta algarrobada que encierra los restos del exgobernador de San Luis, Cnel. José Gregorio Calderón. Durante años, en este solar histórico nacional, dos de las cuatro campanas sonaron a liberad e independencia, porque fueron fundidas con cañones realistas, capturados en las batallas de Chacabuco y Maipú.

Santuario de Nuestra Señora del Rosario del Trono

Santuario de Nuestra Señora del Rosario del Trono

En la misma esquina, sobre calles San Martín y 25 de Mayo, se levantó la iglesia donde una Virgen del Rosario del Trono, entre azulejos sevillanos, detrás del altar -en el retablo-, es iluminada por seis de los sesenta vitrales donados por familias sanluiseñas. Aquí, aunque la construcción morisca remita a tiempos coloniales, la primera misa se celebró en 1935.

El viaje hacia el pasado por la capital puntana lo completan, lindantes al Templo, la histórica fábrica de alfombras, con caleidoscópicas madejas artesanales, y la vieja cárcel, que actualmente funciona como escuela musical.

El Cristo de Renca

El Cristo de Renca

Hacia el nordeste 152 km, otro antiguo punto de comunión para los devotos anuncia: Santuario del Milagroso Señor de Renca. El adobe de la fachada moldeada por los jesuitas, 215 abriles después de bendecirse, tuvo que remodelarse en 1947, pero las astillas de la cruz tallada sobre un tronco mantienen la sacralidad y la fe. Según relatos históricos, el Cristo primero fue encontrado por un indio en Chile y luego, milagrosamente a salvo de un incendio, mientras era trasladado hasta Córdoba, el crucifijo hizo que una mula se empacara a orillas del río Conlara. Leopoldo Lugones, asiduo visitante de la zona, le escribió un poema al “Cristo del Espinillo”, cuya fiesta, además folclórica, es cada 3 de mayo. También, durante Semana Santa, miles de feligreses de todo el país y limítrofes oran entre las graníticas estaciones del calvario otoñal.

Nota: Matías Gómez

Fotos: Héctor Videla- Luciano Grangetto- Cristian Bastias