NATALICIO DEL POETA
domingo, 07 febrero de 2016 | 14:10

“Su mayor orgullo era ser el constructor de una obra literaria que lo trascendería”

Apunto de presentar su ensayo “El peso de la luz en la mano” (Impresiones sobre el credo poético de Antonio Esteban Agüero), el poeta Gustavo Romero Borri recuerda la influencia de quien creyó incondicionalmente en su oficio y en la provincia.

Gustavo Romero Borri recuerda la influencia de quien creyó incondicionalmente en su oficio y en la provincia.

Gustavo Romero Borri recuerda la influencia de quien creyó incondicionalmente en su oficio y en la provincia.

Este domingo se celebra el aniversario 99 del natalicio del “Capitán de Pájaros”: Para Gustavo Romero Borri, Aguero está lleno de hallazgos verbales. El ensayo que presentará el próximo sábado al pie del Algarrobo Abuelo en Merlo, a las 18:30, es un luminoso viaje por el universo mental y estético del poeta puntano (1917-1970) reconocido como el mayor lírico que ha dado la literatura de la provincia en el siglo XX.

_ ¿Qué sintió la primera vez que leyó a Agüero?

_ Mi encuentro con la poesía de Agüero ocurrió cuando yo tenía 16 años y cursaba el segundo año de la secundaria en Concarán. Como ya había empezado a escribir, y mostraba mis cuadernos con poemas incipientes, me ofrecieron atender la biblioteca del pueblo. Esa oportunidad fue decisiva porque me permitió descubrir a muchos autores, entre ellos a Agüero. Ahí estaban las ediciones originales de sus libros, dedicadas por él de puño y letra a la biblioteca. Además había (espero que se conserve como un tesoro) un libro de actas donde se había dejado registro de los encuentros con fines culturales ocurridos en la biblioteca en los años 60. Esa biblioteca modesta, pero que para el pibe ávido que yo era resultaba inabarcable, había sido el epicentro de encuentros e iniciativas importantes en otros años. Las actas estaban firmadas por Dora Ochoa de Masramón, nativa del pueblo y mujer reconocida por su labor, por María Delia Gatica de Montiveros, Polo Godoy Rojo (vecino de Santa Rosa), Jesús Liberato Tobares y Antonio Esteban Agüero, de Merlo, entre muchos otros que hoy forman parte de la memoria cultural de mi provincia.  Tomar contacto con esos documentos, y comprobar que los libros de los firmantes estaban rubricados y guardados ahí, despertaron de muy chico mi interés misterioso por la cultura puntana. Yo no hablaba con nadie sobre estos hallazgos porque percibía que a nadie le importaban. El mundial de fútbol de 1976 despertaba en casi todo el pueblo una atención y un fervor unánimes. Mientras esto ocurría en todas partes, y la novedad de la TV a color concitaba todas las atenciones, yo dialogaba con esos libros y me sentía parte de todos los mundos que describían. La palabra de Agüero era la que más me interpelaba. Lo leía con asombro y solidaridad. Como yo era un lector emocionado, pero sin formación, parte de su mensaje escapaba a mi comprensión, pero me acuerdo la fascinación que sentía por eso versos del Preludio Cantable: “De nuevo,/nuevamente,/como hace tres mil años;/ocupemos la silla abandonada/en la casa del Hombre,/a la orilla del pan que nos sonríe/con su cara de trigo milenario/a la vera del fuego,/en la sombra del patio,/junto a la sal y al vino/y al reloj cotidiano”. Me gustaba esa idea de “la silla abandonada” a la que se refería el poeta. De hecho mi libro actual contiene como ilustración de tapa una acuarela del artista puntano Juan Bertín que representa una terraza de una casa del Trapiche, que Agüero supo frecuentar en su tiempo, donde hay una silla vacía.  En fin, es interminable contar el impacto de la poesía de Agüero en el espíritu limpio y receptivo de aquel chico que era yo en esos días. Después la vida me llevó a otros escenarios y circunstancias pero siempre traté de no adulterar en mí, como un refugio de pureza, aquellas vivencias primordiales. Me apoyo en Agüero mismo cuando escribió: “Vivir en poesía es haber conservado, hasta el tiempo de la madurez, el inconformismo de la adolescencia y, hasta el ciclo de la ancianidad, los ojos descubridores de la infancia”. La poesía que perdura y pesa en la historia de la cultura nunca será un juego de palabras bonitas y bien combinadas. En la cultura local Agüero entendió esta trascendencia desde el principio. En mi libro “El peso de la luz en la mano” he intentado explicar la experiencia consciente y dolida de la mentalidad de Agüero guiada por esta determinación.

El poeta Gustavo Romero Borri nació en la ciudad de San Luis en 1962. Es además gestor cultural. Obtuvo  premios y distinciones a nivel provincial y nacional y expuso sus opiniones en congresos y encuentros  específicos de la cultura y de la poesía.  Actuó de jurado en diferentes concursos literarios. Desde la gestión cultural desarrolló múltiples iniciativas y proyectos y ocupó diferentes cargos en públicos. En 2005 fue distinguido por la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de San Luis por su “destacada labor en defensa de nuestra Identidad y por ser fiel Embajador de la Cultura de San Luis”.

_ ¿De que trata su nuevo libro?

