MUNDOS IMAGINARIOS
viernes, 22 noviembre de 2013 | 11:12

Eduardo Galeano: narrador de la brevedad

Nació en Montevideo, Uruguay, el 3 de septiembre de 1940. En 1973 tuvo que salir exiliado de su país por la irrupción del golpe militar. Se refugió en Buenos Aires, donde fundó la revista cultural Crisis. En 1976 estalla la dictadura en nuestro país y él se convierte en uno más de la lista del escuadrón de la muerte: En 1971 había publicado Las venas abiertas de América Latina, libro censurado por los gobiernos de facto de Uruguay, Argentina y Chile.

Esta obra es representativa de la concepción que tiene de Latinoamérica y, particularmente, de los grupos postergados y marginados que integran el continente. En Las venas abiertas… lo hace desde una óptica sociológica, con una clara orientación ideológica y por medio de un género literario más bien ligado al ensayo.

Esta inclinación por los grupos marginados, por mostrar la diversidad cultural y étnica de América Latina se continúa en obras posteriores del autor, pero desde la ficción. En libros como Memoria del fuego y El libro de los abrazos, Galeano refuerza su habilidad como narrador de ficciones y, principalmente, de microrrelatos. Estas obras demuestran que en la brevedad se mueve “como pez en el agua”.

El microrrelato es un género híbrido caracterizado principalmente, como su nombre lo indica, por la brevedad: son relatos que rondan las 200 palabras. Pero no se trata sólo de ser breve. Galeano desarrolla de manera exquisita la síntesis y la concisión. A pesar de que sean pocas, cada palabra cuenta, cada palabra relata y cada palabra puede albergar una infinidad de sentidos.

Infinidad de sentidos en breves instantáneas

Infinidad de sentidos en breves instantáneas

Es un género híbrido porque no se circunscribe a una forma literaria en particular, sino que toma características de muchas formas discursivas, tanto cultas como populares, y si no, veamos el siguiente relato de El libro de los abrazos:

La ventolera

Silba el viento dentro de mí.

Estoy desnudo. Dueño de nada, dueño de nadie, ni siquiera dueños de mis certezas, soy mi cara en el viento, a contraviento, y soy el viento que me golpea la cara.

Si éste no es un poema, por lo menos podemos decir que roza bastante la forma poética. Esto es característico del microrrelato, mantenerse siempre en el límite de los géneros e, incluso, en los límites que separan la realidad de la ficción, como sucede, por ejemplo, en Memoria del fuego. Esta trilogía revisa y reescribe la historia del continente americano, desde aquella “época” sin tiempo de los relatos míticos de los aborígenes, pasando por la llegada del europeo a  América, hasta llegar al fin de las dictaduras militares del Cono Sur, siempre en clave ficcional, pero con una fuerte documentación histórica.

La primera palabra venida de América

Elio Antonio de Nebrija, sabio en lenguas, publica aquí su “Vocabulario español-latino”. El diccionario incluye el primer americanismo de la lengua castellana:

Canoa: Nave de un madero.

La nueva palabra viene desde las Antillas.

Esas barcas sin vela, nacidas de un tronco de ceiba, dieron la bienvenida a Cristóbal Colón. En canoas llegaron desde las islas, remando, los hombres de largo pelo negro y cuerpos labrados de signos bermejos. Se acercaron a las carabelas, ofrecieron agua dulce y cambiaron oro por sonajas de latón de esas que en Castilla valen un maravedí.

Eduardo Galeano, entonces, con ese ingenio  que tiene para multiplicar los sentidos de las palabras y de los silencios en espacios acotados, es uno de los grandes exponentes de la microficción del continente.

Nota: Rocío Celeste Grañó

Fuentes: Video: Canal Encuentro / Fotos: Web