domingo, 01 enero de 2017 | 09:43

¿Puede la inteligencia artificial reemplazar al yo poético?

Cinco poetas de San Luis analizan los cambios y relaciones entre poesía y tecnología.

inteligencia

Uno de los videos más vistos sobre poesía en internet es una charla de TED donde el poeta australiano Oscar Schwart muestra cómo diversos algoritmos digitales inventan poemas, incluso utilizando frases del muro de Facebook. Lo curioso es que muchos lectores encuestados creen que algunas estrofas fueron escritas por humanos cuando en realidad son máquinas.

Este tema convoca a los poetas de San Luis para opinar sobre los cambios en su oficio.

“A la siesta y después de cenar tengo un buen rato de Facebook”, contó Beba Di Genaro en una de las últimas entrevistas realizadas hace dos años. Cada tanto la poeta, acostumbrada a hurgar los anaqueles de su nutrida biblioteca, también se distendía frente a la computadora.

“Aún en la tecnología, el poeta sigue siendo como un artesano”, opina el poeta Julio Cejas.

La cuestión radica también en describir si con el auge de la tecnología se ha diluido la visión artesanal del poeta que tenía, por ejemplo, Agüero.

“Considero que la poesía en su esencia es la misma, es una de las manifestaciones que encontramos más cercanas a la pureza y la magia. La palabra lleva en su memoria una sabiduría ancestral que traspasa la línea del tiempo. La esencia de la vida es la misma, ya sea en tiempos con más tecnología o no. La misión del hombre es poder rescatar lo simple desde la complejidad, incluso de la tecnología. Como herramienta es muy útil a la hora de darle alas a la palabra y de este modo poder cruzar todos los alambrados”, afirma la poeta radicada en Cortaderas, Liliana Mainardi, quien ha publicado los poemarios “Río Adentro” y “Surco Abierto”.

Juan Ponce de León es entrerriano y vive desde 2009 en Anchorena, al sur de la provincia. Ha publicado cuatro libros pero además ha editado audiolibros y libros electrónicos. Para esta nota propone delimitar la semántica de la palabra tecnología. “Creo que ha habido mutaciones, transformaciones que han permitido nuevas visiones. Lo artesanal sigue estando. La llama inicial prevalece. Tal vez el poeta esté obligado a descifrar los nuevos fuegos. Lo artesanal sigue estando, sólo que con nuevas herramientas”, indica.

Para la escritora María Celeste Domínguez no se ha diluido la visión artesanal. “Al contrario. Realza aquella forma de vivir la poesía y el hacer poético inmerso en un mundo que fluía en otros tiempos, con otras pausas y otros silencios. Creo que puede verse cómo esta labor artesanal justamente aprecia detalles, sobre todo de la naturaleza y del rededor mínimo que circunda al poeta en su cotidiano sentir, y los pone de manifiesto en una forma poética bastante difícil de obtener en estos tiempos acelerados”, subraya.

Cejas, quien ha publicado seis libros, y actualmente prepara uno de aforismos, opina que el momento de creación necesita sosiego para ordenar el interior. Mainardi también coincide en que a veces es necesario descontarse del entorno y del tiempo. En cambio, cuando se le consulta a Domínguez si considera que la inmediatez de las redes limita el sosiego necesario para la invención, indica: “Limita si nos limitamos, yo pienso que puede exigir un tipo de creación más espontánea. La velocidad no necesariamente marca un límite sino que puede emplearse como un recurso válido para otro tipo de elaboración. En ocasiones, un texto auténtico surge de la inmediatez y no del constante repensar y de la casi infinita tarea de pulir una pieza literaria.”

Según la escritora Viviana Bonfiglioli, quien coordina el taller literario Silenciosos Incurables, el dilema es tan viejo como el mundo. “Es posible que esa misma pregunta se hiciera en el contexto de la Revolución Industrial o de la primera pisada de un calzado humano en la luna. Me parece que a la materia del poeta no se accede con tecnología, ni con velocidad. A ese espacio se llega desnudo del mundo. Como siempre”, considera la autora de “La estrategia del humo”.

