ADOLESCENTES
martes, 12 noviembre de 2013 | 14:58

Escondiendo a los padres en la cocina

Hay momentos en que los chicos son demasiado chicos para ser grandes y demasiado grandes para ser chicos.

Más allá de todas las adjetivaciones populares y definiciones clásicas sobre la naturaleza de sus comportamientos, esa franja etaria que oscila entre los 12 y 16 años, los muestra con algunas actitudes que dejan absolutamente paralizados a los padres, al momento de tener que generar respuestas.

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¿Qué es lo que lleva a Nicolás a dejar encerrados toda una noche a sus padres en la cocina mientras hace un “asalto” en su casa -la de sus padres- con sus amiguitos de 12 y 13 años? ¿Por qué desaparecen todos los chicos de la vista cuando los padres logran escaparse de la cocina en medio de la fiesta?

¿Por qué Camila siente vergüenza cuando su papá entra al colegio y dialoga con “ese vozarrón que tiene” junto a otros padres? ¿Por qué Guillermina le exige a su madre que la deje en la esquina cuando va a un  cumpleaños en la casa de un amigo?

Paula Acosta es psicóloga y se desempeña en la Oficina de Investigación del Centro de Asistencia a la Víctima del Delito, ella nos explica que el ingreso a la adolescencia marca el nacimiento de una etapa signada por contradicciones, confusión, dolor y fricciones con el medio familiar.

“El desprecio que el adolescente muestra por sus papás y por el mundo de los adultos es el modo que eligen para protegerse del  dolor y la sensación de desamparo que les produce la desidealización de las figuras parentales. Estos seres superpoderosos que éramos sus papás durante la infancia, que todo lo podíamos frente a sus ojos, ya no están”.

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“Nuestros hijos deben elaborar el duelo por los padres de la infancia, desprenderse de ellos en la búsqueda de un nuevo estatus y una nueva identidad, y eso los lleva a mostrarse despectivos y descalificadores, no sólo con lo que los papás hacemos, sino también con nuestro modo de pensar, con nuestros valores, etc.” manifiesta Acosta.

Los tiempos han cambiado y los padres lentamente se van acostumbrando a que ni la bocina ni el timbre son las herramientas para recuperar a sus hijos adolescentes de una fiesta, con un simple llamado al celular cuando se está llegando a destino, el pequeño niño saldrá a la puerta evitando que sus amigos visualicen la presencia de ese “extraño adulto”.

Desde la psicología explican que el impacto en los adultos suele ser doloroso,  “los padres dejan de ser los seres más valiosos y admirados por nuestros hijos para convertirnos en personas que les producimos cierta vergüenza y nuevo blanco de infinidad de críticas y cuestionamientos” nos explica Paula Acosta.

“Si los papás podemos comprender este momento y tolerar la herida y el dolor que nos produce la pérdida de este vínculo con nuestro hijo infantil, dejar de ser  su líder o ídolo y aceptar una relación llena de ambivalencia y críticas, lo estaremos ayudando a lograr la independencia y madurez que necesita para enfrentar esta nueva etapa de su vida”.

Así están las cosas para estos padres que se enfrentan en público con un extraño conocido, ese hijo que es demasiado chico para ser grande y demasiado grande para ser chico. El nuevo desafío parece consistir en quedarse encerrados en la cocina, atentos y cuidando que a esa legión de pequeños que les invadió la casa, no les falte ni la pizza ni la gaseosa.

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