CULTURA
domingo, 17 abril de 2016 | 21:14

Muriel y González, con el jazz a flor de piel

Aunque tocan múltiples géneros y nacieron en otras ciudades, a los dos temprano los deslumbró la improvisación. Hace años que colorean las calles y espacios de San Luis. Los ingredientes para una buena canción, en esta entrevista.

Muriel y González, con el jazz a flor de piel.

Muriel y González, con el jazz a flor de piel.

Como corolario de los festejos por el Día Mundial del Arte, que tuvieron lugar en la EDIRO este viernes, Fabio González agradeció, con su plateado saxo tenor en mano, porque fue la primera vez que tocó el tango “Por una cabeza” junto al pianista Sergio Muriel.

“Era un bicho raro yo porque me pasaban a buscar para jugar a la pelota y estaba escribiendo temas de Benny Goodman o Glenn Miller. Mi maestro fue músico de jazz en el pleno apogeo, en la década del 30, y me contaba anécdotas, porque de la noche a la mañana saltaba de un país a otro. Esas historias me deslumbraban siempre”, cuenta Fabio con su tono grave, antes del recital que también incluyó lectura de poemas.

“Mi historia con el saxo empezó en mi pueblo natal, Rufino (en Santa Fe) frente al ferrocarril, cuando tenía 14; a los 12 había empezado con el clarinete, a los 17 me vine a San Luis y me llevó dos años conseguir un saxo”, agrega entre el ruido del café y el trajín de los viajantes durante la mañana.

González trabajó veinte años como mozo y por las noches lo contrataban para tocar en el Hotel Potrero de los Funes. Ahora con orgullo muestra la sonrisa ya que hace cuatro meses que vive exclusivamente de la música. “No hago otra cosa. No lo puedo creer”, expresa el saxofonista de 39 años.

El saxofonista de 39 años vive en San Luis desde los 17.

El saxofonista de 39 años vive en San Luis desde los 17.

Para llegar a este presente, Fabio detalla que tuvo que sacrificar familia, tiempo y la infancia. “Me voy a proponer hacer feliz a la gente para que por las calles empiecen a silbar de nuevo, así estén en bicicleta o barriendo. La gente ya no silba. ¿Quién puede revertir eso? Los artistas. Ningún plan de ahorro o científico”, subraya.

En un par de minutos, sobre el escenario, con los cachetes inflados, Fabio deslizará tangos, folclore e “Imagine” de John Lennon. Todavía -añade- hace música a la carta.

A su lado, cada tanto, Muriel acerca el oído o la barba gris al teclado. Marca el compás con unas alpargatas marrones. La sencillez y calidez que lo caracterizan en el silencio adquiere más hondura sobre el pentagrama. Es un estudioso. Vivió en Europa y dice que no puede describir su estilo pero que trata de ponerle su estilo a cada canción.

“Tengo 73 años, comencé a estudiar música a los cinco y sigo siendo estudiante porque me gusta”, dice el maestro. “El jazz me cautivó profundamente, me abrió la cabeza y el corazón. Es el único estilo que exige que se improvise, entonces es la libertad, obviamente bien entendida”, explica.

_ ¿Y por qué no lo cautivó la música clásica?

_ Hace algunos años me enteré que los músicos clásicos también improvisaban. Eso recién se está redescubriendo. Estos músicos le sugerían al público que tararearan lo que quisieran y entonces improvisaban. Grabé cosas de Bach en Suecia hace 30 años y toqué el Concierto de Aranjuez entero con un guitarrista español. Todavía toco música clásica pero en mi casa.

Muriel nació en Buenos Aires y creció en Villa Mercedes. Su madre era puntana y su padre sanjuanino. Ellos le regalaron un piano de cola, sobre el cual el pequeño Muriel “inventaba” hasta que su madre le enseñó que eso se llama improvisar.

“Me siento como que soy de aquí. Es tranquilo. Hay lindo clima. Ahora estamos casi a salvo de los terribles sacudones que están pasando en el planeta”, describe emocionado.

Muriel tiene 73 años y toca el piano desde los cinco.

Muriel tiene 73 años y toca el piano desde los cinco.

Siempre se dedicó de lleno a la música. Empezó Abogacía y Educación Física pero abandonó. “Del 70 hasta el 90 viví de la música en Europa, de primera. Después me di cuenta que tenía que acompañar a mi madre y regresé. Me gusta tocar canciones de diferentes estilos: jazz, tango, milonga, folclore, salsa, música brasilera, pop”, señala Sergio quien además da clases en su casa. “Enseño cosas que no se enseñan en los conservatorios”, indica sonriendo.

_ ¿Qué hace cuándo no aparece la inspiración?

_ No me pasa. Creo que la encuentro más seguido con el paso de los años. Voy descubriendo más cosas porque me gusta estudiar.

El maestro coincide con González cuando se les pregunta por los ingredientes para una buena canción: “Corazón, un poco de corazón y que no le falte corazón”.

 

Nota: Matías Gómez.

Fotos: Malvina Urquiza.

Video: Juan Moyano.

Edición: Martín Micali.

Corrección: Mariano Pennisi.