En cuanto a la influencia de las redes sociales, opina: “Por las redes uno observa, saluda, se vincula, se encuentra; como en cualquier vereda de una ciudad, con personas generosas, talentosas, morbosas, fragantes, olvidables, repulsivas, rústicas, exquisitas y tanto más. Nos salva el botón off. Y luego de ese generoso muestrario, uno tiene una abundante cosecha de personajes.”

Ponce de León considera que sí ha cambiado su manera de percibir la poesía por frecuentar las redes sociales. “Son puertas que te enseñan el mundo. Lo gratuito de un rincón desconocido, la crueldad, la belleza, las palabras que otros dicen. Cuando ingreso a las redes siento la sensación de “ver” lo que se habla. Es una gran conversación universal subtitulada en tuits, estados, fotos, videos. Eso genera una nueva sensibilidad, repercute en los sentidos. ¿Mirar o no mirar por esa gran ventana?, esa es la cuestión. Muchas veces me pasa que siento no estar preparado para mirar por ahí y ver la sangre, el vómito, la crueldad… a veces tengo miedo de loguearme y no poder sobrevivir”, indica el poeta quien remarca que “a la invención hay que acompañarla con mucho trabajo, con mucha corrección, podría ser este momento de la corrección el aliciente que determine cierto equilibrio con la inmediatez.”

¿Ha ganado lectores gracias a las redes sociales?, se le consulta a Julio Cejas y sentencia: “Más que ganar lectores, creo haber ganado como lector”.

Domínguez, autora de “El planeta inmóvil” y “Arcadia”, entre otras obras, apunta que las redes no han cambiado su manera de percibir y experimentar la poesía. “Esto viene innato con uno y se va modificando a través de tiempo, la madurez y las vivencias adquiridas. La poesía jamás permanece estática, ni aún aquella clásica aprendida en los primeros años escolares y que releemos al correr de los años y nos encuentra en otros sitios vitales y nos llega de otra forma.”, sostiene.

A María Celeste se le pregunta si puede superar la inteligencia artificial al yo poético. “Pregunta de imposible respuesta, puedo limitarme a filosofar al respecto, y a ejercer una férrea defensa del yo poético a fin de sostener profundas convicciones personales. Expuestos así, en la pregunta, los términos ‘artificial’ y ‘poético’ entablan una suerte de antonimia que me obliga emocionalmente a combatir en pos de lo auténtico negando rotunda y categóricamente el posible ‘triunfo’ de lo artificial por sobre la poesía surgida de las entrañas mismas del creador. Desde el inicio de la comunicación humana, el arte rupestre transmite lo creado con una veracidad pictórica y un vuelo creativo que lo convierte en lírico aún sin emplear palabras. Insuperable. Habrá que convivir con una inteligencia fría, analítica y manipulada a la perfección con un ser cálido, emotivo y recurrente en la percepción de la felicidad y del dolor humano… habrá que optar por establecer una postura acorde al propio modo de habitar el universo y no apartarse demasiado lejos de allí”, analiza.

El video de TED plantea (y demuestra) cómo una máquina escribe poesía, Ponce de León prefiere dejar abierto el tema. “Creo que sí puede superar la inteligencia artificial al yo poético. La pregunta es ¿debemos dejar que la inteligencia artificial dialogue, conozca su yo poético? Tal vez esa sea la nota que nos termina distinguiendo de lo no humano, claro que habría que definir qué es lo humano y si seguimos siendo tan humanos o desde qué momento empezó la deshumanización, etc. No me caben dudas de que la IA va a superar al yo poético. Va a pasar. Va a ocurrir. Está ocurriendo. A mí me gusta que suceda, me encanta… Pero, ¿debería? Como siempre, será el lector quien elija qué poesía leer. ¿Y si el lector también es IA? Ufff, qué lindo se pone esto…”, opina.

Ya sea en papel o frente a la pantalla, la página en blanco obliga a cada escritor a redefinir su arte y vivencias. La naturaleza casi edénica que exaltó Agüero ha cambiado como el mundo y los poetas puntanos actuales sienten y dan cuenta de estos cimbronazos.

Por otro lado, la hiperconexión abre el sueño del poema infinito pero también reduce la posibilidad de habitar lo que se escribe, costumbre que los antiguos consideraban ineludible.

 

Nota: Matías Gómez.

Fotos: Jesica Flandes.

Corrección: Berenice Tello.