MALVINAS, EL LEGADO
lunes, 22 abril de 2024 | 11:23

“No me acordaba ni de mi padre ni de mi madre, era solo sobrevivir”

Ofaldo Lucero tuvo participación directa en la guerra de Malvinas como timonel de barco, aunque bajo estricta voluntad propia también ocupó otros roles. Su recuerdo más nítido es la sensación de miedo que lo invadía todos los días, motivo por el cual lucha fervientemente para mantener viva la memoria de aquellos que no regresaron.

En marzo de 1982, con apenas 21 años, Ofaldo Lucero embarcó junto con una tripulación argentina en el ‘Bahía Paraíso’. El nacido en Durazno Alto, provincia de San Luis, ocupaba el papel de timonel y, como muchos otros, se enteró arriba del buque que iba a formar parte del conflicto bélico contra Inglaterra en la recuperación de las Islas Malvinas. No desea ahondar demasiado en los detalles de los momentos difíciles que experimentó, incluso cumpliendo tareas que no le correspondían, pero sí recuerda vívidamente el miedo que lo acompañó a lo largo de todo el combate.

“En ese momento, no me acordaba ni de mi padre, ni de mi madre, ni de mis hermanos, de nada. Había una sola idea en mi cabeza: sobrevivir”, explica. Para Ofaldo, cada veterano tiene una historia propia, pero lo que predomina en cada una de ellas es el horror de la guerra. En muchas ocasiones, las secuelas postraumáticas son tan o más graves que los acontecimientos que vivió el soldado durante la batalla.

El hecho de haber sentido en carne propia el temor por la vida hizo que el excombatiente desarrolle un profundo vínculo afectivo con aquellos compañeros que no pudieron regresar con él desde las islas. Poco importa que no conoció a todos en profundidad, él hace referencia a ellos como ‘hermanos’. Toma como responsabilidad personal mantener viva la llama de cada soldado que dejó cuerpo y alma defendiendo a la Patria, y que no pudieron ser padres y abuelos como sí pudo él.

Por eso, por haber tenido la oportunidad de construir una vida más allá de la guerra, el veterano adopta el deber de brindar charlas en escuelas, universidades y cualquier otro espacio dispuesto a escuchar, como aporte a mantener fresco el legado de Malvinas. Antes de cerrar, se dirige a todo el pueblo argentino y pide que “no perdamos la esperanza de ver flamear nuestra celeste y blanca en las islas”.