lunes, 26 agosto de 2013 | 20:44

Un tango dice que cien años no es nada

De esto puede dar fe Luisa Rodríguez, que este domingo cumplió 100 años. El mismo día que la Provincia festejó un nuevo aniversario. Trabajar y estar junto a la familia es uno de los secretos para alcanzar esa edad.

Sentada en una mesa, en el medio del salón del Hotel Cruz de Piedra, se encuentra Luisa junto a su hijo, Silverio Sosa y su nuera, Jorgelina Maya. Dos músicos con guitarras en la mano le dedican una serenata. La abuela no deja de sonreír y sus nietos, bisnietos y tataranietos de aplaudir.

La fiesta tuvo varias sorpresas entre ellas una serenata.

La fiesta tuvo varias sorpresas para Luisa, entre ellas una serenata.

Luisa es coqueta  y no lo puede disimular, un  tapado de piel negro, pañuelito al cuello y una cartera que hace juego, dan prueba de esto. “Que no ve que no tengo ninguna arruga”, bromea y se acaricia la cara con el revés de la mano, mientras comienza a contar su historia. Una historia que se divide entre Córdoba, lugar que la vio nacer un 25 de agosto; Rosario donde trabajo desde muy joven y San Luis su destino.

Una historia ceñida de trabajo y alegrías.

Una historia ceñida de trabajo y alegrías.

“Yo trabajé cincuenta años de empleada en la casa de los Uzuriaga en Rosario”. En ese tiempo me encantaba jugar a las bochas. Luego me casé. Mi marido fue muy bueno conmigo, siempre íbamos a las  fiestas y reuniones”, recuerda con voz pausada, como trayendo una parte de ese trayecto al  presente.

Cuando su compañero de la vida falleció, hace 29 años. Luisa tenía 71, en ese momento, ella decidió dejar todo y venirse a vivir a San Luis, para estar junto a su único hijo Silverio. “Acá estoy hace unos 15 años, me han querido llevar a Córdoba otra vez, pero no, yo no me he querido ir. Y ahora moriré acá”, asevera con esa seguridad que solo viene con los años.

En Villa Mercedes Luisa tiene una hermana, María Isabel Rodríguez. Que no ve desde hace 84 años. “Ella se vino a trabajar a los 16 años, desde entonces nunca más la vi. Se que se casó y que tiene hijos. Ojalá que me esté escuchando, debe estar de viejita, debe tener unos 90 años”.

Es domingo y el salón esta repleto, los niños hacen piruetas por entre las mesas. Los Sosa han invado el lugar. “Llegó la torta, que la abuela sople la velita”, dice uno de los nietos de Luisa. Ella sonríe frente a la torta y la luz de la bengala le ilumina el rostro, un rostro que atesora las marca de los años como un bastión.

Toda la familia alrededor de Luisa.

Toda la familia alrededor de Luisa.

Luisa nunca está sola, su hijo, su nuera, sus cuatro nietos, sus once bisnietos y sus dos tataranietos, no se despegan de su lado. Ella es la reina de la tarde y se lo hacen notar. “Todos los años ellos me festejan el cumpleaños. Yo los quiero mucho”.

En el festejo no pudo faltar la torta de cumpleaños.

En el festejo no pudo faltar la torta de cumpleaños.

Silverio es la razón por la cual la abuela se vino a vivir a esta tierra, pero el también tiene otro motivo para festejar. Cumplió 60 años de casado junto Jorgelina. “Somos muy buenos compañeros. Seguimos luchando día a día. Tenemos la suerte de tener toda la familia unida. Eso nos da ganas de vivir todavía”.

Luisa junto a su hijo Silverio, su nuera Jogelina y sus nietos.

Luisa junto a su hijo Silverio, su nuera Jorgelina y sus nietos.

La sobremesa, se extendió hasta pasada la siesta. Estuvo acompañada de música, regalos y un brindis. “Me gustan mucho las fiestas. Siempre estoy contenta, no me quedo aplastada, quiero salir. No se me van las ganas de ir a las reuniones”, confiesa Luisa. Quizá ahí radique la fórmula para llegar a los 100 años lúcida.