_Pude escribir este libro porque obtuve la Beca de creación del Fondo Nacional de las Artes. Esto me permitió consagrarme durante meses a poner en palabras mis opiniones sobre su poesía y también saldar una deuda con el poeta mayor de nuestra provincia. La fama póstuma de este hombre, bastante maltratado o destratado en vida por sus contemporáneos, lo ha convertido en un héroe, una holograma o un slogan que se repite. Quise acercarme a su espíritu y tratar de explicar “la madera de la que están hechos sus sueños” –según la expresión de Shakespeare-.

Mi teoría, al explicar su universo, es que pese a todas las vicisitudes que Agüero vivió como hombre nunca dejó que esas desgracias vitales empañaran el mensaje de luz que emanan sus versos. El utilizó el arte poético para celebrar, para alabar, para imaginar un futuro de luz. Sus poemas esquivan la tristeza y se concentran, hondamente, en manifestar un elogio de la luz y de la vida.

El título de mi libro está tomado de un poema del propio Agüero que se llama “Caminos”. Es un poema menor en su obra, no muy difundido, pero donde figura esa frase de comprensión universal: “El peso de la luz en la mano”.

El ensayo de Borri se presentará el próximo sábado al pie del Algarrobo Abuelo en Merlo.

El ensayo de Borri se presentará el próximo sábado al pie del Algarrobo Abuelo en Merlo.

Romero Borri ha publicado también Los ámbitos (1982); Notas del escriba (1986); Ley oscura ( 1993); Iluminados por el fuego (1993- relato en coautoría sobre la guerra de Malvinas); La otra parte (1994) ; Cartas a la montaña (1996); Mirada natal (1997); Ecce puer (2000); Cárcel de luz (2003); y El viaje del poema: mapa documental de la poesía puntana (2013).

 _ ¿Cómo cree que Agüero alimentaba diariamente su credo incondicional en el oficio?

_He intentado valorizar la obra de Agüero situándolo en su contexto histórico y en su generación. El era un hombre que tenía una gran conciencia de la historia, es decir que no era un lírico ajeno a su tiempo histórico. Por lo tanto su obrar, o su hacer, está impregnado de las tendencias estéticas que imperaban. En ese marco, pese a la lejanía desde donde escribió (me refiero a la lejanía de Buenos Aires), él entendió claramente cuál era su misión como poeta provinciano. Amó a su tierra como a sí mismo y quiso desentrañar sus misterios, su devenir, decir sus realidades. Como lo ha dicho Hugo Fourcade: “Agüero le dio a su tierra la explicación más bella de su origen”.

_ ¿Ha descubierto nuevas facetas del poeta al realizar este libro?

_ Para el San Luis de su época, cuando él estaba en su apogeo creativo, Agüero encarnó la figura de “El Poeta”. La posteridad, que siempre es más lúcida que el presente, ha recogido esa imagen y hoy es imposible pensar la cultura puntana sin pasar por su obra y su presencia. Estas ideas están más desarrolladas en mi libro y ejemplificadas con fragmentos de sus poemas que cito en forma permanente.

He escrito un libro no pensando en lectores que ya conocen, mal o bien, a Agüero. Lo escribí pensando en cualquier lugar del mundo que pueda valorar la obra de otro hombre que expresa en sus palabras y en su vida el valor de lo humano. Mi libro no es una biografía. Es una especie de diálogo esencial con una obra poética que me ha acompañado a lo largo de los años y me ha ayudado a entender la aspiración cultural de esta provincia de San Luis donde nací y donde vivo.

Establecí un diálogo con la mentalidad de Agüero desde mi presente histórico. El resultado de mis esfuerzos lo juzgarán los otros. Yo sólo saldé una deuda que tenía con él y con su poesía.

El credo poético de Agüero influye también en las obras de Romero Borri.

El credo poético de Agüero influye también en las obras de Romero Borri.

_ ¿En vida, Agüero era consciente de que pertenecía a la periferia cultural?

_ Agüero era absolutamente consciente de su valor y eso lo hacía, muchas veces, una persona arrogante en una provincia donde la arrogancia sólo era válida si se tenía poder o dinero. Su mayor orgullo era ser el constructor de una obra literaria que lo trascendería. Además él se sabía periférico. No quiso, pese a que pudo hacerlo por sus méritos, alejarse de San Luis para ir hacia la centralidad de la cultura. Quiso quedarse: ser un poeta del Arraigo –como lo he dicho en otras intervenciones-. El arraigo de Agüero también es un ejemplo y un gesto de amor a su lugar natal. Ese mensaje está contenido en toda su obra. Hoy es un mensaje cultural que nos impulsa a creer en San Luis y nos llena de entusiasmo. Mi libro bordea estos temas y los ejemplifica con fragmentos del mismo poeta.

Me gusta mucho poder presentarlo bajo las ramas añosas y bajo la  copa del algarrobo “monumento y estatua del paisaje, hijo del sol y de la tierra unidos” –como él nombró a ese árbol en los años cincuenta cuando dio a conocer sus Cantatas del Árbol. Será todo un homenaje a su visión de la vida, la literatura, la libertad y la naturaleza. Porque a Agüero –como dijo su sobrino Orlando Agüero Adaro- “ le interesaba más la vida que la literatura”.

 

 

Nota: Matías Gómez

Fotos: Gentileza/ Archivo Histórico.