MALVINAS, EL LEGADO
jueves, 25 abril de 2024 | 10:08

“Estuve años sin poder hablar de la guerra”

Dos décadas tardó Carlos Miguel Martínez en ponerle palabras a todo lo que vivió en las islas. Hoy brinda su testimonio, su aporte a la malvinización y un homenaje a todos los compañeros que quedaron en la tierra austral. 

A Carlos Miguel Martínez no le resulta sencillo hablar de Malvinas. “Estuve años sin poder hacerlo, tarde como 20 años”, confiesa el excombatiente. Y ahora, incluso tiempo después de haber comenzado a ponerle palabras a lo sucedido y a lo que sintió en aquel paisaje gélido, cada 2 de abril se le hace un nudo en la garganta. “Es una fecha muy especial, se agolpan en la memoria muchísimos recuerdos de compañeros que han dejado su vida, por eso a veces es complicado explayarnos”, explica.

Carlos nació al sur de Córdoba, en Adelia María, y hace 37 años que reside en Concarán. “Fui tripulante del Santísima Trinidad por cuatro años. En el año 1982 me encontraba en Puerto Belgrano como tripulante, era personal de Operaciones, División Comunicaciones, radiotelegrafista, radiotelefonista y radioteletipista”, contó. Tenía apenas 20 años cuando recibió la novedad de que tenía que ir a Malvinas. Estaba navegando en el Mar Argentino. La noticia despertó en él una suerte de euforia. “Iba a ser parte de la historia, de la recuperación de nuestras islas; sentí que iba a ser una linda oportunidad de vivir ese acontecimiento”, dice con orgullo.

El momento más complicado que vivió fue cuando se formó un grupo de tareas en el Atlántico Sur. “Éramos escolta de portaaviones argentinos. Hemos tenido contacto con submarinos y aviones ingleses, sin entrar en combate real. Volvimos al país recién en julio de 1982, después de haber sido en cierta forma escolta de los buques ingleses que traían a soldados argentinos. Eso fue el 19 y 20 de junio, y a Puerto Belgrano recién llegamos los primeros días de julio”, recordó.

Según Carlos, su vida después de Malvinas siguió por los carriles habituales. “Una vez terminado el conflicto, seguimos las actividades normales de cada área. Fue seguir con la profesión que tenía, seguir navegando, para eso estaba preparado”, dijo. Desde su perspectiva, la guerra no lo cambió como persona, en su fuero más íntimo, ni tuvo secuelas, aunque sí admite que se cerró mucho a hablar de ciertos temas.

En un ejercicio de la imaginación, si pudiera hablarles a los soldados, a sus compañeros que quedaron en las islas, Carlos les diría que se queden tranquilos, que seguirán recordándolos. “A los jóvenes de hoy les expresaría que sigan sacrificándose, que Argentina es hermosa, que estudien, que progresen, siempre con honor y con respeto a sus mayores”, refirió el excombatiente, que se siente honrado cada vez que viste su uniforme de combate y sus medallas, ya que con ello malviniza y rinde homenaje a esos camaradas fallecidos. “Son nuestros verdaderos héroes, y nosotros somos su voz”, dice.

Justamente el legado que Carlos quiere dejar como excombatiente es que las futuras generaciones luchen en paz, “para lograr que nuestro territorio se unifique de una vez por todas”. “A este monumento —dice señalando el bulevar ubicado en el ingreso a Concarán— le faltan las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur”. Todas las ausencias, las de la geografía, las de las palabras y las de sus compañeros, aún marcan la vida de Carlos.